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Ara, río (213)

Altoaragonesa

Cuando se afirma que Ara, con referencia al río afluente del Zinca, es una voz preindoeuropea que significa corriente de agua y, por antonomasia, río, se están cometiendo varios disparates lingüísticos y culturales que iremos desgranando con la mayor concisión posible.

1. El topónimo preindoeuropeo y, entre nosotros, el topónimo ibérico, cumple siempre dos funciones: identificativa y descriptiva. Hoy en día, para nosotros los castellanoparlantes, Ara cumple la función identificativa pero no la descriptiva ya que no entendemos el significado de este hidrónimo. En cambio, para nuestros antepasados los iberos, para quienes dieron nombre al río en su propia lengua, Ara tenía un significado, contenía una descripción (en este momento no importa cual) pero no cumplia la función identificativa pues todas las corrientes de agua grandes o pequeñas, ríos o riachuelos, arroyos, torrentes y hasta barrancos se llamarían Ara. Dado que los iberos, en la Toponimia pero sobre todo en la Epigrafía (que ya se entiende), nos muestran una inteligencia y sentido común insuperables, Ara no puede significar “corriente de agua” o “río”.

2. Ciertamente, todos los ríos del mundo son distintos entre sí, es imposible encontrar dos ríos iguales. Sin llevar las cosas a tal extremo podemos afirmar con naturalidad que todo río tiene alguna particularidad que se referirá a aspectos muy diversos: su longitud, caudal, régimen, inclinación del cauce y con ella velocidad y bravura, dirección rectilínea o con muchos meandros, nacimiento y formación, cuenca, frecuencia de riadas y carácter dañino, etc. Precisamente el topónimo, o mejor, los creadores del topónimo, buscan, seleccionan la nota distintiva o propia de cada río para describirlo sintéticamente. Es lo que nosotros venimos llamando “elemento identificador”, que sustituye a la descripción completa inadecuada para la conversación rápida o normal. Veamos algunas de estas notas que han dado lugar a los hidrónimos altoaragoneses:

-Ésera < lezera y l´esera, “el que se precipita en la sima”

-Zinga o Zinca < zinga-na, “el que azota”.

-Alcanadre < alka-n-ater-ere, “el que se desvía próximo a acabar”.

-Gállego < gal-ego, “el que yerra en el camino del Sur”.

-Subordán < sube-ordo-dan, “el que parece una serpiente en la pradera”.

-Isábena <iz-abe-na, “el que lleva agua de boca buena”.

Podríamos seguir en la misma línea, río y nota característica, durante mucho rato (y no solo en toponimia altoaragonesa), con Bero, Beral, Araxas, Isuela, Estarrún, Ijuez, Formiga, Calcón, Lanata, Guarga, Aurín… Sólo el río Ara no tendría característica o nota diferenciadora alguna. Insisto: Ara no puede significar “corriente de agua “ o “río”.

3. El método formal, comparativo o de emparejamiento de cromos, toma una forma de origen desconocido, Ara, y busca otra forma igual o similar en un sistema lingüístico bien conocido. A partir de aquí pueden suceder dos cosas: la primera es que tal forma igual o similar pertenezca a la lengua latina (o una romance) en cuyo caso se suele aceptar sin dudar a causa de la gravísima latinitis que padecemos, aún cuando la inconveniencia semántica salte a la vista (como por ejemplo en Cavoregs, después Camporrells, que se quiere derivar de campus borrellus, campos rojos o bermejos, absolutamente imaginarios); la segunda, que a falta del latín o referentes próximos (romance, árabe, gótico…) haya que acudir a un sistema muy lejano en el espacio o en el tiempo que nos brinde semejanza o identidad formal y, si es posible, además una cierta relación semántica, como por ejemplo, en el topónimo Elarun, después El Run, que alguien considera emparentado con el inglés run, correr (porque el río Ésera corre junto al lugar), lo que crea un problema mayor que el desconocimiento: explicar cómo la influencia anglosajona pudo llegar en el siglo IX al más alto Pirineo oscense.

4. El método comparativo o formal es capaz por sí solo de cambiar la historia de la humanidad. Por lo que a nosotros respecta, pueden aparecer por la vieja piel de toro muestras “evidentes” de las culturas grecorromanas, fenicias, cartaginesas, visigóticas, árabes y norteafricanas, pero también, fránquicas, altoalemanas, gaélicas, anglosajonas, eslavas, uralo-altaicas y un largo etcétera, y para explicar tales muestras se acude a contactos e influencias imaginarios y complejos, cuando no se afirma directamente la presencia en Iberia de ligures, cimbrios, oscos, volscos, helvetos, teutones, umbros, belgas… O se erigen ciudades célticas como Kontrebia Belaisca con una mala lectura, o se inventa la inmensa falacia de los celtíberos, “los celtas de Iberia”, que hablaban y escribían en pura y bellísima lengua ibérica. Hay quien, en alas del método maldito encuentra cien y una muestras de la presencia de los celtas ¡en Baleares!. Lo que no vamos a encontrar en Iberia son las muestras de la lengua ancestral ibérica, a pesar de que sus manifestaciones escritas se cuentan por miles (más de 2.000 textos epigráficos) y las habladas (topónimos) por decenas de miles, simplemente porque la lengua ibérica “no se entiende en absoluto”, y cada una de sus manifestaciones ha sido manipulada cuando no ignorada y, en muchas ocasiones arrastrada con evidente escándalo al mundo hispanorromano-visigótico-católico.

