Lengua Ibérica
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I. Teoría iberovasca.
El vascoiberismo o teoría iberovasca pretende explicar el origen ibérico de la lengua vasca, más aún, afirma la identidad substancial entre el llamado vasco antiguo y la lengua ibérica. Polémica muy antigua y enconada que sigue sin resolverse. Ante esta falta de resolución y, por ende, ante la incapacidad de interpretar la lengua de nuestros ancestros, el origen y el devenir de la teoría tiene solo un interés anecdótico; menor, todavía, la relación de detractores y la exposición de sus argumentos. No obstante, insertamos la historia de la misma tomada del blog Ama Ata que dice así:
Historia
Estrabón en el siglo I a. C. (es decir, cuando todavía se hablaba íbero en la Península) afirmaba que los íberos y los aquitanos eran similares físicamente y que hablaban lenguas “parecidas”. Si bien se ha intentado discutir el alcance exacto del aserto de Estrabón, dado que en la actualidad se considera probado que el aquitano sería una forma antigua de vasco.
Siglos XVI y XVII
En 1607 se publicó en México el libro “Discursos de la antigüedad de la lengua cantabra Bascongada” escrito por el pintor Balthasar de Echave, natural de Zumaia, Gipúzcoa. En él, el euskera habla como vieja madre a su hija el romance y narra la historia vista desde Gipúzcoa. Durante siglos fue una obra vascoiberista de referencia y es de reseñar que existe una copia manuscrita por el Padre Larramendi en Loiola. Eran tiempos de persecución que dieron con la expulsión de la Compañía de Jesús en 1766. El trabajo de Arnaud Oihenart (1592-1667) en su Notitia utriusque Vasconiae (1638), donde introduce la idea (todavía defendida en la actualidad) de que la forma antigua ‘ilia’ significa “ciudad”. Mientras que en 1674 José de Moret (Annales del Reyno de Navarra) considera que hay por toda España un gran número de topónimos “vascónicos”, lo que indicaría que el vasco era la lengua común de toda España.
Siglos XVIII y XIX
En el siglo XVIII se debatió bastante la idea, aunque, en opinión de Caro Baroja, más como propuestas novelescas que como una discusión científica. Entre los defensores de la teoría destaca Manuel Larramendi en su De la antigüedad y universalidad del Bascuence en España (1728) y entre los detractores el padre Flórez o el padre Traggia. A principios del siglo XIX se publicaron dos trabajos vascoiberistas: el Apología de la lengua Bascongada (1803) de Pedro Pablo de Astarloa y el fantasioso Alfabeto de la lengua primitiva de España y explicación de sus más antiguos monumentos y medallas (1806) de Juan Bautista Erro y Azpiroz, a quien le cabe el dudoso honor de ser el primero en inventarse traducciones vascas de las inscripciones paleohispánicas. Más rigor científico tuvo, en cambio, el estudio de Lorenzo Hervás (Catálogo de las lenguas de las naciones conocidas 1804), también defensor de la propuesta vascoiberista.
Pero quien más contribuyó a su popularización en la comunidad científica de la teoría vascoiberista fue Wilhelm von Humboldt en su obra Prüfung der Untersuchungen über die Urbewohner Hispaniens vermittelst der Vaskischen Sprache (1821), quien, sobre todo en Europa, es considerado padre de la teoría; si bien partía de su contacto con intelectuales vascos y de la lectura de los trabajos de Astarloa y Hervás. Básicamente, la teoría afirmaba que el íbero era la lengua madre del vascuence, es decir, el vascuence sería un descendiente directo del íbero. Debe tenerse en cuenta que entonces se consideraba que básicamente en toda la Hispania indígena prerromana se hablaba la lengua íbera (pues entonces no se consideraba ni siquiera probable la presencia de hablantes de lenguas celtas en Hispania). Este tipo de afirmaciones derivó enseguida en la idea de que los vascos serían los habitantes originales de la península mientras que los demás, es decir celtas y romanos, serían invasores posteriores.
Posteriormente, los trabajos sobre el vascoiberismo se fueron desarrollando en paralelo con los del desciframiento de la escritura íbera (que tuvo grandes avances en el siglo XIX) llegando en 1907 un trabajo fundamental de Hugo Schuchardt (Die iberische Deklination), gran conocedor de la lingüística vasca, que en reacción a un estudio de Philipon (quien proponía que las inscripciones paleohispánicas estaban en una lengua indoeuropea) intentó establecer un paralelismo entre diversas supuestas terminaciones que se encontraban en las inscripciones ibéricas y la declinación vasca.
