Onomástica
Inicio > Onomástica > Etnonimia > Astures
El etnónimo Asture o Astures es, hablando de Iberia, relativamente reciente y no puede, desde luego, situarse en un mismo nivel que el de Tartesos, Edetanos, Ilergetes y otros, de los cuales puede predicarse antigüedad de varios milenios. Astures, en cambio, lleva en su propio contenido o descripción un límite temporal muy rígido: menciona un objeto de “hierro”, por lo que, apurando en lo posible, no pudo ser fabricado (y con ello dar nombre a sus artífices y usuarios) antes del año 750 a. de C. Con esta averiguación propia viene a coincidir una convicción generalizada que se expresa en los siguientes términos: “El conocimiento que tenemos de los astures es de época muy tardía, y nos ha llegado por los escritos de Plinio y Ptolomeo. Su período de formación se enmarca en los siglos VI-V a. de C.” (J. Pellón, Íberos).
De este hecho -la relativa modernidad- se siguen varias cuestiones, algunas más propias de la Historia (que se servirá de la Arqueología) que de la Lingüística. Pero también ésta puede hacer grandes aportaciones si, abandonando el estúpido método formal que lo confunde todo, aclara algunos puntos concretos pero valiosos. Y ello es lo que nos proponemos tanto en el ámbito de los astures como en el de bárdulos, caristios, autrigones, cántabros y galaicos, esto es, en toda la cornisa norte peninsular, calificada de “celta” sin duda ni matización, y abandonada al limbo de la inopia, de la ligereza y de la imaginación más o menos fantasiosa. Nos apoyaremos, para presentar aquellas aportaciones, en el anális de los etnónimos citados y de otros más que han llegado hasta nosotros por las noticias de los autores clásicos; también en el de hidrónimos como Pisuerga, Esla, Orbigo, Miño, Sil, etc.; y, sobre todo, en el de un ingente número de topónimos incluidos en este ámbito. En conjunto, plantearemos una secuencia temporal de culturas que, sin excluir influjos foráneos, traiga al primer plano que le corresponde el primitivo poblamiento neolítico, esplendente en las diversas manifestaciones de la Onomástica, aunque en esta área carezcamos de las aportaciones concluyentes de la Epigrafía.
Una de aquellas cuestiones que se siguen de la relativa modernidad de los astures es la relativa a la metalurgia del hierro. ¿Fueron los naturales del país quienes, en un proceso de evolución y desarrollo patente en todos los aspectos de la civilización, alcanzaron el dominio de la técnica precisa, o, por el contrario, fueron también en este punto redimidos de su ignorancia por gentes procedentes otros lugares?. Si seguimos la tendencia (concreción de la tendenciosidad) que arranca de los autores grecorromanos (y de los hispanos corífeos de los anteriores), la respuesta está predeterminada: los salvajes, indolentes y depravados naturales del pais hubieron de recibir la ayuda de los generosos mercaderes griegos y fenicios, de los celtas tan cultos y civilizados ellos, de los romanos altruistas y benefactores, de los godos tan sensibles y exquisitos, de los árabes tan pacíficos y tolerantes y, con todo, situar a Iberia trabajosamente en el ámbito del mundo civilizado. En esta línea, la metalurgia del hierro fue otro de los “dones” con que nos obsequió alguno (no hay acuerdo, si fenicios, celtas o galos) de nuestros ilustres visitantes, línea en la que se insertan avances tales como:
-el alfabeto, aportado por los fenicios, y que dio lugar al tartésico, bástulo-turdetano, ibérico, celtíbero …, usados desde muy antiguo en la Península. Dejando aparte el hecho de que hay motivos suficientes para creer en el dominio de la escritura, sobre todo en el área tartésica, con anterioridad a la llegada de los fenicios, resulta sorprendente contemplar a éstos en el acto de enseñar a los naturales de Iberia ¡un alfabeto distinto al fenicio!.
-una religión (griega, romana, fenicio-cartaginesa…) fantástica a la par que absurda, con dioses amorales, fuerzas de la naturaleza, injustificable por sus frutos. Y sin embargo, se defiende su implantación en Iberia y la consiguiente subyugación de los naturales. El absurdo es radical, si se conoce la religión ibérica (ver Civilización ibérica, apartados A y B, Religión y Código moral); por otra parte, no se entendería la inmediata asunción por los iberos de las esencias de la doctrina cristiana, tan similar a la propia, al menos en sus orígenes.
-la producción de aceite, tan intensa y generalizada por toda Iberia. También fueron, se dice, los fenicios quienes nos enseñaron la técnica del injerto en nuestros raquíticos e improductivos acebuches. Pero que la aplicación de esta técnica fenicia fuese casi instantánea en todos los rincones de Iberia, cuando el suelo, la altitud y el clima lo permitían, más la noticia de que ya en el reinado de Argantonio (años 670 a 550 a. de C. ) existiese un importante comercio exportador (“el que posee más trigo y acetres de vino y aceite para vender que nadie”) vuelve a poner en solfa la tesis del adoctrinamiento.
-el cultivo de la seda, importado de Oriente, de la China, de donde sea, con tal de no reconocer otro signo más de la esplendente civilización ibérica, ignorando los testimonios concluyentes de la Epigrafía: “la propia seda no es más que la segregación de un gusano” (Huso de hueso de la Peña de las Majadas) o la petición a La Madre de que se obtengan “excelentes capullos de seda” (Plomo de Vall d´Uxó).
