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Arraso (251 – a) y Atós (251 – b)

Altoaragonesa

Los dos topónimos que presento hoy deben ser estudiados necesariamente en forma conjunta, y ello no por razones de proximidad geográfica, que la tienen; ni por la semejanza formal, que no existe; ni por el contenido que, justamente, es bien distinto, casi contrapuesto. Se trata de un caso interesantísimo en el que es absolutamente imposible efectuar lo que para mí es la esencia de la toponimia real: la comprobación sobre el terreno de la interpretación hallada; y puestos en esta extraña coyuntura, cuando lo obligado o por lo menos prudente parece ser el silencio, viene el segundo de ellos a dar sentido al primero, y viceversa. Un nuevo modelo de vinculación de topónimos, distinto a los ya descritos a lo largo de mi obra y que, en sustancia son los siguientes:

1. Isotopónimos o parónimos. Tienen identidad formal plena y también de contenido o significado. Su fundamento está en lo que para mí se ha convertido en un axioma y que vengo exponiendo de este modo: “Un mismo pueblo que habla una misma lengua, ante hechos o situaciones semejantes, aún cuando se den a gran distancia entre sí, crea topónimos iguales”. Son sumamente frecuentes, ya dentro del Alto Aragón (Jabierre 5; Yosa 3; Bescós 3; Abi 2; Bellestar 2, etc), ya entre el Alto Aragón y otro lugar de la Península (Mallorca, Ampurias, Madrid-Madrí, Gállego, Benabente, etc.), ya entre dos o más lugares de Iberia no altoaragoneses (Palma, Balencia, Alcudia,etc.). Un ejemplo bien reciente en mi obra y sumamente notorio es el de Toledo (Toledo-Lanata en Huesca, Toledo en Castilla-La Mancha, O Toledo en Ourense).

2. Isotoponimia o paronimia parcial. Los dos topónimos siguen teniendo idéntico significado, pero en cuanto a la forma, si bien ambos cuentan con elementos o formas comunes, hay en uno de ellos una variante formal respecto a la correspondiente en el otro. Un caso muy claro lo estudiamos en Escusaguat-Escusabot: ambos significan “no se ve el aguaje” y comparten las formas ez y kus; pero mientras en Escusaguat se añade la voz aguate, aguaje, en Escusabot se incorpora abotz, también aguaje. Otro tanto cabe decir de Malgurgued-Malgudgued, siendo aquí la forma equivalente ur, agua, en el primero, y uda, idem, en el segundo. Pero el gran ejemplo se paronimia parcial (dando la razón a Estrabón en su Geografía) sigue siendo el tándem Iberia-Ispania, ya estudiado por mí en Baliaride, Toponimia, lengua y cultura ibéricas en Les Illes (2.004) y apropiado por otros (copiado sin citar el autor).

3. Sinonimia completa sin semejanza de formas. O lo que es lo mismo, dos formas distintas de decir lo mismo. Hay temas recurrentes o, si se quiere, insistencia en el mismo hecho diferenciador escogiendo palabras distintas. Refiriéndose a la naturaleza de la tierra de labor, si ligera y suelta para el trabajo, nos encontramos con Bierge, (sin trabajo), Araguás y Aragüés (tierra dulce y ligera), Arascués (tierra muy dulce y ligera), etc. La abundancia de ganado lanar es otro tema muy manido: Sasé, Sena, Dalofra, Santamarina, Bardaixín, etc.; las tierras estériles o de bajo rendimiento, la abundancia de establos, los buenos huertos, los manzanales, etc.

4. Para terminar con la sinonimia (que no es la única forma de vinculación de topónimos) citemos un nuevo caso: sinonimia total e identidad de formas (como en el nº 1) pero que las alteraciones fonéticas posteriores han diferenciado tanto los topónimos que no es fácil establecer la relación. Un caso bien evidente (y reciente) es el de Yéspola frente a Espullá. En ambos intervienen las voces ez, no, y bola, bolo, terrón, torroco, y significan por igual “no terrones o torrocos”. Pero en Yéspola (Alto Gállego) se observa diptongación e > ie, aparición de la y fricativa-palatal-sonora, y desplazamiento del acento a la primera sílaba, mientras que en Espullá (Ribagorza oriental) no hay tal diptongación, sí cerramiento de o>u, palatalización de /l/ y desplazamiento del acento a la última sílaba.

