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Alaón (203)

Altoaragonesa

Parece que no hay duda sobre el origen visigótico del monasterio de Santa María de Alaón. Antonio Durán Gudiol, entre otros muchos autores, en su obra De la Marca superior de Al-Andalus al Reino de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza, Huesca 1.975, nos dice: “En el territorio del pago de Orrit (ribera del Ribagorzana) recién liberado por el conde Guillermo de Toulouse, se conservaban las ruinas de un viejo monasterio visigodo dedicado a Santa María y a San Pedro y designado con el nombre de Alaón. Siguiendo la táctica carolingia de jalonar sus conquistas territoriales con la fundación de monasterios, el sucesor del conquistador, el conde Bigón, donó el cenobio desierto al presbítero Crisogonio para que, con el título de abad, procediera a su restauración material, a la repoblación monástica y a la recuperación y explotación de su antiguo patrimonio, con la obligación por parte de los nuevos monjes de rezar por el emperador Carlomagno, por su hijo el rey Ludovico Pío y por el propio conde otorgante. El diploma del conde Bigón, que ha de datarse entre los años 806 y 814…”

Sin duda, el abad Crisogonio y sus sucesores cumplieron su misión a conciencia, pues muy pronto el monasterio de Alaón gozó de fama en toda la Península y de gran importancia entre los nacientes reinos pirenaicos. Veamos, como prueba de ello, el siguiente párrafo de la Crónica de Alfonso III el Magno, rey de Asturias entre los años 866 y 909, que dice así: Alabanque, Bizcai, Alaone et Urdunia, a suis reperitur semper esse possesas, sicut Pampilona, Deeius et atque Berroza ( Álava, Bizcaya, Alaón y Orduña fueron siempre poseídas por los suyos, del mismo modo que Pamplona, Deyo y la Berrueza). Este párrafo, aducido por Tomás Urzainqui en La Navarra marítima, Editorial Pamiela 1.998, es una constatación suficiente de aquella notoriedad de Alaón. Pero contiene, semioculta, una declaración de principios tan trascendente y malévola que sigue emponzoñando la vida en España hasta el día de hoy, y con mayor virulencia si cabe, pues se intensifica por ciertos sectores a propósito de la crisis económica. Resulta necesario, y también muy interesante, hacer una breve digresión para apuntar siquiera el nacimiento del nacionalismo español.

Tras el desastre del Guadalete (año 711), en el que desaparece el último rey visigodo Rodrigo, parece ser que unos 300 hombres, entre los que figuraban algunos de los sobrevivientes de la batalla, derrotan en Covadonga a un ejército moro comandado por Al-Qama, en lo que se considera inicio de la Reconquista (año 722). El caudillo cristiano, Pelayo, era hijo del duque Favila, según la Crónica de Alfonso III; o espatario de Witiza y Rodrigo, según la Crónica Rotense o, en cualquier caso, miembro de una familia noble. Fuentes musulmanas dicen que murió en el 133 (de la Hégira), que reinó 19 años, que le sucedió su hijo Fáfila, el cual reinó durante otros dos. Se advierte un esfuerzo en demostrar la legitimidad de Pelayo como sucesor de Rodrigo, esfuerzo innecesario pues la monarquía visigoda era oficialmente electiva desde el año 633 y el procedimiento sucesorio había sido fijado por escrito en el Concilio de Toledo IV: “muerto pacíficamente el príncipe, los magnates de todo el pueblo, en unión con los obispos, designarán de común acuerdo el sucesor del trono”. Existió desde el primer momento el convencimiento de que había una sucesión perfecta en la monarquía, y que la asturiana era la misma monarquía visigoda sólo que constreñida por la guerra a un mínimo territorio, del que saldría por las armas hasta recuperar toda la península y aún la región Narbonense. Y lo que es más importante: cualquier otro caudillo, conde o incluso rey que en otros ámbitos de la Península emprendiera similar acción reconquistadora, debería reconocer la primacía del rey visigodo de Asturías (pronto Asturias-León y después Castilla), y que todos sus territorios, presentes y futuros, quedarían sometidos al imperium del castellano. Este planteamiento, que nunca tuvo visos de ser efectivo, ganó virtualidad con el malhadado matrimonio de los Reyes Católicos, y la consiguiente exacerbación del imperialismo y del fanatismo católico produjeron en América y en Europa muchas de las páginas más vergonzosas de la historia de la humanidad.

