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Sentencias – I (44)

Textos epigráficos

 

Ya en el capítulo I de esta obra enunciábamos dos tesis primordiales y vinculadas: La lengua ibérica se entiende perfectamente, y esta lengua y el vasco histórico son una y la misma. Y aunque dimos alguna argumentación (casi siempre son, más bien, explicaciones), no hemos hecho gran hincapié en tan sorprendentes y revolucionarias afirmaciones, conscientes de que “se hace camino al andar” y de que, por ello, cada nuevo capítulo, cada nuevo texto interpretado habrá de ser un nuevo argumento que viene a acumularse, hasta llevar al ánimo del lector el convencimiento de que es imposible que todo, todo, sea una invención o manipulación. De modo parecido hemos procedido con la tercera de nuestras afirmaciones primordiales (véase el capítulo “La lengua celtíbera”): si aceptamos que son iberos los pueblos que hablan la lengua ibérica, los celtíberos no son más que una entelequia surgida de la apreciación errónea de los autores greco-latinos. Y lo mismo (cuarta afirmación) cabe decir de la tartésica: entre ésta lengua, la celtíbera y la llamada ibérica-levantina o, simplemente ibérica, no hay ni la más mínima diferencia, excluída su representación escrita.

Es llegado el momento de dejar sentada una nueva afirmación trascendental: el pueblo ibero alcanzó un grado de civilización altísimo, muy superior al mostrado por los encanallados romanos que lo quebrantaron y sometieron. Una religión sobrenatural sencilla y profunda a la vez; un modo de vida auténtico, regido por los principios morales emanados del mandato divino; una suprema dignidad personal manifestada en una convivencia pacífica, ordenada, activa. Pero, con independencia de estos valores y normas colectivos, (algunos ya ampliamente expuestos, como los religiosos), quiero incidir, en éste y en los próximos capítulos, en el buen juicio e inteligencia de que dan muestras constantemente en lo que llamaremos “sentencias”, en su acepción de “dicho grave y sucinto que encierra doctrina o moralidad”. Ya hemos leído al ibero afirmando que “llevo conmigo la acechanza de las horas”; o que “el torpe poda las hojas”, o mostrando su ingenio e ironía en diversas ocasiones. Hay, sin embargo, mucho más.

En la página 132 de la Epigrafía prerromana se recoge la inscripción procedente de la Iglesuela de la Sangre (Sagunto). Ciertamente, no estamos ante una estela funeraria, pero tampoco ante una placa honorífica ni monumental, sino ante una sentencia en la acepción antedicha. No cabe dudar de su autenticidad pues, en otro caso, habría de aceptarse que en el siglo XVIII hubo alguien en Sagunto capaz de expresar un pensamiento profundo en la más correcta lengua ibérica. Acierta el autor de la Epigrafia al afirmar que el signo 5º de la primera línea representa una i y no una n.

A). Trascripción.

N-E-R-S-I-A-DI(TI)-N

BA(PA)-L-GE(KE)-A-DI(TI)-N-DA(TA)-E

B). Secuencias.

NERSIADIN

BALGEADINDAE

C). Lectura.

Ner(e) si(ats) adin

bal-ge adin da-e(n).

D). Análisis morfológico.

Nere: ad. posesivo: mío, de mí, mi.

siats: n.: fortuna, buena suerte.

adin: n.: juicio, razón, entendimiento.

bal: n.: haces de trigo, mieses.

-ge: sufijo de privación: sin.

da: v. izan, 3ª p. s. presente de indicativo : es, consiste.

-en: comparativo de superioridad. Da-en: es más …que

E). Análisis fonético.

1. Nere presenta elipsis al final del primer término.

2. Si(ats), igualmente en su acomodación con adin, muestra elisión.

3. Bal-ge, adin-da y da-en son ejemplos de yuxtaposición necesaria o aparente.

4. En dae(n) hay decaimiento de la n fnal

F). Traducción literal.

“Mi fortuna es más el juicio que el trigo sin juicio”.


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© Bienvenido Mascaray bmascaray@yahoo.es

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