Epigrafía
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Los autores, en general, suelen aceptar en sus trabajos con cierta inercia un posicionamiento ya clásico, en virtud del cual la antigua Iberia albergó diversas áreas lingüísticas, localizadas con escasa concreción y mucha menor caracterización y diferenciación. Resulta de este modo un mapa en el que, con distintos sombreados o rayados (es ésta la única diferencia sensible), se inscriben una serie de manchas o áreas, con amplios espacios en blanco, llamadas lengua ibérica-levantina o lengua ibérica simplemente, ibérico-tartésica o tartésica, celtibérica, lusitana, vasco-aquitana o vasca y aquitana. Entre otros muchos podemos citar, por ejemplo, el de Javier Velaza, Epigrafía y lengua ibéricas, Arco Libros, Madrid 1.996, pag. 10.
Ciertamente, si puestos a comparar dos lenguas (por ejemplo, la ibérica y la tartésica) ni una ni otra se entienden en absoluto, los frutos de tanta fatiga se revelarán macarrónicos, gratuítos, carentes de todo valor. Guiarse por el aspecto, la apariencia, el sonido es, además de acientífico, de una puerilidad sonrojante. Me estoy refiriendo, claro está, al método comparativo o formal, que tras haber llevado la ruina y desolación a todo lugar, población, río, monte, cabo o golfo, promontorio o sima y hasta desierto, convirtiendo a la Toponimia, Antroponimia y Teonimia en ciencias vergonzantes, amenaza (en muchos casos ya ha pasado a la acción) con hacer de la Epigrafía otro engendro al que puedan dedicarse tontamente estudiosos y estudiantes.
La situación es desoladora porque, arrumbado el método comparativo, tampoco hay una piedra de Rosetta que contenga un mismo texto en dos lenguas, ibérica la primera y otra bien conocida, por ejemplo el latín, la segunda. Por otra parte, recurrir al método comparativo interno, dentro de la propia lengua, partiendo de unos supuestos nombres propios que se han creído identificar para que , lenta y trabajosamente se pueda alcanzar el conocimiento de otros morfos ibéricos, es como levantar un castillo de naipes que se derrumbará inevitablemente pues tales nombres propios son, en realidad composiciones iberovascas formadas por dos o más voces comunes con función y significado preciso dentro del texto. Sí existen, en cambio, unas 2.000 piedras Rosetta escritas, a la vez, en ibero y en vasco histórico, pero esta identidad absoluta no se quiere o no se sabe reconocer.
Hay que admitir, sin embargo, y pregonar con satisfacción, que algunos autores muestran muchas reticencias para aceptar aquellos mapas lingüísticos con áreas o manchas diferenciadas no se sabe muy bien en virtud de qué. Así, resulta bien ilustrativa la posición de Guillermo Fatás expuesta en su trabajo El Ebro medio, trifinio paleohispánico, en Los pueblos prerromanos del Norte de Hispania, Eunsa, Pamplona 1996, del que reproducimos los párrafos siguientes: 1. “…hay una razonable certeza acerca de que las lenguas habladas en el Sur son parientes de la lengua o lenguas de los iberos…, que los turdetanos eran iberos. De ahí que sea menos chirriante a nuestros oídos la denominación de “ibero-tartesia” para esta amplia zona que, en principio, llega desde las costas francesas meridionales hasta el Atlántico”. 2. “Y hay más: la pervivencia de la vieja y venerable lengua vasca… Podemos presumir que esas lenguas eran parientes: porque hay coincidencias entre ambas que no tienen que ver con la “contaminación” por contacto, sino con circunstancias, podríamos decir para entendernos enseguida, de tipo “genético”. Entre ellas, el sistema de sonidos, prácticamente idéntico, que permite decir (lo escribió María Lourdes Albertos) que “el ibero suena a vasco”. 3. “…tenemos la presunción razonable, la hipótesis verosímil de que hubo una misma matriz lingüística para toda la Paleoiberia no indoeuropea, pero nadie está por denominarla algo así como “Hispania vasco-ibero-tartesia”. Aunque yo confieso que es la que más me gusta y que, cuando estoy solo y sin compromisos, pienso en esa área como ibero-vascónico-tartesia, y le sumo, como es natural ( y obligado tras los estudios de J.Gorrochategui), todo lo aquitano”.
La llamada lengua celtíbera arrastra todas las sombras e indeterminaciones que recaen sobre el origen, naturaleza, cultura y asentamiento de los celtíberos. Desde una definición tan vaga como la de “los celtas de Iberia”, pasando por la de “los celtas del interior de Iberia”, hasta la de “celtas con aculturación ibérica”,caben serias dudas sobre la realidad misma de este concepto acuñado por los autores grecolatinos. Por ello, la atribución de la nota celtíbera a un pueblo en concreto puede resultar siempre discutible. No obstante, se admite generalmente que eran celtíberos los pueblos asentados en el Sistema Ibérico y su entorno (provincias de Soria, Guadalajara, Cuenca, Teruel, y parte de las de Zaragoza, Logroño y Burgos), y que tenían este carácter los pueblos belos, titos, lusones, pelendones, arévacos, olcades y, probablemente, los berones.