Siglo XX
Sin embargo, la práctica totalidad de estos estudios se quedaron obsoletos cuando en los años 20 Manuel Gómez-Moreno inició el desciframiento de la escritura íbera, mostrando que las lecturas previas tenían muchos errores. El trabajo revisado de Gómez-Moreno fue publicado en 1949. Este trabajo permitió leer de forma aproximada los textos, pero los textos siguen siendo ininteligibles en la actualidad, aunque puedan ser pronunciados aproximadamente. Fonológicamente el ibérico y el vascuence tienen una cierta semejanza.1 y paralelos de alternancia morfológica llamativos.2
Muchos autores trataron de interpretar los textos ibéricos a partir de raíces vascas a lo largo del siglo pasado pero sin demasiado rigor y con manipulaciones poco rigurosas. Por esa razón la hipótesis vascoiberista, cayó en descrédito, principalmente a causa de la imposibilidad de avanzar en la traducción de los textos íberos basándose en el vascuence.
Antonio Tovar y Koldo Mitxelena que prestaron atención a la teoría y apuntaron la posibilidad de ciertos cognados, acabaron desechando la hipótesis. Tovar en una larga serie de publicaciones (1949, 1951, 1954, 1959, 1961) probó que muchas de las semejanzas encontradas eran superficiales, que el ibérico y el vasco diferían notablemente en muchos aspectos y lo que es más importante el ibérico no podía entenderse directamente a partir del euskera. Koldo Mitxelena en una serie de trabajos (1955, 1958, 1973, 1976, 1979) llegó a exactamente a las mismas conclusiones de manera independiente, aunque los dos reconocieron que existían semejanzas y posibles préstamos que podrían ser el resultado de un Sprachbund reflejado en los nombres propios. El trabajo de Koldo Mitxelena fue importante porque revelaba que el vascuence antiguo había sufrido importantes cambios respecto al moderno y que cualquier comparación válida debía hacerse con el proto-vasco reconstruido o con el aquitano, lenguas atestada fragmentariamente que puede considerarse un antecesor antiguo del vasco moderno documentada en tiempos romanos.
Tras el trabajo de Tovar y Mitxelena la teoría dejada de lado durante décadas hasta la aparición del trabajo del lingüista Juan Luis Román del Cerro, que anunció haber logrado traducir varias inscripciones ibéricas a partir del vascuence. Este trabajo fue revisado y fue ampliamente rechazado a pesar del entusiasmo inicial que despertó. Larry Trask (1997) analiza varios ejemplos del decepcionante trabajo de Román del Cerro y concluye con comentarios muy duros hacia este trabajo y el vascoiberismo en general:
Uno podría preguntarse de manera razonable qué tipo de estructura gramatical exhibe el “ibérico” que proviene de las manipulaciones de Román del Cerro. La respuesta es: ninguna en absoluto. En el “ibérico” de Román del Cerro no hay partes de la oración: cualquier morfo puede funcionar indiferentemente como nombre, verbo o adjetivo, sin afijación o modificación [...] Tampoco hay palabras: las palabras permanecen “indeterminadas en ibérico”, y no hay una estructura reconocible en términos de raíces, terminaciones o afijos. No hay un orden sintáctico fijo de elementos: los morfos pueden aparecer en cualquier orden, sin restricción, y como consecuencia, las series de morfos se leen “en sentido directo” (hacia adelante) pero otras veces “en sentido inverso” (hacia atrás).3
L. Trask (1997), p. 386
Los últimos avances en el conocimiento de la lengua íbera, partiendo de estudios meramente internos, han inducido algunos significados y semejanzas entre la lengua vasca y la íbera, sin llegar a tratar de pretender traducir la una a partir de la otra. La mayoría de los lingüistas se han mostrado prudentes y Joaquín Gorrochategui Churruca por ejemplo denomina “un cierto aire de familia” a esta relación, lo que en un lenguaje más científico se llama Sprachbund. Otros lingüistas, como Rodríguez Ramos van más allá y sugieren la posibilidad de que el protovasco y el protoíbero provendrían de un mismo grupo de lenguas emparentadas, pero no tendrían una relación genética directa e incluso que los hablantes de ambas protolenguas llegasen a la zona de los Pirineos y a la Península Ibérica hace unos 3000 años con la cultura de los campos de urnas.
