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Salduie (Zaragoza).

Ibérica

En toponimia, contar con una moneda emitida por una ciudad y en la que se halle grabado con caracteres ibéricos el nombre primitivo de la misma, constituye una gran suerte y un descanso. Y es que la moneda, emitida por La Junta de gobierno y bajo su control y supervisión, reúne todas las garantías de exactitud y fidelidad; es un texto epigráfico completo y claro a partir del cual se puede iniciar el trabajo interpretativo. Son, afortunadamente, bastantes: Bolskan, Barkeno, Bengoda, Iaka, Iltirta, etc. En estos textos monetales, como en todos los párrafos escritos u orales en lengua ibérica, nunca sobra nada pues, tras las manifestaciones de la fuerza de compresión interna que rige la lengua ibérica, cada fonema presente es no prescindible y, antes al contrario, lo que queda sugiere la relidad de lo elidido, la “lectura” completa”, con todas las formas separadas e íntegras, antesala de la traducción. Por ello resulta, en ocasiones, sorprendente la ligereza de los estudiosos que, ante un texto monetal como BARSKUNES, leen alegremente baskunes y hasta vascunes y vascones, perdiendo totalmente un elemento esencial para el análisis correcto de este etnónimo. No es el caso que nos ocupa, ya que en las monedas de la primitiva Zaragoza ibérica puede leerse únicamente, y así suele hacerse, SALDUIE o SALTUIE. El análisis morfológico de la composición que nos ocupa llevará a fijar la secuencia, como veremos, en SALDUIE.

Aquí el problema, que existe, tiene otro origen. Para plantearlo con claridad debemos hablar de los parónimos o isotopónimos en primer lugar. Con mucha frecuencia dos lugares muy apartados en lo geográfico tienen un nombre idéntico en lo formal que encierra una misma descripción: Yosa, Ayerbe, Benabente, Bellestar, etc. Son manifestaciones de un principio axiomático: un mismo pueblo que habla una misma lengua, ante hechos o situaciones iguales, crea topónimos iguales, aunque medie una gran distancia entre los lugares nombrados. Junto a estos casos tan manifiestos y frecuentes hay otros muy particulares que la doctrina, por falta de conocimiento de la lengua ibérica, no ha descubierto hasta el momento: un mismo lugar recibe dos nombres que tienen entre sí uno o más elementos o formas idénticas y otra distinta aunque con significado igual o equivalente. Son los casos de paronimia parcial que presenta coincidencia formal en buena parte pero no total, y significado equivalente o muy parecido. Un ejemplo muy claro es el de Escusaguat o Escusabot, referidos ambos al mismo despoblado; el primero se compone de  ez-kus-aguate; el segundo de ez-kus-abots, y ambos significan por igual “no se ve el aguaje”. Pues bien, entre Salduie (inscripción monetal), Salduvia (Plinio el Viejo en su Naturalis historia) y Salduba (tradicional) hay paronimia parcial y significado semejante.  

Pero, antes de entrar en el estudio de estas tres formas que identifican a un mismo lugar y que están tan vinculadas en lo formal y semántico, debemos hacer dos precisiones:

1ª. En los muchos milenios en que la actual Zaragoza estuvo poblada por los iberos (y aún mucho después de la conquista romana), el río Ebro era navegable desde las Conchas de Haro hasta el Mediterráneo, y pequeñas embarcaciones de comerciantes lo surcaban, se detenían aquí y allá para comerciar con los ribereños. Esta afirmación queda demostrada por el significado de Salduie y Salduba,

2ª. En esta ciudad existía un puerto fluvial del que han llegado hasta hoy claros vestigios. Cierto que los romanos lo ampliaron y mejoraron, pero “ampliar, mejorar, actualizar, reformar” son actuaciones que presuponen una obra anterior ibérica. Siendo este trabajo de índole toponímica nos remitimos, en cuanto a instalaciones, fechas y usos a la abundante información contenida en obras como La Gran Enciclopedia de España, dirigida por Guillermo Fatás; Historia de Zaragoza, vol. I, de Miguel Beltrán Lloris y Guillermo Fatás; y en Arqueología y patrimonio histórico-artístico, de Antonio Mostalac y Mª Pilar Biel, dentro de la Guía histórico-artística de Zaragoza, Instit. Fernando el Católico y Ayuntamiento de Zaragoza, 2.008, 4ª edición.

