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Araguás (173)

Altoaragonesa

Hoy mi ruta discurre por tierras de Sobrarbe (Araguás, Ceresa, Torrelisa, Los Molinos, Oncins, S. Victorián…), siempre al pie de la Peña Montañesa, tan interesante por muchos aspectos. El roquedo, tan próximo y bravo, con sus cortadas verticales, oquedades y coloraciones es sencillamente hermoso. Cansado de tanta verticalidad, enlaza con un plano inclinado cubierto de carrascas, quejigos y pinos que llega hasta las inmediaciones de los lugares que, allí, ceden ante el trabajo del hombre que humaniza el paisaje: campos de cereal y algunos prados y viñas, olivos, ganado lanar por doquier, en algunos sitios vacuno, madera y leña, tradición, historia…Tierras asoleadas y en ocasiones escasas, y unas gente amables, de trato abierto y confiado, dispuestas a ayudar y a informar.

Desde Ainsa, tomo la carretera que conduce a El Pueyo de Araguás, cabeza de municipio en el que se integran además Los Molinos, La Muera, Oncins, La Pardina, El Plano, S. Lorién, El Soto, Torrelisa, S. Victorián y Casa Castán, para un total de 160 habitantes, sobre una extensión de 62,1 Km2 y una densidad de tan solo 2,6 habitantes. La carretera asfaltada hasta cada uno de los lugares, con abundantes curvas y cambios de nivel, tiene en el poco tránsito y en la excesiva confianza de algunos conductores el mayor de los peligros. Sobrepasado El Pueyo de Araguás, una bifurcación divide el tránsito: hacia el Norte, izquierda, a Araguás, S. Lorién y más lejano, Ceresa; hacia el Este, derecha, Torrelisa, Oncins, S. Victorián, La Muera, El Plano, Los Molinos y descenso hacia Arro. Cuando bajamos, a nuestra izquierda, Este, quedan los mínimos lugares de La Mula (inmortalizado por Severino Pallaruelo en su bellísima obra José, un hombre de los Pirineos), La Cuesta, Moliniás, A Mariñosa…

“Araguás es un lugar de 15 habitantes; a 702 m de altitud. Tenía 95 en 1.900. Acceso desde El Pueyo de Araguás o Laspuña. En 1.282 era villa. Núcleo a orillas del Cinca y al pie de Peña Montañesa. El caserío, desligado y abierto, se amarra al fuerte declive que besa el Cinca. Sin calles, un camino de firme enlosado reparte casas, huertos familiares y prados, en lazando finalmente con la parroquial, al sureste y en plano inferior…” (A. Castán, Lugares del Alto Aragón). La pequeñez del núcleo no es óbice para hallar en él dos hermosas construcciones. La primera es la casa fuerte del Arrendador, con cuyo propietario actual (marido de la dueña, me matiza) tengo ocasión de hablar largamente. El edificio está ampliamente descrito por el autor antes citado en otra obra, Torres y castillos del Alto Aragón, en la que leemos: “Su construcción debe ligarse a las inseguridades provenientes del otro lado de los Pirineos durante los siglos XVI – XVII, turbios momentos políticos religiosos que también motivaron el gran baluarte ainsetano y numerosas torres en buena parte de las poblaciones sobrarbenses”. (El propietario actual, residente en Barcelona, prefiere ligar el origen de la casa-fuerte al Monasterio de S. Victorián, lo que parece lógico). “Desde el punto de vista arquitectónico, prosigue A. Castán, casa El Arrendador constituye uno de los últimos eslabones de la cadena de torres inducida por los miedos del siglo XVI. Es de aspecto austero, tosco, sin concesión alguna a lo banal. Excepto la fachada orientada al este, su perímetro se oculta entre volúmenes adosados destinados a vivienda y al servicio agropecuario. En el cuerpo solapado al paramento norte de la torre, una ventanita porta en el dintel la fecha de 1.767. Pudo ser pues el siglo XVIII el momento del cambio, la fecha de readaptación, al menos parcial, de la propia torre y su entorno. El torreón ocupa posición central, al sur se pegó la vivienda familiar y a la derecha se armó la prensa de vino -1.876 – en planta baja abierta al exterior mediante arcada de medio punto. La torre crece con mampostería y sillería en las cantoneras, desarrollando cinco plantas bajo la cubierta de losa gris a dos aguas. En la planta baja…se observa una pequeña puerta transformada en vano de iluminación. En el primer piso se abrió una ventana adintelada cuando la reformación del conjunto – s. XVIII -. En el segundo hay otra ventana semejante desplazada del eje, por tanto parece una modificación, aunque las dos aspilleras de salida vertical rectangular se distribuyen simétricas respecto de aquellas. La tercera planta orienta ventanas al este y norte, mientras el sur es ciego. Y la falsa acoge alguna aspillera rozando el alero, por tanto puede que se haya rebajado un poco la altura originaria”

