Epigrafía
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La esperanza de vida entre los iberos resulta, a nuestros ojos, sobrecogedoramente corta. En la tesis doctoral de J. Hernández La necrópolis de Son Real y S´Illa des Porros, Universidad de Barcelona 1.997, se establecen unas conclusiones que recoge Aramburu Zabala en la pag. 113 de su obra El patrón de asentamiento de la cultura talayótica de Mallorca, El Tall Editorial, Palma 1998, en los siguientes términos: “De acuerdo con los datos aportados por la necrópolis de Son Real, la esperanza de vida para los individuos de más de 13 años era de 34,01 años (36,5 para los hombres y de 31,5 para las mujeres”. Un buen recopilador como J. Pellón se expresa así en Los Íberos, Espasa, Madrid 2.001, pag.677: “La vida media de los íberos era de 30-35 años, según análisis antropológicos realizados en algunas necrópolis. Al parecer, sólo el 10% de la población lograba superar los 50 años, y generalmente estos pertenecían a las clases dominantes o élites, que tenían, sin duda, mejores condiciones de vida. La mortalidad infantil era muy elevada; casi la cuarta parte de los niños moría antes de tener 4 años, y el 40% de la población moría entre los 30 y los 40 años; el hombre era más longevo que la mujer. Estos análisis y cálculos corresponden a los asentamientos urbanos; es probable que en el ámbito rural la vida media de las poblaciones fuera más baja”.
Podríamos averiguar, a través de la lectura de muchos textos epigráficos, cuales fueron las causas próximas y remotas que produjeron tal estado de cosas. Pero en este momento nos limitaremos a señalar que un hombre de 35 o una mujer de 33 años se sentían ya en la antesala de la muerte, lo que conllevaba una urgencia vital para todo, estando el inicio de toda actividad (laboral, sexual, cinegética, bélica, pastoril, etc.) condicionada tan solo por la aparición de las aptitudes precisas; conllevaba, asimismo, aquella “acechanza de las horas” del maravilloso vaso de Castilo y, por supuesto, la glorificación de la juventud frente a la llegada de la madurez, mensajera del fin. Esta comparación juventud-madurez, valiéndose de la analogía pollo-gallina, luce en el magnífico texto de la tésera Turiel 4, estudiada en la Epigrafía prerromana, pag. 371, cuya fotografía y dibujo reproducimos en cabecera.
Antes de entrar en su análisis, dos consideraciones previas:
1ª. La figura representada en la tésera bien podría ser la de un topo, perro, cerdo con oreja descomunal… Dado el sentido del texto, pensamos que se trata del cuerpo de la gallina muerta, ya desplumado y decapitado.
2ª. En la parte inferior del imperfecto óvalo aparecen dos signos de interrogación supliendo a signos ilegibles. Entre ellos parece leerse gi(ki). Pero no quiero entrar en suposiciones demasiado arriesgadas, sobre todo porque la palabra desconocida ha de tener un valor muy aproximado a “vale” o “es mejor”.
A). Transcripción.
GO(KO)-DI(TI)-I-N-GA(KA)-I:
E-L-DI(TI)-GU(KU)-M:
DI(TI)-GO(KO)- ¿-GI(KI)-¿-DI(TI)-DE(TE)-N-DI(TI)-U.
B). Secuencias.
GOTINGAI: ELDIGUN: DIGO … TITENTIU.
C). Lectura.
Got(or) in gai; eld(u) igun: digo … tit(a)-en tiu.
D). Análisis morfológico.
Gotor: adj.: grande, bien desarrollado de cuerpo.
in: v.: hacerse. (es infinitivo). Gotor-in: hacerse grande, crecer.
gai: adj.: conforme.
eldu: v. en infinitivo: madurar.
igun: n.: asco, repugnancia.
digo: adv. de cantidad: más
¿…?: v.: por el contexto, “vale”.
tita: n.: voz de origen onomatopéyico que ha llegado viva hasta nuestros días: gallina.
-en: 2º término del comparativo de superioridad “digo…en”: más vale que gallina…
tiu: n.: pollo.
E). Análisis fonético.
1. Gotor-in muestra elipsis al final del primer término. Reparemos en la forma in de egin.
2. Eld(u)igun, igual elipsis. Valor n del signo en posición final.
3. Nueva elipsis en tit(a)-en.
F). Traducción literal.
“Hacerse grande, conforme; madurar, un asco: más vale pollo que gallina”.
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