Salduie es una composición ibérica cuyo primer elemento es saldu, vender, étimo de las voces castellanas saldo y saldar; presenta una terminación -du que parece tratarse de la desinencia latinizante -du o -tu habitual en infinidad de verbos en euskera, pero que en este caso forma parte de la raíz (saldugura =oferta, saldoki =tienda, etc.). El segundo elemento que se aglutina al anterior es uida, “el agua”, recogida en el DRALV junto a uial, aguas torrenciales o uielte, temporada de aguas torrenciales, lo que significa que uida, en este caso, no designa al líquido elemento en sí mismo, sino formando masa y en movimiento; de hecho, uiol vale por arroyo, torrente, riada, avenida. El enlace o acomodación de saldu + uida se produce con elipsis al final del primer término por encuentro de vocales iguales: sald(u)uida. Nos queda el tercer elemento, pieza esencial en lo lingüístico y en lo semántico. Un infinitivo como saldu al principio de la composición resulta poco regular a no ser que aparezca después el sufijo de nominalización -de (-te), “los que”, en este caso, “los que venden o los que comercian”; en traducción propia, “los comerciantes”. La acomodación salduida +de se efectúa con elipsis al final delprimer término, salduid(a)de, y luego simplificación de la consonante doble: saldui(d)de. En esta forma, todavía no final, la última oclusiva dental sonora se halla en posición intervocálica, en la que suele decaer frecuentemente y, en este caso, forzosamente por la presencia de otra consonante igual en la sílaba anterior (supuesto de haplología). En conclusión, salduide > saldui(d)e, con significado literal aunque un tanto forzado de “los comerciantes de la masa de agua en movimiento”, propiamente ”los comerciantes del río”. 

Pasemos ahora a la consideración de la forma Salduba, ejemplo perfecto de paronimia parcial y, sin embargo, de la que suele afirmarse que procede de la mala lectura del texto de Plinio que habla de Salduvia. Tengo todas las objecciones habidas y por haber sobre este origen erróneo: en primer lugar, la lengua ibérica presenta la voz ubal, río; después, la terminación uba está presente en topónimos “fluviales” (vinculados a un río) tan ilustrativos como Korduba u Onuba. Finalmente, y ésto es, en mi opinión, terminante, Salduba presenta una estructura perfecta en lo lingüístico (fonética y lexicológica) además de semántica. Saldu no es en este caso un infinitivo sino el agente de tercer grado del mismo verbo (desinencia cero) y debe traducirse por “los que venden o comercian”; la acomodación o sutura saldu + ubal se realiza mediante elipsis al final del primer término por encuentro de vocales iguales; finalmente, en saldubal > salduba(l), luce la haplología ante la presencia próxima de otra consonante lateral en la primera sílaba. Así pues, Salduba, “los que comercian en o por el río“. ¿Coincidencia?. Para mí, sólo cuando no existe explicación científica y rigurosa.

Finalmente, Salduvia. “Cesaraugusta, de la región sedetana, colonia inmune, bañada por el río Hibero, donde hubo una ciudad llamada Salduvia, acoge a 55 pueblos… (Plinio el Viejo, Naturalis historia, III, 3, 24). La autoridad de Plinio, por lo que respecta a la Toponimia, es tan cuestionable como la de Estrabón y la de la generalidad de los autores grecorromanos, y ello con independencia de las adulteraciones y mixtificaciones introducidas por los romanos en general en este campo. Ya hemos visto cómo Barkeno o Barkenona pasaba a ser Barkino o Barcino, Bolskan se convertía en Osca, Iltirta en Ilerda, etc. En este orden, bien pudiera ser que Salduba se modificara a Salduvia. Pero no quiero silenciar la posibilidad de que nos hallemos ante otra paronimia parcial, aunque me temo que, salvo hallazgos y datos nuevos, la cuestión permanecerá indeterminada. Esa posibilidad consiste en lo siguiente: el río Ebro, junto a la Salduie ibérica, presenta un cauce ancho y con escasa pendiente o fuerza de agua, condiciones esenciales para hablar de un hipotético “vado”. En lengua ibérica vado se dice ubi, y con adición del artículo determinado a, siempre al final, ubi-a, “el vado”. Según ésto, Saldubia valdría por “los comerciantes del vado“. Quizás…

En todo caso y acotadas al máximo todas las posibilidades, los resultados muestran una gran coherencia, y se fundamentan en un hecho que, mantenido a lo largo de los siglos, es perfectamente contrastable aún hoy en día: la gran vocación mercantil de los zaragozanos. Zaragoza-ciudad sigue siendo, a pesar de los tremendos cambios en comunicaciones y tecnologías, el centro de una amplia área comercial que comprende las provincias de Zaragoza, Huesca, Navarra, Rioja, Soria, Teruel y Lérida. Yo mismo he conocido bien a multitud de firmas que irradiaban sus rutas comerciales por todo este ámbito, provincia de Lérida incluida. Y recuerdo cómo, hace unos 20 años, un comerciante de la calle Alfonso, continuador de una antigua saga familiar, me decía: “No se olvide, Mascaray: Zaragoza es la mejor ciudad de España para comprar y la peor para vender”. Ésto también son raíces…         

 


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