Volvamos al monasterio de Alaón. “El patrimonio alaonés se estructuró en torno a cuatro núcleos principales… : 1º. El mismo monasterio… 2º. Valseñiu. Otro pequeño núcleo pero de muy primera hora, fue el que poseyó Alaón junto a castillo denominado Valseñiu, todavía testimoniado por el pequeño pueblo de Señiu que domina desde un altozano bajo el Coll de Espina el curso del Baliera Superior entre Castanesa, Noales y Castarner. En julio del año 987 un sacerdote donó… todo el valle. Años después encontramos a los monjes de Alaón actuando en Castanesa-Ardanuy y Neril-Ardanué. 3º. Calasanz-Vilet. Los avances de la reconquista y la necesidad de personal para el servicio de las iglesias puso en manos del abad y monasterio de Alaón otros núcleos hacia el sur de considerable importancia. Uno fue el que llamaremos Calasanz-Vilet dada la cercanía entre ambas iglesias, aunque eran autónomas entre sí y a cada una de ellas reconoció la categoría de prioratos y tuvieron notable vitalidad religiosa y económica. La iglesia de San Bartolomé de Calasanz… aparte de tierras de cultivo y plantaciones, tuvo notable participación en las salinas de Calasanz y Peralta… En fechas más o menos próximas le fue asimismo adjudicado el santuario de la Virgen de Siurana o del Vilet, en término del pueblecito de Gabasa… El interés económico parece que residía sobre todo en el cultivo del olivar. Sus rentas debían de ser muy saneadas a juzgar por los censos que pagó a la Santa Sede en tiempos de las Cruzadas… Entre ambos –S. Bartolomé y Vilet- controlaban y servían diversos lugares de las cercanías como Alins del Monte, Cardiel, Alcort, etc. 4º. Chalamera. En plena vega del Bajo Cinca, cerca de su confluencia con el Alcanadre, el bello santuario de Santa María de Chalamera sigue como testigo mudo de las andanzas de los monjes de Santa María de Alaón… Alaón tuvo aquí comunidad y priorato poderosos, a cuyos cuidados, según parece, vinculó los amplísimos territorios que en estas cuencas poseía: Monroig o Monterruebo, Terreu, La Cardosa, La Minglana y otras posesiones en el mismo Chalamera, Monzón, Osso de Cinca, Fraga, etc.” (Manuel Iglesias Costa, El monasterio de Alaón en Ribagorza, IEA, Huesca 1.990). En el entorno mismo del monasterio (lugar preferente para un estudio toponímico), Alaón disfrutó desde el primer momento de las tierras concedidas por el conde, las abandonadas por los musulmanes, las que fueron objeto de donación y las compradas, hasta formar un hermoso coto redondo con olivares y pastizales primordialmente, y desde Alaón, cual mancha de aceite, las posesiones se extendieron por los términos correspondientes a los castillos de Orrit, Miralles, Llastarri, Aulet, Sopeira, Soperún, Arén, Bellasia, Iscles y Cornudella. Después, el señorío e iglesia de San Esteban del Mall, iglesia y castillo de Pedruí y diverso patrimonio junto al castillo de Montañana; el antiguo monasterio de S. Martín de Sas pasó asimismo a depender de Alaón. Queda sobradamente probada la riqueza e importancia de Alaón, abadiado nullius, esto es, sólo sometido a la autoridad del Papa.

El topónimo Alaón aparece, en consecuencia, documentado hasta el infinito. Citemos aquí la obra de José Luis Corral El Cartulario de Alaón, Zaragoza 1.984, y el estudio que hace Corominas de Alaó en su Onomasticon Cataloniae. La documentación más antigua, el diploma de fundación entre el 806 y 814, habla de Alaon; posteriormente, en muchas ocasiones Alaone, ya con esta grafía ya con Alahone, Alahonis, Halaone, Alaonis. Nos olvidaremos, por el momento, del topónimo zaragozano Alagón, y de las posibles bases de estudio ALAGONE, ALABONE o ALAUONE.

Dos consideraciones previas nos situarán en el camino correcto para la interpretación de Alaón. La primera es su naturaleza indudablemente ibérica, como resultará del análisis morfológico y de la unión o enlace entre los dos elementos que lo componen, la cual unión constituye todo un pregón de iberismo. La segunda, que se sigue de la anterior, proclama que el contenido del topónimo, esto es, la descripción que efectúa, se refiere a un lugar, a un paraje en el estado en que se hallaba varios milenios antes de la fundación visigótica del monasterio, y en el que no podían faltar, por la configuración del terreno y por la realidad que se observa todavía hoy, un pastizal o zona de pastos, sustento de una actividad ganadera.

Pese a la violencia del hiato –ao- , observamos que se mantiene perfectamente. Ello pregona lo siguiente: no cabe la elipsis al final del primer término, ala, pues la composición resultaría ininteligible; en consecuencia, la unión o enlace se efectúa mediante yuxtaposición necesaria, lo que implica que el primer término aparece completo. Ala significa pastizal o zona de pastos, y la hemos encontrado ya en muchas composiciones, como Bidal, Alins, etc. El segundo término parece ser on, bueno, un adjetivo calificativo en grado positivo. Pero ello dejaría inexplicada la terminación –one, tan repetida. La explicación perfecta es el mismo adjetivo on, ahora en grado comparativo, que es onen, y que significa “mejor”. En conclusión, ala-onen > Alaone(n), valdría por “el pastizal mejor”, y ala-on > Alaón significa “el pastizal bueno”.


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© Bienvenido Mascaray bmascaray@yahoo.es

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