-las ténicas de riego más ingeniosas y perfectas, traídas esta vez por los árabes, como en el caso de Benialbúfar (Mallorca), cuyo topónimo ibérico Albúfar significa, en perfecta descripción del sistema, “las presas de agua turbia”.
Podríamos seguir largamente pues creemos, con Adolf Schulten, que “en Tartesos está la clave de la cultura más vieja de Occidente”. Pero, tratando aquí de los astures, debemos volver a la metalurgia del hierro. Una primera consideración básica e indiscutible: la cornisa cantábrica, en epecial el área de los astures, era rica en mineral de hierro y carbón, condición si no suficiente sí precisa para el desarrollo de la siderurgia. En segundo lugar, otro dato muy interesante brindado por la Toponimia real: los pobladores de Iberia llegaron a ésta procedentes del norte de África y, con la cultura neolítica en su equipaje, no se detuvieron al pie de los Pirineos, sino que los sobrepasaron, se extendieron por toda la Aquitania y, por la costa atlántica, alcanzaron al menos la península de Bretaña; en este camino asccendente, la ciudad de Burdigala supuso un hito importante, y si aplicamos de nuevo el criterio ya visto (por ejemplo, en el caso de los celtíberos) de que “son iberos los pueblos que hablan la lengua ibérica”, Burdigala, pese a otras tesis derivadas de la toponimia formal, fue una ciudad ibérica, pues se trata de una composición formada por las voces ibéricas burdin, hierro, más gala, excelente, de excelente calidad, de modo que burdi(n) + gala, con elipsis al final del primer término, nos lleva a Burdigala, “hierro de excelente calidad”, que describe un hecho real cual es la existencia en el área de la Gironda de excelentes piritas de hierro. El topónimo, recogiendo este hecho diferenciador, supone el reconocimiento y valoración del hierro y, por otra parte, viene a apoyar la metalurgia del hierro en Asturias, que ya no es un hecho aislado.
No termina aquí la información complemetaria sobre la metalurgia. Los tartesios, incluso sus predecesores, llevaron sus ténicas en las audaces navegaciones hacia el Norte: Schulten cita su arribada a la Gran Bretaña, a la península de Bretaña, al el estuario de la Gironda, partiendo de sus logros en la desembocadura del Odiel, en Sierra Morena y en Almería. Una información, más concreta y detallada, aparece en la obra de J. Aramburu Zabala El patrón de asentamiento de la cultura talayótica en Mallorca, Ediciones El Tall 1.998, pág. 102, que nos dice, con referencia específica a la metalurgia del bronce -que parece extenderse a la del hierro pues habla también de espadas- lo siguiente: “Si analizamos ahora las evidencias de la actividad metalúrgica, nos encontramos con algunos posibles moldes de fundición en Capicorb… Son Juliá… Cascanar. En plomo se han encontrado moldes cerca de los poblados de Puig d´en Canals y Son Mas… Los útiles de bronce contienen estaño, que no existe en Mallorca ni en las otras islas próximas, siendo el punto más cercano, con dificultades de extracción, Cartagena… El cobre sí existe en Mallorca, en la Sierra de Tramuntana, al igual que el plomo (Buniola y Valldemosa)… Los análisis arqueometalúrgicos indican que el bronce se obtuvo en la mayoría de los casos a partir de las aleaciones binarias Cu/Sn, pero también se encuentran aleaciones ternarias Cu/Sn/Pb. La aparición del plomo en estas aleaciones se puede interpretar como una escasez de estaño o un intento de reducir la temperatura de fusión, pero hay que destacar que en las piezas utilitarias apenas se utilizaba el plomo, mientras que en las suntuarias sí (incluyendo entre éstas a las espadas). En suma, parece que los metalúrgicos talayóticos de las primeras fases, disponían de un especial conocimiento de la tecnología del bronce, con aleaciones diferentes según el tipo de pieza y con conocimiento de sistemas como el “casting-on” y los moldeados por recalentamiento. Hay que tener en cuenta que los artesanos broncistas no solo fundían las piezas que más arriba hemos citado.También espadas, pectorales de tubos engarzados, brazaletes o alfileres de cabeza hueca, todas ellas atribuibles a fechas que van desde el siglo XII al VII antes de nuestra era”.
Todo parece indicar que los ibero-tartesios alcanzaron en edad tempranísima un avanzado conocimiento de las técnicas metalúrgicas del cobre, del estaño, del bronce, del plomo, de la plata y el oro y, posteriormente, del hierro. Los objetos elaborados fueron, en ocasiones, insuperables, como las falkatas; y a la larga serie de productos (cadenas, hebillas, punzones, picos y azadas, clavos y martillos, aros, argollas, etc.) venimos a unir otro bien característico: las lanzas. En efecto, Asture es una composición de la lengua ibérica cuyo primer elemento es asta, lanza. A este viene a unirse, complemento nominal, el sustantivo ure, hierro, de modo que asta + ure, con elipsis al final del primer término, ast(a)ure, significa literalmente, “lanzas de hierro”, elemento característico del armamento de este pueblo. Asture, etnónimo, es un nombre colectivo; los individuos que lo integran serán los astures; pero el paso del singular al plural también pudo ser originario, esto es, propio de la lengua ibérica, ya que ésta contaba con un sufijo de ablativo -z, con, de tal modo que asta +ure + z > astures, “con lanzas de hierro”.
-
Entradas relacionadas
Desarrollo: Interesa.es
© Bienvenido Mascaray bmascaray@yahoo.es