Epigrafía
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En la mayoría de las ciudades españolas (Madrid o Barcelona, Valencia o Valladolid, Sevilla o Salamanca, Zaragoza o Bilbao…) podemos encontrar personas pertenecientes al mundo de las letras (filología, historia, arqueología, antropología…) cuya obra literaria publicada presenta tres notas comunes:
1. Su declaración ab initio y sin ambages de que la lengua ibérica no se entiende en absoluto.
2. La constante utilización del método comparativo o formal para resolver la etimología de las formas gramaticales.
3. Pese a haber creado entre todos un mundo científico bloqueado, estéril y aberrante, una inmensa petulancia que les lleva a despreciar y atacar con saña cualquier iniciativa, tesis, método o conclusión heterodoxa.
Resulta obvio que el interpretar lo que no se entiende en absoluto y, más aún, establecer soluciones particulares que por vía de inducción pretendan la explicación sistemática de un arcano como la lengua ibérica, constituye la expresión máxima de la imprudencia, de la irresponsabilidad y de la falta de rigor. Si, además, esto se viene practicando desde la cátedra, con la supuesta autoridad del magíster dixit, con daño irreparable a la formación de los alumnos, y con vulneración grave a los más básicos derechos del estudiante, habrá que concluir que esta situación es insostenible y que debe ser corregida de raíz, empezando por suspender, como repetidamente he pedido, los estudios de varias especialidades de Filología.
Gravemente afectadas por este calamitoso estado de cosas se encuentran algunas obras valiosas, exponentes de un arduo y largo trabajo que, lamentablemente, se ven dañadas (si no anuladas) en su utilidad. Ejemplo muy propio de esto último es el libro que tengo en mis manos, La Península Ibérica en la “Geografía” de Claudio Ptolomeo, de Juan.L. García Alonso, Universidad del País Vasco, Vitoria 2.003. El riguroso estudio de las fuentes documentales (los llamados “manuscritos primarios”, en número de once), la atribución de cada topónimo al “pueblo” ibérico correspondiente (en realidad al “área de convivencia respectiva”, que no otra cosa debe entenderse por “pueblo”), la especificación, en cada caso, de la lectura en griego; otros testimonios del topónimo en diversos autores, su identificación segura o probable y la etimología, constituyen un completo plan expositivo que, junto a las observaciones sobre las alteraciones de la forma auténtica introducidas por el griego del autor y otras consideraciones, nos llevan a la certeza de que estamos ante una obra seria y valiosa. Pero ya en la Introducción, página 12, nos dice el autor: “Y es que éstos (los topónimos) pueden ser una fuente muy valiosa…para el estudio de las diferentes lenguas habladas en la Península Ibérica en la Antigüedad. De manera que un segundo y principal propósito del presente estudio ha sido hacer uso de la toponimia para…intentar dibujar un posible mapa de las lenguas de la Península… Lamentablemente, no se puede decir que hayamos modificado nuestras ideas o avanzado excesivamente en la última década en este aspecto…”. Pero estamos ante una obra fundamentalmente de toponimia ibérica, y el desconocimiento de la lengua ibérica casi total nos ha de llevar al fracaso. Porque es imposible (y hasta imprudente) acometer tal objetivo con tan escaso bagaje. En consecuencia, el apartado “etimología” de cada topónimo forma parte de un inmenso cúmulo de indeterminaciones, vacilaciones y errores que dañan substancialmente, como decíamos, la fiabilidad y mérito de tanto y tanto trabajo.
Un ejemplo (hay docenas y docenas) ilustrará nuestra posición. Se estudia el topónimo Intercatia en las páginas 222 y 256. Renunciamos a transcribir la larga exposición preñada de divagaciones y errores en la que, obviamente, no puede faltar el inter latino, el aspecto céltico, los pretendidos sufijos identificadores, etc. Sin embargo, la composición iberovasca luce con todo rigor y fidelidad descriptiva. Interkatia es una composición iberovasca cuyo primer elemento es el nombre INTA que vale por lodazal, pantano, lugar pantanoso. El segundo es ERAI, especie o clase. La acomodación o sutura inta-erai se resuelve con elipsis al final del primer término, int(a)erai, o lo que es lo mismo, con reducción del hiato ae que da siempre e. Por último, el tercer elemento es KATIA, participio pasivo del verbo katia(tu), ocluir, y, por consiguiente, ocluído. La acomodación erai-katia se produce también con elipsis al final del primer término (relativo): er(ai)katia. En conclusión: inta-erai-katia – int(a)er(ai)katia – Interkatia, “especie de pantano ocluído”. Para contrastar la fidelidad descriptiva de este topónimo, copiamos a continuación lo que dice una enciclopedia sobre la inmediata y hoy desaparecida laguna de La Nava: ” Laguna esteparia de España, provincia de Palencia, también conocida como Mar de Campos. Su superficie era de 2.500 Has. en años normales pero algunas veces llegó a 4.000. Por las inundaciones que producía algunas veces, la imposibilidad de aprovechamiento de sus aguas y las epidemias de paludismo trasmitidas por los mosquitos que en ella se criaban, se dispuso su desecación en 1.949…”.
Y sin embargo, puedo analizar con rigor y traducir con certeza cualquier topónimo o texto ibérico. Y la labor resulta, además de estimulante y grata, relativamente sencilla, tanto que estoy seguro de poder conseguir en 24 horas que cualquier persona con inteligencia y cultura medias (excluídos los licenciados y catedráticos en los cuales habría de invertir, previamente, un tiempo doble o triple para borrar tanto disparate incrustado en su ego) sea capaz de hacer otro tanto. Lo que supone para mí un inexplicable misterio es comprobar el estado actual de la cuestión, sin que pueda entender que, tras varios siglos de vascoiberismo, esta intuición genial siga hoy en día sin ser demostrada y aceptada como merece. Ruego al lector que juzgue sobre la dificultad de lo que sigue:
La llamada lápida funeraria de Canet I, fragmentada, mide, no obstante, 44 cm. de longitud por 27 de altura, con un grosor de 10. Ver su fotografía al inicio.
A). Trascripción.
A-Z-O-R-DI(TI)N
B). Secuencia.
AZORDIN
C). Lectura.
Azor-di-n.
D). Análisis morfológico.
Azor: n.: variante de azur y ezur: hueso.
-di: sufijo que indica lugar de, conjunto.
n: pronombre relativo que suele llevar el verbo auxiliar elíptico: el que (es, tiene)
E). Análisis fonético.
No presenta particularidad alguna.
F). Traducción literal y traducción propia.
“El que tiene un conjunto de huesos”.
“El osario”
Conclusión.- Una losa o lápida sepulcral hallada junto a otras, en lo que parece ser una necrópolis. Un texto ibérico con tres formas conocidísimas que han llegado vivas hasta el euskera actual. Un significado absolutamente coherente. ¿Dónde está la dificultad?. ¿Cómo es posible tanta obcecación?. ¿Qué impide a un profesor de Madrid o de Barcelona admitir la identidad de las lenguas ibérica y vasco antiguo?.
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