Comparación lingüística
Existe cierto número de rasgos, especialmente fonéticos, y semejanzas superficiales, entre el vascuence y la lengua de las inscripciones ibéricas. La existencia de dichas semejanzas es interpretado por la hipótesis vascoiberista como reflejo del parentesco compartido, aunque alternativamente dichas semejanzas podrían ser el resultado de sprachbund o convergencia típica de un área lingüística. Algunas de las semejanzas observadas entre el íbero y el vascuence patrimonial/aquitano, a parte de ser ambas lenguas aglutinantes, son las siguientes:
sistema de cinco vocales en oposición fonológica: /a/, /e/, /i/, /o/ y /u/
no hay [w] antes de vocal
ausencia de [l] final
no hay vibrante (r) en inicio de palabra
no existen grupos silábicos formados por consonante oclusiva más vibrante o lateral más vocal (tales como “bra” o “cle”) ni en protovasco ni en íbero. La estructura silábica es (C)-V-(S) en ambas lenguas, siendo C cualquier consonante, S una sibilante (s, z, …) o sonorante (n, r) y V un núcleo vocálico (formado por una vocal o diptongo decreciente).
existen dos fonemas róticos en oposición fonológica, se ha propuesto que en ambas lenguas uno sea vibrante simple [ɾ] y otro múltiple [r], pero su valor en íbero está por determinar.
hay dos sibilantes en íbero que se propuesto paralelizar con las dos series de sibilantes vascas. Cabe decir que el sonido apicoalveolar [s] de las lenguas hispánicas, incluyendo el vasco, es relativamente extraño fuera de la península ibérica.
inexistencia de las labiodentales sorda /f/ y sonora /v/
etnónimos y gentilicios en -tar, tanto en aquitano “-tar” y “-thar” como en vasco “-tar”, “-ar”
genitivos quizás en -en [la identificación de -en como genitivo en ibérico es una conjetura y es ampliamente discutida]
plurales quizás en -k [identificación conjetural para el ibérico, todavía discutida]
ablativo quizás en -te [identificación conjetural para el ibérico, todavía discutida]
alternancias similares del tipo ibérico “-ildun/iltu-/iltur-” y vasco “egun/egu-/egur-”
anteposición del genitivo
orden substantivo - adjetivo
“ilti/iltiŕ” ILI/ILER ciudad ibérico con “iri” (<*ili) ciudad en vascuence
“beleś/bels” se puede comparar con el aquitano “Belex”, “-bels” y el vasco “beltz” negro (téngase en cuenta que hay indicios de que en la grafía aquitana el signo X se usaba para ts/tz y que este uso de X se observa en algunos textos vascos medievales).
“ilhun” ocuro en vasco e “Ilunn-” en aquitano con el ibérico iltun (-illun en alfabeto latín e ildun en alfabeto griego), aunque el significado “oscuro” en íbero se considera improbable.
el íbero “-atin” con el aquitano “Dannadinnis” y el vasco “adin” edad
“śalir” quizás unidad monetaria en ibérico con “sari” (<*sali) valor, precio en vascuence tal y como propuso Michelena.
“ekiar/ekien” quizás él ha hecho en ibérico con “egin” hacer / egian él lo hizo en vascuence
“ebanen” quizás él ha erigido en ibérico con “ibeni” colocar, erigir en vascuence. Velaza y otros defienden que “eban/ebanen” significa hijo, equivalente al “filius” latino; interpretación que Untermann considera insostenible.
posibles equivalencias de otras palabras semejantes a las vascuences: “bizkar” atrás/alto en los montes, “argi” luz/brillante, “lagun” compañero o “nabar” oscuro, aunque debe quedar claro que se desconoce el significado de los equivalentes iberos y se basa en simples parecidos formales sin corroboración independiente.
Antropónimos: algunos son tan parecidos que en un par de casos no se puede afirmar la pertenencia a uno u otro grupo
el nombre íbero “Enne-ges” puede compararse con el aquitano “Ennebox” y el vasco medieval “Enneco”
el antropónimo íbero “talscu-bilos” con el aquitano Talsco, Halsco
íbero “biośildun” con el aquitano “Bihoxus”
íbero “Torsinno”, aquitano “Torsteginno”
íbero “Borste”, aquitano “Borsus” y el vasco “bortz” cinco
íbero “Baiser”, aquitano “Baeserte”, “Baisothar” (?) y el vasco “baso” (?) bosque