Ahora bien, si aceptamos, como suele hacerse normalmente, el criterio de que son iberos los pueblos que hablan la lengua ibérica, los celtíberos no son más que una entelequia surgida de la apreciación errónea de los autores clásicos. Dicho de otro modo, los celtíberos hablaban y escribían la lengua ibérica, la misma y sin ninguna diferenciación relevante que la usada por los iberos de Levante y del Sur, e idéntica asimismo a la iberovasca y aquitana, con lo que aquel mapa lingüístico se amplia y homogeiniza grandemente. Y para demostrar lo que antecede y, además, la falacia de que “los celtíberos escribían una lengua celta con caracteres ibéricos”, analizaremos a continuación un documento muy conocido y hasta famoso: la mal llamada “tésera de hospitalidad de Kontrebia Belaiska”, “la mano” o “tésera Fröehner”, adelantando además que tanto los plomos 1 y 3 de Kontrebía como muchos otros textos epigráficos del área celtíbera están redactados en el ibero más genuíno.
Empecemos por trascribir el texto de “la mano” que se conserva en la Biblioteca Nacional de París.
A). Trascripción.
1. L-U-DA(TA)-Z
2. A-L-I-S-O-GU(KU)-M
3. A-U-L-O-E-GO(KO)-N
4. GU(KU)-BI(PI)-R-S-BE(PE)-L-A-I-Z-GA(KA)-Z.
B). Secuencias.
1. LUTAZ
2. ALISOKUM
3. AULOEGON
4. GUBIRSBELAIZKAZ
C). Lectura.
1. Lut(o) az(i)
2. al iz(an) okun(za)
3. au(l) lo egon
4. gub(i) ir(i)s(i) belaizka-z.
D). Análisis morfológicco.
luto: adj. y adv.: profundo, profundamente.
azi: n.: semilla, simiente.
al: v.: poder.
izan: v. auxiliar que complementa a al. Al izan: a poder ser, si es posible.
okunza: v.: preparar las tierras de sembradío. En el DRALV, okuntza.
aul: adj.: falto, escaso.
lo: n.: sueño.
egon:v.: estar, hallarse, estar con, estar para.
gubi: n.: arco.
irisi: v.: alcanzar. También sustantivo postverbal: alcance. DRALV, iritsi.
belaizka: n.: especie de grajo.
-z: suf. de ablativo, causa o motivo.
E). Análisis fonético.
- en lut(o)azi observamos elipsis al final del primer término.
- también, en esta composición hay apócope o caída de la vocal átona final.
- en al iza(n) encontramos enmudecimiento de la /n/ final.
- asimismo, la /a/ que ha pasado a posición final se une o sutura con la /o/ inicial del segundo término que es okunza, con resultado de nueva elipsis al final del primer término, o bien, reducción del hiato oa que da a.
- falta la desinencia en okun(za) que, por otra parte es un sufijo de amplísima utilización. Nos inclinamos, no obstante, por suponer operativa la raíz okun con idéntico valor, lo que constituye un ejemplo más de la falta de flexión en la lengua ibérica primitiva.
- en aul (falto o desprovisto) el texto original contiene toda una lección de filología expresada con un simple tachado: el autor escribió correctamente este adjetivo con las tres letras que forman la palabra; pero, de inmediato, observó, al escoger la palabra siguiente, lo (sueño), que ésta empezaba por /l/, igual que la final anterior, por lo que para evitar la incorrección y respetar la elipsis al final del primer término (norma de oro en la formación de la composición y forma de unión, acomodación o sutura de necesaria observancia) se apresuró a tachar la consonante final del primer término.
- en la composición de tres palabras que es auloegon hallamos un interesantísimo ejemplo de no reducción de hiato, pese a la dificultad en la dicción y a la gran fuerza de compresión interna, siempre en busca del acortamiento de palabras con reducción silábica, que caracteriza a la lengua iberovasca. La razón viene dada, con evidencia y esplendor, por la aplicación del más elemental sentido común: la comunicación, esencia de la lengua, sería en este caso imposible si operara la reducción, dado que un aul(o)egon, al anular por irreconocible la voz lo, resultaría un arcano sin sentido.
- en gubi-irisi observamos los fenómenos siguientes; 1º, elipsis al final del primer término: gub(i)irisi. 2º, haplología de la segunda /i/: gubir(i)si. 3º, Ausencia, como siempre, de la consonante doble ts propia del euskera 4ª, caída, finalmente, de la vocal átona final: gubirs(i).
- reparemos, una vez más, la constante alteración de los fonemas /z/ y /s/: en el texto epigráfico que nos ocupa belaizkas está escrito con los signos M, que se lee /s´/, y S. En el vasco histórico la grafía es belaixka, y sufijado con –z suele leerse belaixkas.
F). Traducción literal.
A ser posible, la simiente profunda al preparar las tierras de sembradío. Falto de sueño, estar con un arco que alcance a los grajos.
G). Traducción propia. Traducciónpropia.
En lo posible, preparar las tierras de sembradío depositando la semilla profundamente. Aún falto de sueño, vigilar con un arco que alcance a los grajos.
H). Conclusiones.
1ª: Los belos (celtíberos) hablaban la lengua ibérica.
2ª. Si son iberos los pueblos que hablan la lengua ibérica, los belos eran iberos.
3ª. Veremos en próximos capítulos que los arévacos, titos y lusones también hablaban ibero. Igual sucede con los berones (recordar “Podar las hojas”). En conclusión, utilizando el criterio lingüístico,los celtíberos eran una pura entelequia.
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