Epigrafía
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El pleno convencimiento personal de que doy muestras constantemente acerca de un logro tan importante y trascendental como es el de haber conseguido interpretar sistemática y rigurosamente la lengua ibérica, puede resultar pretencioso para muchos, especialmente si están convencidos (la generalidad) de que dicha lengua no se entiende en absoluto y si, además, optan por descalificaciones a primera vista o por objeciones sin consistencia alguna. Parece pesar mucho más el temor a los efectos revolucionarios que el reconocimiento traería consigo que el deseo tan noble de averiguar y progresar. Pero veamos brevemente en qué fundamento aquel convencimiento tan inalterable
1. Yo trabajo sobre nombres de lugar (topónimos), textos escritos en alfabeto ibérico o ibero-tartésico (epigrafía ibérica) y textos en lengua ibérica escrita con alfabeto latino (por ej., los del Llibre del Repartiment de Mallorca), que me vienen dados por la realidad histórica-cultural externa, sin que tenga la menor posibilidad, por notorios, de modificarlos o reconducirlos según mis intereses o necesidades. Incluso las variantes formales (Attrallaritx, Ottrollaritx, Torralitx…), valiosísimas unas veces o simples adulteraciones otras, me vienen igualmente impuestas por aquella realidad.
2. Asimismo, el léxico de la lengua iberovasca que preconizo, me viene dado por una serie de obras, tales como los diccionarios de Larramendi, Mújica, Estornés, Urkidi…y, especialmente, el Diccionario Retana de Autoridades de la Lengua Vasca (DRALV) y, el que es base del anterior, el Vasco-Español-Francés de R.Mª de Azkue.
3. He revisado con interés docenas, cientos de obras: libros, actas de congresos, tesis, artículos, comunicaciones y trabajos de todo tipo, procurando espigar el acierto, el análisis acabado (hay mucho error, confusión y hasta desconcierto). No puedo dejar de citar, por su valor y por este orden, tres obras bien distintas: la “Morfología” de Azkue (Euskaltzaindia 1.923, 1.924 y 1.925), la obra de José Miguel de Barandiarán (en la “Gran Enciclopedias vasca” y otras), y la “Fonética histórica vasca” de Luis de Mitxelena
4. Procurándome siempre la información más varia y segura, y provisto de todo el sentido común y ánimo paciente de que soy capaz, inicié (ya hace muchos años) un camino por la Toponimia, que se inicia con el planteamiento, sigue la interpretación, luego la comprobación y, finalmente la sistematización. Recordaré siempre mi primer paso. Fue en el pueblo ribagorzano de Laguarres. Por entonces, yo todavía me dejaba impresionar por “el aspecto”: “parecía vasco”. Conocía, entre otros muchos datos, que las formas históricas del topónimo habían sido Lagüerri, Laguarri, Laguarre y Laguarres, y que poseía en las inmediaciones una hermosa ermita románica llamada “La Virgen del Llano”. Una interpretación lau-gorri, “el llano rojo”, parecía muy verosímil. Se imponía la comprobación sobre el terreno y, tras constatar que la ermita está levantada en un llano, mi marcha tras las rejas de un tractor que volteaba una tierra de intenso color rojo, me proporcionó una inmensa satisfacción que, tantas veces repetida, me ha atado a esta tarea maravillosa. Anoté con cuidado que el diptongo au puede dar a (Mitxelena); que la lengua romance castellana (también la llamada navarro-aragonesa) puede diptongar la o de cornus, corpus, corvus… en ue, cualquiera que sea el origen (latino o prerrománico) de la forma en cuestión (Gorri – Guerri, apellido éste común por aquellas tierras); que el diptongo ue puede sufrir apertura a ua (cuesta – Cuasta); que los nombres terminados en i pueden cambiar esta terminación a e (Benabarri- Benabarre); que hay casos, en Toponimia, de s paragógica (Batisielle-s y otros muchos).
5. Siempre actuando de este modo, bien pronto se formó un conjunto de cambios o fenómenos fonéticos, de sufijos habituales, de construcciones características que orientaban acerca de la construcción y régimen de la lengua. Brevemente: el lector puede encontrarlas relacionadas ordenadamente en la Introducción, apartado 4, de mi obra Baliaride.
6. La calificación de “aglutinante” para la lengua iberovasca, la contemplación de su enorme fuerza de compresión interna que busca la reducción con acortamiento silábico; los fenómenos de acomodación o sutura, en los que el buen juicio mide la aplicación de la norma fundamental de elipsis al final del primer término, contrapesada por la “yuxtaposición aparente”, cuando la inteligibilidad del texto lo exige o recomienda, completan, en lo esencial, el conocimiento del referido “régimen de la lengua”.
