Toponimia
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La propiedad comunal, y con ella los trabajos comunales, tuvo una evidente importancia entre los iberos. No es difícil encontrar testimonios de la misma tanto en textos epigráficos como en toponimia. Quizá el más claro y concluyente esté contenido en el Gran Bronce de Botorrita, ése que la más recalcitrante doctrina se empecina en señalar como prueba concluyente de la existencia de la lengua celta o, al menos, de “una lengua céltica”, nada menos que a las puertas de Zaragoza. Ya hemos expuesto reiteradamente (las pruebas surgen por doquier cuando se alcanza un apreciable grado de conocimiento de la lengua ibérica y se abandona el estribillo de que ésta lengua “no se entiende en absoluto”) la tesis explicativa de que los llamados pueblos celtíberos son una gran falacia, pues no se puede tener por tales a quienes hablan y escriben en purísima lengua ibérica. Y esto vale para todos ellos: berones, titos, lusones, belos, sedetanos, arévacos, olcades…), incluso para los que, lejos del área del Sistema Ibérico (carpetanos, oretanos, vetones, vaceos, bárdulos, caristios, autrigones, cántabros, astures…) poseen la misma lengua según resulta de las fuentes escritas (textos epigráficos) u orales (topónimos de diversas clases). Volviendo al Gran Bronce citado, podemos leer lo siguiente: no(n) ui gia auz(o) anto, “donde las aguas torrenciales sobre las tierras de labor arregladas en auzolán o trabajo comunal”. Por su parte, el Plomo de Castellón nos presenta una escena idílica de las gentes trabajando en común y creando lazos de amistad: Ibar dia igi-z, apario ei kide, “las gentes del valle se afanan, en las comidas confraternizan fácilmente”. Terminante asimismo el topónimo del lugar de Biescras (Bardaxin) que lo describe como bezo karaiz > bez(o)k(a)ra(i)z , beskras y Biescras, “el terreno común de piedra caliza”.
Más segura si cabe es la existencia del “monte común” o del comunal que, con variada extensión según áreas y régimen distinto ha llegado plenamente vigente hasta hoy en multitud de términos municipales. Llevar el ganado al monte común ha sido y es práctica habitual; más aún, era frecuente que los diversos propietarios de ganado lo agregaran en un solo rebaño, tal como declara paladinamente el topónimo Baells, en la comarca de La Litera; y que, conformado aquel, se contratara a un pastor que recogía las reses y las cuidaba percibiendo una retribución de cada dueño según el número de cabezas aportadas. Pues bien, ya fuese agrícola, ya pecuaria, en Usana hubo, desde tiempo inmemorial, propiedad comunal. Pero antes, unas notas descriptivas.
“Usana. Viviendas muy prietas con calles estrechas y en pronunciada cuesta, en el barrio más occidental (de Banastón). Tenía 82 habitantes en 1.900. La imagen del verano de 2.007 es divergente; por un lado, tres grúas en movimiento, el pueblo se ha renovado mucho; y por otro, un gallo y cuatro gallinas picotean en la calle. La fecha más antigua posa en el dintel de una ventana -1.631-; en la parte baja sigue el pozo bajo pórtico abovedado y la pila donde caía el agua, recipiente pétreo esculpido en 1.918, en el que se grabó una cruz. El Callizo es una calle cubierta con bóvedas de perfil diferente pero homogéneas en su conjunto, más arcos separatorios; su firme enlosado da paso a los hogares que lo componen ; es elemento sobresaliente, el más largo del Alto Aragón. Oratorio de Santa Águeda, propiedad particular de casa Bardají; es una salita abovedada con espadaña –s. XVII-. Herrería a su izquierda” (A. Castán, Lugares del Alto Aragón).
No me ha sido posible encontrar hoy vestigios de aquella propiedad comunal tan remota. Me hablan de una cierta propiedad comunal en el lugar próximo de Villarcillo, pero no parece que se remonte más allá de la desamortización de Mendizábal (1.835). No obstante, la composición Usana es tan clara y terminante que la explicito sin ningún temor. Consta de la voz ibérica usa, ejido, campo o monte común de los pueblos; a ella se une el pronombre relativo n, al final de la composición na, el que tiene. Usa+na (enlace por yuxtaposición necesaria) significa, “el que tiene campo o monte común”.
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