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G.- Lectura y traducción.

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Acabamos de ver cómo el método reconstructivo, siguiendo un camino inverso al que cumple siempre la lengua ibérica, descubre una a una todas las elisiones y, al ponerlas de relieve, restablece las formas primitivas y desaglutinadas. Además, los fenómenos fonéticos “de simple alteración” devuelven a aquellas formas su aspecto inicial. Fruto de uno y otro proceso, en especial de la reconstrucción, es la lectura o exposición ordenada y separada de todas las formas con su aspecto primitivo. Esta lectura, como se observará paladinamente en la mencionada sección de este blog correspondiente a la Epigrafía, mostrará los fonemas elididos dentro de un paréntesis, de modo que si prescindimos de ellos con su contenido, aparecerá el topónimo o párrafo al que nos hemos enfrentado antes de los análisis morfológico y fonético. En el último párrafo estudiado de “El caballo”, la lectura sería la siguiente: bon(et) and(i) ite, y en el topónimo Barbastro procede ésta otra: bar(bar) bas(o) t(o)ro.

 

Alcanzar la “lectura” en los términos que acabamos de exponer equivale al desciframiento de la lengua ibérica. Y ello por estos dos motivos:

1.- La lectura es el punto de partida idóneo y preparado previamente para la traducción.

2.- La lectura muestra los efectos de la acomodación o sutura (cuando hay elipsis) y de los fenómenos fonéticos de elisión, proclamando, a través de la observancia de las normas expuestas en los apartados C y D de esta introducción, el rigor del sistema lingüístico descifrado.

 

Es momento adecuado para incidir en una observación simplemente apuntada más arriba. En toponimia, la elisión, ya sea por acomodación ya por fenómenos fonéticos de esta naturaleza, es mucho más intensa, rigurosa que en epigrafía. Parece existir una contraposición entre la agilidad propia del lenguaje oral y el reposo y la dación de facilidades interpretativas del texto escrito, sin que, en ningún caso, deje de manifestarse la enorme fuerza de compresión interna que rige a la lengua ibérica. He aquí dos ejemplos de uno y otro campo, bien ilustrativos:    

1.- El topónimo Turpí (Benasque) nombra un llano o pllan junto al Ésera, en el que existe un vado y una fuente. Turpí procede (reconstrucción) de ituri-ipide (exasílaba), y la fuerza de compresión ha provocado, en primer lugar, la elipsis al final del primer término con encuentro de vocales igual, itur(i)ipide (pentasílaba); después, la aféresis de vocal inicial silábica, (i)turipide (tetrasílaba); luego, haplología de la primera i: tur(i)pide (trisílaba); más tarde, el apócope de la vocal átona final, turpid(e) (bisílaba); por último, enmudecimiento de la consonante final d, hasta Turpí, “la fuente del vado”.

2.- El texto epigráfico completo, cuyo soporte consiste en una estela de piedra hallada en la ciudad de Clunia (Burgos), una vez hecha la trascripción y fijada la secuencia (en aras de la claridad expositiva) reza así: NUKUUKAAIAU. Parece un trabalenguas pero la dificultad es más aparente que real. Hecho el análisis morfológico y fonético se llega a la siguiente lectura: NUKU  UKA  AI  AU. La traducción nos ofrece esta hermosísima presentación del finado ante La Madre; “El que se humillaba, el que rechazaba la fatiga, llama a la puerta”. Pero fe y belleza aparte, ¿porqué no hay al menos dos enlaces con elipsis al final del primer término, concretamente, NUK(U)  UK(A)  AI  AU?. Sin duda, por el deseo del autor de facilitar la interpretación y aclarar ese, en apariencia, intrincado texto, que, aún sin elisión alguna, ya cuenta con un agente de tercer grado, NUKU, “el que se humillaba”; otro más, UKA, “el que rechazaba”; el objeto directo de éste segundo, AI, “la fatiga”; y finalmente una voz onomatopéyica, AU, “grito de llamada a la puerta”.

Podría seguir exponiendo nuevos ejemplos de desciframiento hasta llegar a la “lectura”, antesala de la traducción. Pero siempre, en todo caso, llegará el momento del esfuerzo y del sentido común, y ese momento ha de vivirlo todo lector que aspire a interpretar la lengua ibérica. Sé muy bien que no es sencillo y, a menudo, resulta más difícil explicarlo que hacerlo, porque los procesos mentales en la búsqueda de hipótesis, el rechazo de unas y la conservación de otras hasta que se demuestre su validez, los avances y retrocesos, las dudas, son como una brisa que sopla o no, y que cuando lo hace, muy bien puede hacerlo en sentido equivocado. En todo caso, en las distintas secciones de este blog aparecerán por cientos (¿miles?) topónimos, textos epigráficos, antropónimos, etnónimos, teónimos y etimologías ibéricas, cada uno de los cuales encerrará una nueva lección o una nueva confirmación de lo ya conocido. Y, en conjunto tan numeroso, ¡ánimo!, hay algunas interpretaciones realmente sencillas: poquito a poco se anda el camino.

Me queda por brindar al lector una nueva ayuda valiosísima, esencial. Me refiero al léxico ibérico que aparece en el último aparatado de esta sección. Tiene el inmenso valor de estar integrado por toda clase de formas “auténticas” (no hay préstamos del latín aunque pueda parecerlo), esto es, extraídas de los nombres y textos ya descifrados. Por ello, junto a su valor semántico o función gramatical, se darán hasta tres ejemplos de su presencia en otras tantas construcciones. De lo anterior se deduce que este léxico estará en constante aumento, al menos mientras tenga posibilidad de seguir trabajando…


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© Bienvenido Mascaray bmascaray@yahoo.es

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