7. Con todo lo que antecede (y otros puntos y consideraciones cuya exposición se alargaría en exceso), y tras sentar las bases del método histórico-real (véanse los apartados Quién, Dónde y Cuándo de la Introducción citada en 5), la interpretación y traducción de los topónimos y textos ibéricos constituye una tarea relativamente sencilla, en la que aflora permanentemente el elemento sistemático, y de la que se sigue la certeza del dominio lingüístico.
8. Porque, ya no se trata solamente de que:
- todas las formas, en sentido gramatical, de los topónimos y textos ibéricos estén recogidas en los diccionarios antedichos
- la fonética y la sintaxis sean comunes a la lengua ibérica y al vasco histórico
- aflore constantemente el elemento sistemático, tanto en el aspecto lingüístico como en el físico, cultural o social
- sea posible aventar los errores y disparates sin cuento que han anulado el valor de la Toponimia y la Epigrafía como ciencias en sí mismas y ciencias auxiliares de la Historia
- podamos conocer con todo detalle la realidad e idiosincrasia del pueblo ibero y, con ello, fijar sólidamente nuestros orígenes e identidad
- tengamos a nuestra disposición un caudal de conocimientos suficientes para interpretar o traducir cualquier texto de aquel origen.
Se trata, sobre todo, de que toda la construcción lingüística y los frutos obtenidos NO PUEDEN SER RESULTADO DE LA CASUALIDAD NI DE LA MANIPULACION. Realmente, la lengua ibérica ya se entiende.
De tal modo es así que, además de traducir al castellano todo topónimo ibérico o texto del mismo origen ya sea escrito en ibérico- levantino, ibérico-tartésico o latino, hemos podido adivinar por el contexto el signo (o signos) perdido total o parcialmente; comprender lo que hubo bajo un tachado y porqué se produjo; explicar el particularísimo valor del signo Y, el de los dos puntos verticales, : , con valor unitivo y no de separación excepcionalmente; comprender algunas variantes raras de signos normales; descifrar jeroglíficos como el de Zaldi o el del anillo de Santorcaz; entender algún juego de palabras… Aquí vamos a explicar un error en un texto que se corrige en otro posterior. El 1º es el estudiado en el capítulo anterior Amor I, al que llamaremos Texto I; el segundo es el que figura en una inscripción en plata, reproducida por Alonso García (op. cit. pag. 23), que llamaremos Texto II. Los reproducimos:
A). Transcripciones.
Texto I: A-I-DU(TU)-GU(KU)-N-BA(PA)-U-DE(TE)-A-BE(PE)
Texto II:A-I-DU(TU)-GU(KU)-N-DO(TO)-DE(TE)-A-BE(PE)-GA(KA)
B). Secuencias.
Texto I :AIDURGUNPAUTEABE
Texto II:AIDURGUNDOTEABEGA
C). Lecturas
Texto I : Aidur gun pau-te abe
Texto II: Aidur gun do-te abe-ga
Nota: Hemos subrayado las diferencias.
D). Análisis comparativo.
En el texto I ya vimos como el verbo pau, caerse, tenía un sufijo te propio de los verbos intransitivos, que implicaba una cierta idea de futuro en el modo imperativo y subjuntivo: era también la desinencia del agente de tercera persona plural. En el texto II, el verbo pau ha sido sustituído por do(a), forma conjugada del verbo, asimismo intransitivo, joan, que vale por irse, marcharse, morir, con lo que la traducción será “se marcharán” o “se morirán”. Hasta aquí, en esta aparente fórmula funeraria, no hay sino sustitución de un verbo por otro prácticamente equivalente: se caerán (I) por se morirán(II)., pues estamos hablando de “energías” o “ánimos” de los parientes próximos ante la muerte del “sostén de la familia”.
Pero el texto I reza literalmente así:”Las energías de los parientes próximos se caerán…sostén de la familia”. Evidentemente, falta ago. La dicción correcta sería “…sin el sostén de la familia”
Posponiendo toda explicación, optamos en Amor(I) por dar al verbo caer un matiz de “caer con” o “caer juntamente”. Pero, definitivamente, el texto II viene a zanjar perfectamente la cuestión: ya no hay que suponer nada pues está expreso: -ga (-ka) es un sufijo que denota privación de, carencia o falta. Por tanto, la dicción correcta: “sin el sostén de la familia”.
E). Traducción literal.
“Los ánimos de los parientes próximos morirán sin el sostén de la familia”.
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