Arraso y Atós son dos topónimos en los que no hay sinonimia ni identidad o semejanza de formas, pero tan vinculados que uno no se explica sin la presencia próxima del otro. Incluyamos unas notas previas:

Arraso: “Caserío de 7 habitantes; a 951 m de altura. Tenía 18 habitantes en 1.900. Aparece tardíamente, con un fuego en 1.488. Situado en el valle del río Guarga, accediéndose a través del vial de Gésera, mediante 2 kms. de buena pista. No figuraba con censo en los años de 1.980, volviéndolo a tener en 1.990 -8 habitantes-, pero la finca seguía explotada y atendida. A su atractiva y voluminosa vivienda, rodeada de edificios agroganaderos, se penetra por patio abierto con soportal; exquisita sala en la primera planta, empedrada con cantos rodados; la casa parece originaria del siglo XVII, reformándose en el XIX, así lo indican fechas de 1.824 y 1.855.A su lado se construyó un llamativo pajar, con placa que lo data en 1.840. Herrería de 1.861. El oratorio particular es inmueble de los siglos XVII-XVIII, dedicado al pastor San Úbez; nave cubierta con lunetos y ábside rectangular abovedado; coro alto en los pies; la puerta de la sacristía –inutilizada- es de 1.632 y el óculo de iluminación de los pies de 1.772; pila bautismal picada por “GASPAR GRASA ME FICO”; ventana con ajedrezado y sogueado. Enterramientos de loseta en la corona de la iglesia” (A. Castán, Lugares del Alto Aragón).

Antes de llegar a la casa con sus dependencias, y al costado derecho de la ruta, nos encontramos con una buena nave ganadera en la que una placa pregona su uso: explotación de ovino de raza “rasa aragonesa” y, junto a ella, una gran pila de pacas de paja. Ya ante la casa y en una amplia explanada, otra gran nave, abundancia de maquinaria agrícola y nuevo acopio de paja. El destino salta a la vista: por encima de la casa y por el costado derecho una serie de campos roturados recientemente, de distinta extensión, alguno muy grande. Llama la atención agradablemente la perfección de la labor ejecutada que confiere al paisaje una hermosura especial. Pero allí, en aquel silencio y soledad, no cuesta ningún esfuerzo imaginar un cuadro del pasado en el que la fuerza de las máquinas era sustituida por la de los bueyes que abrían surcos muy hondos gracias a un arado impelido hacia abajo con el sudor de un labrador. Y en lugar del rugido del tractor, oír las voces tan repetidas y naturales del ¡arre! y ¡xó!.

Atós Alto: “Lugar despoblado en la década 1.960-70, propiedad de la DGA; a 760 m de altura. Tenía 13 habitantes en 1.900… La pardina de Atós, dos viviendas e iglesia, compone un hermoso conjunto alzado en el siglo XVII, en el suave declive de un lomón. Las dos casas, arruinadas, son de enorme desarrollo horizontal, individualizadas y con una calle con pozo central –pileta fechada en “Año 1.919”- como nexo de unión. La primera, casa Grasa, poseía vasta sala empedrada con cantos rodados… La segunda, con puerta adovelada, estira larga fachada…; en la puerta hacia las cuadras se mató la arista… Hacia el este, un pajar fechado en 1.848, entre los mejores de Serrablo; la planta inferior aprovecha el declive y la superior tiene acceso a nivel de la era, donde dos orificios a ras de suelo –boteros- canalizaban la paja hacia la planta baja. Al oeste y aislada, iglesia del siglo XVII…”

Atós Bajo: “Casa de propiedad privada de uso temporal, a 736 m de altitud. Está situada a 150 m del desvío de la carretera Huesca-Sabiñánigo, vial del Guarga. Es paso hacia Atós Alto. Vacía en los años 1.990, ha sido rehabilitada por los propietarios” (autor y obra antes citados). El mismo ambiente de tierras de cultivo de cereal, era, pajares, cuadras…

Arraso es un topónimo muy sencillo compuesto por dos voces populares y de remota tradición. La primera es arre, interjección para hacer caminar a los bueyes; tiene variante arra, con igual valor. Cualquiera de ellas puede estar presente en Arraso, puesto que el segundo elemento es aso, expresión para que paren los bueyes. La composición arre-aso mostraría elipsis al final del primer término: arr(e)aso; con arra-aso, también elipsis al final del primer término con encuentro de vocales iguales. El significado de Arraso (supuesta la conjunción copulativa, primera víctima de la fuerza de compresión interna de la lengua ibérica) sería “arre y xó”.

Pero, en este punto, ¿cómo comprobar tal interpretación?, ¿qué puedo preguntar que no sea un obviedad?. ¿Quién podría explicar el motivo de la elección de tal elemento identificador?. Por otra parte, ¿no puede existir otra composición con un contenido más descriptivo, material, tangible?. Cuando he decidido guardar silencio, reparo en Atós. Se trata de un topónimo simple, de una sola forma: la voz ibérica atoz, “voz que se da a los bueyes para que se acerquen”. Demasiada coincidencia, tiene que existir una relación originaria en la creación de ambos topónimos y, aunque desconozca la fecha, no exista acta ni noticia alguna al respecto, tengo la seguridad, que trasmito a mis lectores, de que Atós, en relación con Arraso, significa ¡toma! o ¡ven! o cualquiera otra similar, quizá la interjección ¡toz!, todavía en uso para atraer al carnero.


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© Bienvenido Mascaray bmascaray@yahoo.es

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