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Proyecto – I (64)

Textos epigráficos

Cuando encontramos en el mundo ibérico una muestra o manifestación de desarrollo cultural o material, resulta obligado atribuirla al influjo o a la enseñanza de los pueblos civilizados (griegos, fenicios, cartagineses y romanos, fundamentalmente), ya que la doctrina patria, en general, ha asumido la prédica de los historiadores grecorromanos: los iberos eran de natural salvaje y violento, vivían como fieras, eran inmorales e indolentes…Por consiguiente, todos los crímenes, hasta los más horribles y generalizados, todos los vicios, todas las humillaciones e injusticias cometidos por los romanos, podían quedar cubiertos por el manto de una pretendida acción civilizadora. Y la patraña histórica resultó tan convincente que, los hispano-romanos, muchos siglos después, pudieron reeditar la obra con iguales medios y excusas para tapar el mismo encanallamiento (colonización de América).

Así, “el alfabeto ibero parece derivar de la escritura fenicia”, a pesar de que ésta consta de 32 signos frente a los sólo 28 de la ibérica; de que tales signos sean muy distintos entre sí, y de que la ibérica, en su modalidad tartésica, naciera y cobrara gran desarrollo en una zona, Algarbe y Bajo Alemtejo portugués, que no es la más intensamente colonizada por los fenicios. Resulta verdaderamente inverosímil imaginar a los fenicios enseñando a los iberos un sistema de escritura distinto al suyo propio: pues, aun así, nos tragamos la píldora por atravesada que resulte, ya que será preferible a imaginar a los iberos creando su propio sistema de escritura. Otro tanto podemos decir del olivo y del aceite, tan valiosos para la agricultura, la alimentación, el comercio exterior: los retorcidos y escasamente útiles acebuches, autóctonos de la Península y de las “Baliarides”, son injertados y transformados en espléndidos y productivos olivos gracias a la técnica del injerto que, cómo no, nos enseñaron los fenicios…Otras muchas cosas más nos enseñaron los fenicios, y no hablemos de la labor civilizadora de griegos y romanos. Hasta los árabes, ya en el siglo VIII d. de C. alcanzaron a “desasnarnos”: veamos, a título de ejemplo, el maravilloso sistema de riego que implantaron en Banyalbúfar, con sucesión descendente de “presas de agua turbia” (del ibérico albo, presa de agua, y uhar o ufar, turbia. Vid. Benialbúfar en mi obra Baliaride).

En pleno territorio de los barskunes (vascos), las ruinas de Andión, junto a Mendigorría (Navarra), brindaron a los investigadores una larga serie de realizaciones materiales y culturales inscritas todas en lo que, de inmediato, se llamó “ciudad romana de Andelos”, ya citada por Plinio el Viejo y por Ptolomeo: la presa, el depósito regulador, el acueducto, el Castellum Aquae, la ciudad de planta octogonal con vías principales y secundarias que delimitaban manzanas de casas, la muralla perimetral que encerraba una ciudad de 18 Has., la superposición de pavimentaciones sucesivas a lo largo de los tiempos, los edificios públicos y las tiendas…Pero, sin duda, el elemento más apasionante es un pavimento de opus signinum, misterioso hasta el momento, formado por una capa lisa a base de polvo de ladrillo o de teja en la que se incrustaban teselas (pequeñas piedrecitas cuadradas) de color blanco, negro, rojo…, con las que se formaba un plano muy complejo y a la vez ordenado, además de un texto escrito al pie en alfabeto ibérico. Todo esto, y mucho más, aparece en el valioso fascículo Andelos ciudad romana, editado por el Gobierno de Navarra y el Ayuntamiento de Mendigorría, con 16 carátulas plegables, que merecería una nota sobresaliente si no se dejara arrastrar, como siempre, por el menosprecio hacia nuestros antepasados y el más triste entreguismo hacia lo ajeno. El pavimento original puede contemplarse expuesto en la planta primera del Museo de Navarra. Hemos reproducido al inicio su fotografía y la trascripción errónea que se hace en dicho fascículo:

Pero los iberos eran capaces de construir grandes ciudades (Complutum, de los carpetanos, por ejemplo, tenía una extensión de 68 Has.), y de hacerlo, además, habiendo concebido minuciosamente un proyecto del que levantaban un plano. Y esto es, sencillamente, el pavimento encontrado en Mendigorría: el plano de la ciudad que se va a construir de inmediato. Y que el proyecto, plano y construcción fue ibérico ( y, por consiguiente, falso, una vez más, el epíteto “romano” para Andión) se comprueba no sólo por el texto ibérico explicativo del proyecto, sino por tres precisiones muy significativas que se hacen en el mismo: la ciudad será construida en muy poco tiempo, como si alguna urgencia especial (quizá la amenaza romana) lo exigiese; la previsión de “más laderas”, o si se quiere, de laderas más altas para facilitar la defensa, y. finalmente, “de piedra”, desechando otros materiales (adobes, madera…) que pudieran hacerla más vulnerable. Hay otro argumento sumamente contundente: remito al lector al capítulo siguiente, Proyecto II, en el que se analiza otro ejemplo similar, el mosaico de Caminreal (Teruel), yacimiento de La Caridad. Vamos ya con el análisis del texto.

A). Trascripción.

L-I-GI(KI)-N-E

A-BU(PU)-L-O-R-A-U-N-E

E-GI(KI)-E-N

BI(PI)-L-BI(PI)-L-I-A-R-S

B). Secuencias.

LIGINE

APULORAUNE

EGIEN

BILBILIARS

C). Lectura.

(I)LI GINE(N)

APUL ORA UNE

EGI-EN

BILB(IL) ILI ARS(U).

D). Análisis morfológico.

Ili: n.: ciudad.

ginen: variante de ginan, giñan, “sufijo que toman algunos gerundios en vizcaíno”: haciendo. Pero ginen es más complejo e interesante que lo expresado en el DRALV: encontramos por vez primera la variante netamente vasca egin del verbo ibérico in, hacer, construir, variante que presenta aféresis de vocal inicial silábica, (e)gin, y a la que se une el sufijo –en, “como sufijo del verbo infinitivo vale tanto como objeto y aun motivo y obligación”. Por consiguiente, egin-en, (e)ginen, “para hacer la ciudad”, o “cómo debe hacerse la ciudad”.

apul: ad. indef.: poca, un poco. Tiene variante apur.

ora: n.: cantidad, masa.

une: n.: tiempo,

egi: n.: ladera.

-en: suf. comparativo de superioridad: más.

bilbil: adj.: redondo. Voz de origen onomatopéyico.

ili: n.: ciudad.

arsu: n.: roca, piedra.

E). Análisis fonético.

1. En la composición ili-eginen el acortamiento silábico se consigue mediante una doble aféresis de vocal inicial silábica: (i)li(e)ginen.

2. En eginen observamos enmudecimiento de la consonante final: egine(n).

3. Apul/apur es un nuevo ejemplo de alternancia r/l.

4. Ora-une es una yuxtaposición necesaria.

5. En bilbil-ili encontramos elipsis al final del primer término, “dimensionada” por la inevitable haplologia a que da lugar ili: bilb(il) ili.

6. En ars(u) hay caída de la vocal átona final.

F).- Traducción literal.

“Cómo debe construirse la ciudad. Poca cantidad de tiempo. Más laderas. Ciudad redonda de piedra”.


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© Bienvenido Mascaray bmascaray@yahoo.es

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