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Amor – I (34)

Textos epigráficos

 

Los pueblos norteafricanos que llegaron a “la orilla del norte” (Iberz-ibar, Iberia), esto es, los iberos, a principios de la era neolítica, encontraron un medio natural silvestre y, a menudo, hostil, por lo que hubieron de entablar una lucha por la subsistencia en la que fueron constantes las privaciones, la escasez, las agresiones, las tragedias…Riadas devastadoras repetidamente mencionadas o descritas en los textos epigráficos, sequías provocadoras de terribles hambrunas, epidemias y enfermedades causantes de dolor y gran mortandad, ataques de animales salvajes y de alimañas hacia el hombre y sus ganados, el trabajo sobrehumano y sin descanso, las asechanzas exteriores…Todo ello y más fue templando su ánimo y a lo largo de muchos milenios surgió un pueblo sufrido y duro, tenaz, religioso, auténtico en su régimen de vida imbuída de sólidos principios morales, amante de su tierra y de su familia.

Encontrar amor en esta sociedad tan primitiva y difícil es un canto a la naturaleza humana. Y pese a la escasez de fuentes, tan natural pues se trata de exteriorizar sentimientos íntimos, hallamos testimonios suficientes para conocer la intensidad de su fragancia. Así, el amor apasionado del joven manacorí hacia la mujer de otro que desemboca en espantosa tragedia (vid. Manacor en Baliaride); o el amor conyugal, constante, entre la pareja que, tras la vida en común, seguirán “juntos para siempre” en la sepultura (estela de Cabanes); o el que subyace bajo el inmenso dolor del padre que ve y sufre la desgracia de sus cuatro hijos (bronce de Torrijo del Campo); o el que emana de la cuna (Cala Güia), del biberón (Cala Tuent) o de la muñeca de la niña (Fonchanina)…

En este primer capítulo dedicado al amor del alma (los iberos lo distinguían perfectamente del goce sexual del que, por cierto, parece que eran grandes disfrutadotes), trataremos de la más común de sus manifestaciones: el que expresan los familiares y parientes más allegados en el momento de la defunción de uno de sus deudos queridos, tan común que el texto bien pudiera asemejarse al de “los parientes desconsolados” de la esquela inserta en el periódico de hoy. La transcribimos correctamente desde la grafía tartésica que aparece en la pag. 24 de la repetida obra El origen de los vascos y otros pueblos mediterráneos, con escritura de derecha a izquierda:

A). Transcripción.

A-I-DU(TU)-R-GU(KU)-N-BA(PA)-U-DE(TE)-A-BE(PE)

B). Secuencia.

AIDURGUNPAUTEABE

C). Lectura.

Aidur gun pau-te abe.

D). Análisis morfológico.

Aidur: n.: parientes próximos. Es contracción de aide-ur.

gun: n.: energía, elemento vivificador.

pau: v.: caer. El DRALV recoge el compuesto pau egin, caerse.

-te: sufijo de la conjugación que indica cierta idea de futuro en el modo imperativo y subjuntivo de los verbos intransitivos. Cuando éste es transitivo, el sufijo correspondiente es –ke. También es la desinencia del agente de tercera persona plural. Por consiguiente, “caerán”.

abe: n.: columna, sostén, tronco, apoyo o sostén de la familia.

E). Análisis fonético.

1. La forma aidur muestra elipsis al final del primer término: aid(e)-ur.

2. La elipsis al final de gun (energía) confundiría la interpretación, pues gu= nosotros.

3. Por razones similares, no puede haber elipsis en pau-te ni en te-abe.

F). Traducción literal.

“Los ánimos de los parientes próximos caerán con (juntamente) el sostén de la familia”.


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© Bienvenido Mascaray bmascaray@yahoo.es

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