II. El problema.
Todo lo dicho en el apartado anterior es sobradamente conocido… e inútil. Como lo es la larguísima exposición que del tema hace Julio Caro Baroja en su obra “Sobre la lengua vasca y el vasco-iberismo”, Txertoa, S. Sebastián 1.988. Este autor tiene el honor de haber escrito una de las frases más desafortunadas de toda la Lingüistica española: “Solo por pura paletería se puede ser hoy vascoiberista a ultranza o enemigo acérrimo del vascoiberismo”. Si esta afirmación fuera cierta -y no lo es – habría que situar la relación lengua ibérica/vasco antiguo, al parecer, en uno de estos cinco apartados, tal como los expone Luis Núñez Astrain en su obra “El euskera arcaico”, Txalaparta, Tafalla 2.004: 1º- Padre e hijo. 2º- Parentesco próximo. 3º- Parentesco remoto. 4º- Convergencia areal o contacto generalizado. 5º- Ninguna relación. Pues bien, tampoco este autor consigue el encuadre real. ¿Qué está ocurriendo?. ¿Cuál es el misterio?. El problema radica, surge y se expande en proporciones inmarcesibles por la incapacidad absoluta de interpretar la lengua ibérica y, en consecuencia, desde la ignorancia, cualquier posicionamente será controvertido, confuso, caprichoso, sin fundamento o, directamente, falso.
Sin embargo, la actitud de los protagonistas frente a lo ignoto varía en alto grado. Hay quienes, conscientes de su incapacidad personal, inscrita en una aparente imposibilidad absoluta, con prudencia y humildad que les honra, renuncian a dar una traducción del topónimo, a explicitar en castellano el contenido de una forma impenetrable y, menos aún, a traducir un texto epigráfico completo, para lo que no tendrían otra guía que la apariencia o la imaginación. Ejemplo acabado de esta ctitud es la ingente obra de Jürgen Untermann “Monumenta Linguarum Hispanicarum”, de la que debemos valorar tanto el inmenso esfuerzo patente en los volúmenes publicados, como su prufunda tristeza por el fracaso reconocido por el autor que, al final de sus días, pedía perdón por haber conducido el tema a “un callejón sin salida”. En este grupo “no traductor”, si bien con cierta originalidad, se incluye Xavier Terrado i Pablo, para el que los topónimos ibéricos son “cuadros con pátina”, y que ésta se encuentra tan apegada que si quisiéramos recuperar la imagen “limpia” romperíamos el lienzo (“Metodología de la investigación en la toponimia”, Zaragoza 1.999).
En el lado opuesto, quienes lo traducen todo. Son legión, especialmente en el campo de la toponimia, y carecen de todo criterio o principio científico. Inflamados de entusiasmo y, correlativamente, menguados de sentido del ridículo, han generado una inmensa mole de despropósitos, más o menos revestidos de erudición. Tienen un denominador común; sin “criterio o principio científico” alguno han de seguir necesariamente el camino que marca el método comparativo o formal, siempre en busca de la semejanza, apariencia o aspecto, lo que conduce inevitablemente al error. No reparan, no parece importarles que la comparación de formas pertenecientes a distintas lenguas es siempre peligrosa; pero si estas lenguas pertenecn a sistemas lingüísticos contrapuestos -aglutinante la ibérica y vasco antiguo frente a las lenguas de flexión- el suicidio es seguro. Se construye una toponimia vacía, ligera y falsa, un juego infantil de emparejamiento de cromos que, habitualmente, sobrepasa todos los límites brindando soluciones tan aberrantes como vergonzantes. Un solo ejemplo entre cien mil: el valle Bardaxín (Bardaixín para los naturales del mismo entre los que me cuento) es una composición ibérica formada por (I)BAR DAX(E) IN, “el valle que cría ganado lanar”; pues bien, Joan Corominas, “Onomascticon Cataloniae”, sugiere como cromo-pareja la voz popular BARDAIX, el elemento afeminado en la relación homosexual, “el sujeto pasivo”.
Hay ocasiones en que el método comparativo incluso se adelgaza, se separa de la forma escrita y pasa a depender del aspecto material del soporte, de la apariencia del texto en su conjunto, de la imaginación del intérprete. Una pieza de plata, bronce, plomo o latón, de tamaño adecuado y perforada en ocasiones para permitir el paso de un cordón que la habilite como colgante, viene a ser motejada de “tésera de hospitalidad”, a pesar de que “el pacto de hospitalidad” fue extraño al mundo ibérico; de aquí que el gran número de pretendidas téseras de esta naturaleza no sean sino un largo capítulo de graves errores. Nuevo ejemplo: un catedrático universitario -cuyo nombre no viene al caso- se enfrenta al texto epigráfico bien notorio de la llamada “Tésera Fröehner”, de “Kontrebia Belaiska” o “La mano”, cuya trascripción exacta al alfabeto latino dice así: LUTAZ / ALISOKUM / AULOEGON / GUBIRSBELAIZKAZ. Desde la ignorancia total de la lengua ibérica se siente obligado, ante sus alumnos, a mostrar una ciencia de la que carece: Aventura que está ante una tésera de hospitalidad, busca nombres propios donde no los hay y traduce: “Lobo, de los Alisos, hijo de Ávalo, de Kontrebia Belaiska”. La traducción verdadera es la siguiente: “En lo posible, preparar las tierras de sembradío depositando la semilla profundamente. Aún falto de sueño, vigilar con un arco que alcance los cuervos”. La distorsión, la falacia, es tan enorme como general.