La segunda construcción muy interesante en Araguás es la iglesia románica de La Asunción. Está descrita del modo siguiente en la Geografía de Aragón, vol III, pág. 130, de Guara Editorial: “Iglesia parroquial originariamente románica (s. XII), pero muy transformada: nave con bóveda apuntada y ábside semicircular, que al exterior debió decorarse mediante columnitas adosadas, cuyo remate desconocemos; actualmente solo queda un fragmento de fuste; dos capillas laterales; puerta de ingreso al norte (siglo XVI) con pilastras acanaladas y frontón triangular; torre al norte”. Añadiremos que el conjunto ha sido recientemente restaurado con una inversión considerable, y que, gracias a ello y a su emplazamiento, luce espléndida.

Viniendo ya al campo de la toponimia, debemos detenernos en una primera cuestión: Araguás tiene un casi parónimo o isotopónimo que es Aragües (del Puerto) y otro más muy particular pues se conoce indistintamente como Araguás o Aragüés (del Solano). Aunque sólo fuese por este último topónimo, bien podríamos concluir que estamos ante dos topónimos idénticos en su estructura, formas y significado, que tan solo presentan una pequeña nota diferenciadora, la del diptongo creciente –ués o –uás. En efecto, estamos ante un fenómeno fonético bien simple y conocido, que consiste en que la diptongación o > ue, en determinadas áreas altoaragonesas y por un proceso de apertura creciente pasa a dar –ua. Con independencia de la interpretación que hagamos en su momento de Aragüés (del Puerto y del Solano), es una realidad contrastada que el fenómeno tiene una serie de manifestaciones que, con toda certeza, se cumple en Lascuarre (Alaskorre); también en Laguarres (Laugorri); en Cuasta (Cuesta). A reserva de un análisis definitivo, parece manifestarse asimismo en Badaguás, Banaguás y Baraguás. Similar apertura de diptongo, ahora e > ie y por último –ia, se detecta en Liena – Liana, Bierge- Biarge y algunos más.

Al menos en Araguás, el diptongo –ua < ue tiene su origen primero en la o del adjetivo gose, que en lengua ibérica significa dulce; ahora bien, aplicado a la tierra de labor (aunque no es inusitada la expresión tierra dulce) parece más adecuado traducirlo por agradable, suave, suelta o ligera. Así pues, gose > gos(e), por caída de la vocal átona final, se diptonga en güés y, enseguida, guás. Ya huelga decir, puesto que mis lectores lo habrán adivinado al punto, que el primer elemento de la composición es la ya archiconocida para nosotros ara, tierra, tierra de labor. A modo de recordatorio mencionaremos Arasán (ara tza n, “el que tiene muchas tierras de labor”), Arbe (ara-be, “la tierra de abajo”), Azara (aza ara, “la tierra de las coles”), Santamuera (tza anta ara mora, “gran cantidad de tierras azules”), Castarlenas, Sobrarbe y otros más que demuestran la habitualidad del uso de ara, afirmación esta que será de gran importancia cuando acometamos el estudio del topónimo aragonés por excelencia, Aragón. La unión ara-gose se realiza mediante la segunda norma de aglutinación, la yuxtaposición necesaria.

En Araguás busco quien pueda informarme sobre la condición de sus tierras de labor. El dueño de la casa El Arrendador, con toda amabilidad, me acompaña hasta una finca próxima en la que dos hombres están recogiendo yerba y haciendo pacas ayudados por un tractor. Bien presentado, la conversación con el mayor de ellos se extiende largo rato y propaga por temas colaterales: el pastoreo de ovino y su rebaño residual de 20 ovejas, sus trabajos (muchos años atrás en Campo, en la sierra de Canales, cuando traían los abetos de Francia; la pica de madera por los pueblos próximos); un recuerdo grato para un amigo común, Joaquín Fortuño, etc. Cuando le pregunto directamente por la clase de tierra próxima al lugar me contesta: “Hay de todo. Hay algunas fincas, por allá, que son de tierra bastante fuerte, bruta; pero cerca del pueblo, como dice Vd. es muy ligera y suelta, aunque con un poco de cascajo o piedra menuda. Yo mismo tengo una huerto ahí (señala) y siembro patatas y judías, planto cebollas y tomates, coles…, de todo, y se hace muy bueno y con poco trabajo. Si, la tierra es muy ligera, como arena”.


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© Bienvenido Mascaray bmascaray@yahoo.es

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