Tenemos que centrarnos ya en la interpretación del hidrónimo Ara. Como siempre, debemos sumergirnos en el campo de la toponimia real. ¿Cómo es el río Ara?, ¿tiene o no una característica especial que pueda actuar como elemento diferenciador?, ¿cuál puede ser ésta?. De entre varias descripciones seleccionamos las notas siguientes. Desde su nacimiento hasta su confluencia con el Zinca (en realidad, cola del pantano de Mediano) recorre 69, 5 kms. Tiene una cuenca de recepción de 718 km2; caudal medio de 21,6 m3. Nace en el circo glaciar del Ara, falda sur del pico Meillán, en la parte sur del macizo de Vignemale, con la fuente a una altitud de 2.930 m. El Diccionario de Madoz nos dice que “es diferente de todos los ríos de las montañas, imitando más bien a los de las llanuras, pues corre mansamente y por lo tanto todo este tránsito es llano y despejado fuera de un tramo en Sernobal”. Pero esto es una verdad a medias: el primer tramo, de Vignemale o Comachibosa a Bujaruelo, de 14,8 kms., tiene un desnivel medio del 8,72%, y el siguiente, de Bujaruelo al Puente de los Navarros, de 6 kms., del 4,6%, y sólo en el tercer tramo, el de Torla, desciende al 2,34%. Cierto que en la parte media (Llanos de Plandubiar y Fiscal) y, sobre todo, baja (entre el congosto de Jánobas y el Zinca), tiene pendientes muy suaves, pero ello no es totalmente excepcional. No está aquí la nota identificativa. Es, por otra parte, el único río totalmente libre y en estado natural del Pirineo aragonés; pero este hecho, en tiempos de nuestros antepasados iberos, era común y carecía de significado. Tampoco por aquí hallaremos el contenido de este topónimo. Pero hay otro párrafo en el Madoz que nos descubre un hecho muy significativo: “Tiene su origen en la cumbre de aquella parte del Pirineo de dos copiosas fuentes: situada la una en el llamado paso de Catieras y la otra en el denominado puerto de Cerbollanos (Cerbellona), cuyas aguas se juntan a ½ legua de su nacimiento”. Este hecho, emparejado con lo antes dicho “con la fuente a una altitud de 2.930 m”, sí que constituye una nota característica o diferenciativa, sumamente notoria pues no se da en ninguno de lo ríos pirenaicos aragoneses, desde el Esca (formado por el río o barranco de Belagua, al que se une en Isaba el Uztarroz por la derecha y, enseguida, por la izquierda el Belabarce, todo ello en Navarra, antes de penetrar en Aragón) hasta el Noguera Ribagorzana, común a Cataluña y Aragón. El río Ara tiene su nacimiento, esto es, queda formado y distinguido como vena principal a una altura inusitada, de modo que, siguiendo hipotéticamente su cauce, podríamos llegar hasta allá arriba, hasta las máximas alturas de la cordillera. Todos los afluentes (Otal, Araxas, Sorrosal, Chaté, Forcos, Sieste y Ena) se ven claramente subordinados, sin introducir confusión sobre la arteria principal que desciende desde las grandes alturas.

En lengua ibérica ara tiene una primera acepción muy importante y frecuente en toponimia: tierra, tierra de labor, y con este valor la hemos identificado en una larga serie de topónimos altoaragoneses. Pero ara es también el agente de tercer grado del verbo ara(tu) que significa “llegar allá”, “acercarse”, “ir allá”. La forma aratu que nos proporciona el DRAE contiene el sufijo de infinitivo –tu (variante –du) que es una contaminación de origen latino, por lo que la forma ibérica originaria fue ara. Como también hemos explicado en diversas oportunidades, el agente de tercer grado de un verbo cualquiera tiene desinencia cero, esto es, el infinitivo y el agente son iguales. Por consiguiente, ara significa literalmente “el que llega allá”. Y supuesta la presencia de nuestros antepasados junto al río y en un lugar próximo a su cabecera (Bujaruelo, Torla, Broto…), a la vista del enorme macizo, el río Ara sería para ellos “el que llega hasta allá” o “el que llega de allá”.


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© Bienvenido Mascaray bmascaray@yahoo.es

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