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Inicio > Onomástica > Antroponimia > Gárgoris y Abis
En los ocho capítulos anteriores hemos estudiado otros tantos antropónimos, cuya interpretación permite ya formular una conclusión general: al igual que los topónimos, los nombres de persona o antropónimos ibéricos son siempre descriptivos y expresan la más notoria condición personal, profesional o de posición de la persona designada. Comprobémoslo:
Biriato: El conductor de rebaños.
Audax: El aullido del viento.
Ditalcón: El que tiene poder de convocatoria.
Minuro: El enfermo de corte de orina.
Argantonio: El que tiene más trigo y acetres de aceite para vender que ninguno.
Tántalo: De aspecto vulgar, bajo y rechoncho.
Tangino: Terco y orgulloso.
Gerón: El que tiene ganado de excelente calidad.
Esta conclusión será de máxima utilidad para nuevas interpretaciones que, si bien no podrán ser comprobadas sobre el terreno como en los topónimos, sí habrán de resultar coherentes con las noticias históricas que de cada personaje han llegado hasta nosotros. El principio se constituye en auxilio fundamental para el intérprete, pero suscita, de inmediato, un gran interrogante: si todos los nombres tienen en cuenta las condiciones mencionadas del sujeto, muchas de las cuales no se manifiestan o consolidan hasta la madurez, ¿cómo se llamaban antes?, ¿acaso no tenían nombre?. Desechada ésta última posibilidad, y aunque no tenemos datos ciertos sobre este punto, cabe pensar en buena lógica que se nombrarían con relación al padre o la madre: “el hijo de…”, “el hijo mayor de…”, “la hija de…”, sistema que vendría a enlazar, ya en tiempo plenamente histórico, con el Ximénez (hijo de Ximeno), Iñiguez (hijo de Iñigo), etc.
Con las precisiones antedichas, afrontemos ya el estudio de los antropónimos Gárgoris y Abis, padre e hijo respectivamente, estudio que nos va a deparar la solución a una duda, a la par que nos permitirá reparar uno de esos entuertos que la ignorancia de la lengua ibérica ha perpetuado durante milenios y hasta nuestros días. Pellón, en su obra varias veces citada, presenta la situación e los siguientes términos: “Gárgoris. Rey mítico de los tartesios. Se le atribuía el descubrimiento de las distintas aplicaciones de la miel. Su hijo fue Habis”. Y sobre éste dice: “Habis. Rey mítico de los tartesios que era hijo incestuoso de otro rey mítico, Gárgoris. El mito de Habis ilustra la transición de un estado bárbaro a otro desarrollado, además de describir una monarquía hereditaria”. Según lo anterior, fue Gárgoris el rey que cometió incesto con su hija que, a la postre, sería a la vez madre y hermana de Abis.
Pero esa situación se plantea en términos muy distintos si leemos la obra Tartessos de Adolf Schulten. Dice así: “Justino, en el capítulo que trata de España, nos ha trasmitido otros datos acerca de los reyes de la vieja Tartessos: “Los bosques de los tartesios, en los cuales dice la tradición que los titanes pelearon contra los dioses, fueron habitados por los curetes, cuyo rey, el antiquísimo Gárgoris, fue el primero que descubrió el aprovechamiento de la miel”. Justino, pues, -sigue diciendo Schulten- nos da a conocer al rey Gárgoris , que descubrió el arte de aprovechar las colmenas. Más adelante nos habla también de su hijo Habis, que inventó la agricultura, dictó las primeras leyes, prohibió el trabajo a los nobles y dividió al pueblo obrero en siete clases. Todo lo que Justino nos refiere del descubrimiento de la miel…, de la infancia de Habis, amamantado por una cierva, de la ligereza con que corría este rey y de los tatuajes que ostentaba, procede evidentemente de tradiciones turdetanas… El incesto del rey Habis con su hija parece ser la expresión de costumbres primitivas, más o menos inmorales…”. Aquí el incestuoso es Abis y nada sabemos sobre los posibles frutos de tal hecho.
¿Dónde está la verdad?, ¿quién fue el incestuoso, Gárgoris o Abis?, ¿podrá la antroponimia auxiliarnos también en esta ocasión?, ¿tuvo el incesto entre los tartesios “carga” moral suficiente como para dar nombre a un rey?. Veamos las respuestas.
Gárgoris es una composición ibérica integrada por tres formas. La primera es gar, ansia, celo, pasión. La segunda es gori, ardiente, caliente, en celo. La acomodación se efectúa con yuxtaposición necesaria pues un ga(r)gori haría ininteligible la expresión. Por último, el sufijo de ablativo -z, con. Gar+gori+z > Gárgoris, y significa “con ansias lividinosas o ardientes”, en manifiesta alusión a su conducta incestuosa.
Abis es una composición binaria muy sencilla. Consta de abe o aba, miel, panal de miel, más iz, agua. El enlace muestra elipsis al final del primer término: ab(a) o ab(e) + iz > abis (pronunciación fricativa apicoalveolar de la fricativa interdental sorda z). Abis significa “aguamiel” o “hidromiel”, bebida preparada con miel (una “aplicación de la miel”).
Gárgoris fue el incestuoso, la antroponimia lo demuestra, los tartesios no pasaban por alto las conductas inmorales. Abis, el abandonado (¿quizá por su turbio origen?), el hijo de su hermana, el amamantado por la cierva, el veloz, el tatuado, el legislador y tantas cosas más, pese a Justino, Schulten y otros cien escribas más, fue quien descubrió una aplicación de la miel y quedará libre, al menos, de aquella vergonzante corrupción. Hasta podríamos decir que hemos hecho justicia unos 3.000 (?) años después. Pequeño, ínfimo logro, ¡con la que está cayendo!.
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