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Carretera N-240, dirección Huesca-Barbastro. Poco después de pasar por Lascellas, un desvío corto y en buen estado nos lleva a Ponzano; giramos a la derecha y llegamos hasta una amplia explanada, justamente debajo de la iglesia parroquial que presenta un acusado aspecto monumental. Un joven, que no es de Ponzano, me indica unas escaleras de piedra: “Suba por ahí y arriba encontrará gente”. Un jardincillo bien cuidado, rumor de conversación. Tres hombres junto a un banco; uno, de 92 años de edad, resulta ser “el abuelo” del pueblo. Otro me reconoce al punto: asistió a una charla que dí en Azara el año pasado. Una mañana asoleada y quieta de fin de septiembre, un jardincillo ameno, tres informantes muy amables: he tenido suerte.
Ponzano tuvo ayuntamiento propio desde 1.834: en 1.960-70 se unió a Lascellas para formar el municipio de Lascellas-Ponzano, con capitalidad en Lascellas. Tiene, en conjunto, una extensión de 27, 3 km2 y una población de 166 habitantes, de los cuales 117 corresponden a Ponzano. Proceso demográfico decreciente: 352 almas en 1.845-50 (Madoz), 463 en 1.857, 164 en 1.970 y 117 en la actualidad. Un documento de noviembre de 1.195 nos relata cómo Gombaldo, obispo de Tortosa y prior de Alquézar, dona al noble Sancho de “las Ceyllas” la tercera parte del diezmo de Ponzano (Ponçano) para que establezca en este pueblo pobladores cristianos en lugar de moros. Tuvo castillo medieval, pues existe constancia de que el 29 de julio de 1.381, Pedro IV de Aragón vendió a Manuel de Entenza el castillo de Ponzano. Es una “población con interesante iglesia parroquial del siglo XVI, compuesta por nave culminada en un ábside poligonal y con bóvedas de crucería. En el exterior, portada dovelada y galería de vanos de arcos de medio punto. Destacar también el pozo restaurado y en su término la ermita de S. Román, donde se exortizaba (sic) a los endemoniados” (Guía de Huesca, de Ed. Pirineo).
Pese a su proximidad a la Hoya de Huesca, el término de Ponzano tiene todas las características propias del Somontano de Barbastro, comarca a la que pertenece también de derecho. El cultivo de la vid tiene una antiquísima tradición, potenciada recientemente por su encuadre en la Denominación de Origen Somontano; hay en el lugar una bodega familiar, con cavas subterráneas del siglo XVI, que elabora vinos de muy buena calidad. Produce también cereales y se ven bastantes almendros; contó en tiempos pasados con muchos olivos que, como en otros lugares de la comarca, se arrancaron, si bien recientemente se están plantando nuevos pies estudiados para dar cosecha en pocos años. Las tierras, comprendidas entre el río Alcanadre y el barranco de La Clamor, son, en general, bastante frescas, de modo que “a poco que llueva dan buenas cosechas”. Cría ganado lanar y vacuno; de esta última especie, existen hasta seis granjas de terneros que se alimentan con los consabidos piensos compuestos suministrados por las fábricas, pero también hay un ganadero de vacuno que sigue sembrando forrajeras, “como las avezas (veza, vicia sativa) y la esparceta”. El más viejo del lugar recuerda que siempre ha habido vacuno en el pueblo: “había una casa grande que se perdió, que tenía muchas vacas y vendían leche…”
Partimos de Casbas de Huesca, en la N-1.228, y por esta vía (Sieso, Labata) llegamos a la localidad de Aguas; desde aquí, por la N-1.227, al camping de Guara-Formiga, ya junto a Panzano, lugar situado a muy poca distancia de dicha carretera. “Panzano es un lugar de 25 habitantes; 649 m de altitud. Arquitectura doméstica tipo Somontano , arrancando del siglo XVIII; de 1.729 es casa Calvo. Parroquial románica –s. XII – de S. Pedro, reformada entre el XVI-XVIII. Castillo y ermita de Arraro (ss. XI-XII); ermita de La Magdalena –popular -. Dólmenes de la Artica de Salas y yacimiento romano. Fuente de sillería, quizá del siglo XVIII. Estrechos del Formiga, entre los más angostos y fascinantes de la sierra de Guara” (Comarca de la Hoya de Huesca, pag. 346). Tuvo ayuntamiento propio en 1.834 con la casa de Fabana y el Monte de Guara; en 1.845 se le unen Santa Cilia y Bastarás; se unió al de Casbas en 1.970-80. En 1.097, Pedro, obispo de Huesca, dio al monasterio de S. Ponce de Tomeras las iglesias de Labatella, Morrano y Panzano. Formó parte del “Honor de Fabana” (1.293). Según Madoz, “el terreno es generalmente montuoso y de inferior calidad; lo fertilizan los mencionados ríos (Formiga y Calcón)… Produce trigo mezcladizo, escaña, vino, aceite, legumbres y hortalizas; cría ganado cabrío y alguna caza”. Las mayores precipitaciones anuales de la comarca se dan en el entorno de la sierra de Guara y pueden alcanzar los 1.500 litros en el Cabezo de Guara.