Original y con bastantes seguidores, la obra de Alfonso Urkidi (1.894-1.965) “Toponimiko Iztegitxua”, que tiene evidentes conexiones con los “Discursos filosóficos” de Astarloa. Contiene una larguísima relación de raíces muy breves, generalmente monosilábicas, (“formantes” las llama alguno), que son siempre nombres (primer disparate, ya que junto a éstos aparecen todas las demás clases de formas), referidos al mundo físico (orografía, hidrografía…), lo que propicia el segundo: “trigo barbudo de la mejor calidad” (Barbuñales), por ej., no podría ser un topónimo; no hay presencia alguna del mundo animado (vegetal o animal) contra toda evidencia. Esas raíces están informadas por un sistema fonético de procedencias consonánticas y sustituciones vocálicas. Una idea, por ej., la de alto o cumbre, se expresará y representará a la vez por las siguientes raíces: an, añ, aro, aru, bar, par, bari, ber, din, en, eñ, er, eri, ero, eru, gain, gal, kal, kain, kaiñ, garai, karai, gen, ger, gerr, gia, goa, koa, goien, koien, goiñ, koiñ, goiti, koiti, gon, kon, gua, kua, gue, kue, guren, kuren, in, iñ, jan, jun, man, on, oñ, txan, tzen, zen, tzin, zin, tzon, tzun, zun, un, xan, zan, zen, zin, zun. El resultado me libera de cualquier comentario: Durango > du-ur-ang-o significa para Urkidi “llano de la curva del cauce de la cornisa”.
Abreviemos y volvamos a la teoría iberovasca. El vascoiberismo fue, a la vez, una intuición genial… y un desastre científico. Recomiendo aquí la lectura de la obra de Antonio Tovar “Mitología e ideología sobre la lengua vasca”, desde el tema del vascuence en la Edad Media hasta Azkue y Urquijo. La larguísima serie de autores que trataron el tema, Arana Goiri incluido, tienen en común una nota negativa: no instauraron o no profundizaron suficientemente en la naturaleza aglutinante del vasco antiguo/lengua ibérica, no descubrieron las normas de la aglutinación y sus efectos, ni la fuerza de compresión interna que la rige, ni mucho menos el resultado que se presenta ante nuestros ojos (topónimos y textos epigráficos). Así las cosas, jamás descubrieron el mensaje transmitido ni, por ende, el método reconstructivo imprescindible para alcanzarlo. EN LENGUA IBÉRICA DOS MÁS DOS NO SON CUATRO. Es necesario aclarar este punto para la comprensión del conjunto. Tomemos, por ejemplo, la voz ibérica ituri, fuente, y contemos sus sílabas: i-tu-ri = 3; después la voz ipide, vado, también trisílaba. Si las aglutinamos resulta que la ecuación 3 + 3 no es igual a 6, la composición resultante no es exasílaba. ¿Qué ha sucedido?. Ituri + ipide enlazan con elipsis al final del primer término por encuentro de vocales iguales: itur(i)ipide > ituripide, pentasílaba. La repetición de la vocal /i/ en tres de estas cinco sílabas provoca la haplología de la segunda: itur(i)pide > iturpide, tetrasílaba. Hay aféresis de vocal inicial silábica: (i)turpide > turpide, trisílaba. Sigue la caída de la vocal átona final: turpid(e), que provoca el enmudecimiento de la consonante final: turpi(d) > turpí, bisílaba. Vemos cómo 3 + 3 = 2. El Vado de Turpí, con su fuente al costado derecho en el Alto Ésera (izquierdo aguas abajo) es superconocido desde tiempos ancestrales. Y todo ello nos obligará a superar los hallazgos que, hasta hoy, representan la culminación del iberovasquismo: “Primitivos pobladores de España y lengua vasca”, Wilhelm von Humboldt, Madrid 1.959; y “El origen ibérico de la lengua vasca”, Juan L. Román del Cerro, Aguaclara 1.993.
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