Epigrafía
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Tengo un buen número de seguidores de mi obra que me trasmiten su entusiasmo y que se lanzan decididamente, siguiendo mis orientaciones, a la interpretación de topónimos y textos epigráficos. Sin embargo, no siempre alcanzan el éxito y, dado que yo me muevo con bastante agilidad en esos menesteres, pienso que mis explicaciones no son suficientes ni claras. Voy a hacer un nuevo intento, con estricta finalidad didáctica, para lo cual:
1. Escogeré un texto breve y fácilmente inteligible.
2. Pensaré en voz alta, esto es, reflejaré mis reflexiones, dudas, avances, retrocesos, caminos erróneos a desechar, hasta el momento en que se hace la luz.
El texto aparece grabado en un plomo para honda hallado en Yátoba, poblado ibérico de Cerro de los Ajos (cerca de Requena, Valencia), que tiene forma de doble pirámide unidas por la base (romboide) y con sendas puntas muy aguzadas en los extremos. Fuente: Jürgen Untermann, Monumenta linguarum hispanicarum, tomo II, pág. 552, con numeración F.20.5.
La trascripción es muy clara: A-BE(PE)-R.
La fijación de la secuencia exige algo más. Por la vía de la oclusiva bilabial sorda, aper, no hay salida fácil; no existe la voz ibérica aper y como raíz nos lleva a caminos intransitables (aperiku = pórtico; aperiko = vestíbulo …). No obstante, podemos estar ante una composición cuyo primer elemento sea apa (sentarse, tía, bisabuelo, ósculo, etc.), apo (verraco, pezuña, enano …), o apu (puente); pero todos estos valores son manifiestamente inconvenientes ante el plomo para honda. Salgo despedido hacia la forma, aber, con oclusiva sonora. Aquí el campo es mucho más amplio y sugerente; no hay una voz aber pero sí abel, ganado, que podría ser procedente dada la habitual alternancia ibérica r/l, y mejor aún abere, ganado, en la que haya habido apócope de la vocal átona final, si bien, y por igual motivo -pensando siempre en el plomo para la honda- las abandono. Ya estamos de nuevo en la composición, y en ella un primer término aba, con variantes abe, abo y abu, boca; aba también la hemos traducido por desgracia súbita y panal de miel; abe por árbol y el pronombre demostrativo éstos/as; también conocemos abi, nido. De todos estos valores, ¿cuál puede convenirnos?. Sólo hay uno, por más que pasemos y repasemos: éstos o éstas, incluido en abe. Dejamos fijada la secuencia así: ABER.
Es momento ya del análisis morfológico. Si partimos de un primer elemento abe y dado que el segundo no puede se una simple r, debemos dejar firmemente establecido que:
-el primer elemento abe ha sufrido elipsis: ab(e).
-que el segundo elemento empieza por e- y sigue con r; puede ser er o palabra que empiece por er- y siga con vocal que se ha apocopado.
Conocemos el sufijo de dativo -er, al, aquí improcedente. También tenemos registradas voces como era, modo o manera; ere, también; eri, dedo y enfermedad; ero, loco y matar… ¡Matar!. Si “éstos” está grabado en el plomo para hondas podemos preguntarnos “¿éstos qué?”. La respuesta lacónica y rotunda conviene a la evidente peligrosidad de los romboides de plomo con puntas agudas proyectados por las hondas. En conclusión, aber es una aglutinación de las formas abe + ero.
La lectura, aplicando el método reconstructivo, será ab(e) er(o). Luce la fuerza de compresión interna de la lengua ibérica: una pronunciación abero, trisílaba, queda reducida a bisílaba.
El análisis fonético está prácticamente hecho:
-en ab(e)ero hay acomodación por elipsis al final del primer término (LI, C, 1)
-en er(o) hay apócope de la vocal átona final (LI, E, 1-a).
La traducción literal y propia a la vez es perfecta en todos los órdenes: “Éstos (los plomos de esta clase) matan”.
Consideración final: ¡Maravilloso pueblo ibero!. Los honderos no fueron exclusivamente baleáricos y la identidad cultural trasciende y se reafirma. En cada trabajo de paz o de guerra hay un arte, una inteligencia, un modo de operar siempre en pos de la perfección.
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