“En el Parque Nacional de la Sierra y Cañones de Guara los cambios sociales y económicos acontecidos en las últimas décadas han provocado que la ganadería basada en el pastoreo haya decrecido considerablemente, lo que ha desencadenado procesos de cambio en la vegetación, invasión arbustiva y, por tanto, cambios en el paisaje. Todo ello se traduce en una clara pérdida de valor del territorio no solo como espacio ganadero sino también turístico. Además, el riesgo de incendios forestales se ha visto aumentado, así como la virulencia y dificultad de extinción en caso de que estos se produzcan. Desde el año 2.000, el Grupo Consolidado de Investigación en Sistemas Agrosilvo-Pastorales del CITA-Gobierno de Aragón (Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón), en colaboración con la Asociación de Ganaderos de la Sierra de Guara, viene desarrollando varios proyectos de investigación cuyo objetivo último es obtener herramientas para facilitar la gestión pastoral de estos espacios” (Somontano de Barbastro, Red natural de Aragón, pag. 191). Recordemos que el llamado Monte de Guara perteneció históricamente a Panzano, por lo que la aplicación de lo anterior a este lugar es absolutamente directa.
La aparición del tractor, a principios de la década de los 50, junto al éxodo rural intensísimo desde esa década y en las siguientes, provocaron cambios poblacionales, socio-económicos, culturales y ambientales de una excesiva profundidad y aceleración. Por ello, para acercarnos al medio rural preexistente (que se mantuvo prácticamente invariado durante muchos siglos) es preciso contactar con personas que guarden memoria de cómo era su pueblo en los cuarenta y cincuenta; esto resulta cada vez más difícil, pero sigue siendo posible. Para este caso, el informante, natural de Panzano, reside en el vecino pueblecito de Yaso (Eso, Ieso, Iaso, Yaso, Jaso): Sí, muchas casas tenían vacas, aunque muchas veces no eran propiamente lecheras pues también las utilizaban para la labranza; para este fin, estaban los bueyes. Pacían en el monte gran parte del año y, para el invierno estaban los forrajes (trébol, alfalfa, veza, esparceta, etc) sembrados en primavera. Hoy en día, cree que ya se ha perdido en el pueblo la ganadería de vacuno, como la de lanar.
Los rumiantes son mamíferos artiodáctilos (con pezuña hendida). “Puede decirse, con seguridad, que éste es el mejor conocido entre todos los órdenes de mamíferos y que sin él, el hombre nunca hubiese alcanzado su posición actual sobre la tierra y, sin él, nunca podría continuar manteniendo esta posición” (Mamíferos, Ivan T. Sanderson, Seix y Barral). Bastará para justificar tal aserto con citar las tres familias : bóvidos, ovinos y caprinos, con multitud de especies en cada una de ellas, además de ciervos, camellos, etc. Los rumiantes se caracterizan, en lo fundamental, por poseer un aparato digestivo con cuatro estómagos, o si se prefiere, con cuatro compartimentos distintos: panza, redecilla, libro y cuajar. Carecen de incisivos en la mandíbula superior y engullen los vegetales hacia la panza que actúa como un depósito provisional, desde el que vuelven a la boca para iniciar el proceso digestivo (rumiar). Los vegetales engullidos (hierba, hojas, ramas tiernas, etc) son alimentos para la panza, breve circunloquio utilizado por nuestros antepasados iberos para designar a los forrajes, término genérico del que carecían en su léxico propio.
En lengua ibérica, panza se dice ponz. Pero, lo realmente sorprendente por su pervivencia doble hasta nuestros días, es que ponz tiene una variante, con idéntico significado, que es pantza. La mera simplificación de la consonante doble tz a z nos conduce a panza. He aquí, una vez más, un étimo ibérico para designar la primera cavidad del estómago de estos animales que, en sentido figurado, ha originado voces tan propias y usuales como “pancismo” o “pancista”.
Con estas precisiones, la interpretación de los dos topónimos en cuestión está prácticamente hecha. Con pon(t)z más ano, alimento para el ganado, obtenemos ponzano, con yuxtaposición necesaria en el enlace, ya que un pon(z)ano resultaría ininteligible. Con pan(t)za más ano, llegamos a panzano, con elipsis al final del primer término con encuentro de vocales iguales: panz(a)ano > panzano. La traducción literal de Ponzano es “alimentos para la panza del ganado” exactamente igual que la de Panzano. En una traducción más libre y actual, Ponzano y Panzano significan “los forrajes para la panza del ganado”.
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