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Trucho (112)

Altoaragonesa

Si hiciésemos una encuesta entre el millón aproximadamente de aragoneses que poseen el uso de razón, preguntándoles qué cosas, sentimientos o ideas tienen especial importancia para configurar nuestra identidad como pueblo o nación, tengo para mí que aparecerían en los primeros lugares, al sistematizar las respuestas, referencias religiosas, folklóricas, hidráulicas… inquietadas por la fuerte amenaza de la pasión futbolera encarnada en nuestro Real Zaragoza. Nada que objetar, absolutamente nada. ¡Faltaría más que tras dos mil años de dogmatismos, opresiones y dirigismos, emanados siempre de los dignísimos representantes de la “España de los Señores”, cada uno no fuese libre de pensar y sentir como le dé la real gana!. Entre otras razones muy sólidas, por aquello del latinajo cogitaciones poenam nemo patitur (nadie sufrirá pena por sus pensamientos), tal olvidado durante el franquismo. Ahora bien, la libertad de pensamiento que quiero para todos y cada uno (mujeres y hombres, pobres y ricos, religiosos y laicos… ) la reclamo también para mí, y, en consecuencia, podré manifestar que aquellas referencias preferentes no son, a grandes rasgos, las mías, que van, simplemente, por otros derroteros. No he dicho ni diré que, intrínsecamente, mis preferencias sean superiores, ni siquiera pretendo establecer comparación alguna; en cualquier caso, cuanto más diferentes y distantes, mayor mi problema y no el ajeno. (Aunque, a fuer de sincero, habré de añadir que se sobrelleva relativamente bien, sobre todo si, ya en los lejanos tiempos de la adolescencia, una valiosísima y un tanto heterodoxa Profesora de Literatura del Instituto Ramón y Cajal de Huesca, me hiciese aprender de memoria aquello de A mis soledades voy/ de mis soledades vengo/ porque para andar conmigo/ me bastan mis pensamientos).

Para mí, una de las referencias preferentes sería la respuesta a una pregunta universal: ¿Quiénes somos? Conocer nuestro origen, quienes fueron nuestros antepasados más remotos y, en especial, los primeros que alcanzaron una civilización plena; sus creencias religiosas, su organización y relaciones sociales y familiares, su código moral, su actividad y pensamiento… La Arqueología se erige, de inmediato, en camino, guía y fuente; todavía en fase poco más que inicial, los hallazgos se anuncian como extraordinarios, y ya en algunos museos se da un colapso ante la ingente cantidad de materiales que requieren catalogación, análisis y puesta en valor. Ha sido, hasta el momento, la fuente principal y casi única, porque en el mundo de la palabra, la Toponimia – viciada e inutilizada por el nefasto método comparativo – , y la Epigrafía – anulada por nuestra ignorancia ya que “la lengua ibérica no se entiende en absoluto” – , lejos de aportar ningún conocimiento firme y sistemático, han provocado un verdadero pandemonium, una confusión tan grande que toda barbaridad encuentra acogida y hasta aparece nimbada por la erudición.

En el Alto Aragón contamos con una amplísima serie de yacimientos arqueológicos que pueden alcanzar la consideración de “santuarios” por su antigüedad, riqueza y belleza. Entre ellos, voy a referirme aquí a la cueva de la Fuente de Trucho, en el término de Asque, municipio de Colungo. No corresponde hacer en este trabajo una descripción minuciosa de su configuración y contenido, ni siquiera de los hallazgos y trabajos en curso, porque, quienes deseen conocerlo en profundidad, encontrarán amplias referencias escritas en libros o en páginas Internet; en todo caso, es muy recomendable una visita al Centro de Interpretación del Arte Rupestre, en Colungo, con reproducción a tamaño natural de aquella cueva, esmerada atención personal y medios audiovisuales. Es posible que volvamos sobre estas manifestaciones artísticas al estudiar topónimos como Asque, Arpán, Quizans, Chimiachas, etc. Me limitaré a decir que, según dataciones radiocarbónicas, las pinturas y grabaciones de la Fuente de Trucho van desde el 20.510 a. de C. (Paleolítico) al 5.000 a. de C. (Neolítico, arte esquemático).

La expresión usual “Fuente del Trucho” da la sensación de que nos referimos a un ser un tanto indeterminado, un “trucho”. Dado que, como vamos a ver de inmediato, aquí no hay nada semejante a un pez salmónido del género trutta, ni tiene sentido alguno pensar en profesores franceses que se desplazaran a Iberia para enseñarnos el vocablo trou, agujero, conviene que suprimamos el artículo el, presente en la contracción del, y que hablemos de Fuente de Trucho. Por otra parte, según entramos en la cueva, a mano izquierda, existe una “pequeña fuente”, cuya utilidad debió de resultar inconmensurable para las gentes (no menos de 15, según el espacio disponible, los tres fuegos-hogares, etc.) que hicieron de la cueva su vivienda permanente. Y por aquí va el contenido del topónimo Trucho. Se trata de una derivación formada por el sustantivo ituri, fuente, más el sufijo diminutivo –txo, pequeña. Esta derivación ituricho, tetrasílaba, es un magnífico ejemplo de la actuación de la “fuerza de compresión interna de la lengua ibérica”, pues observamos, en efecto:

1. Aféresis de vocal inicial silábica: (i)turicho (trisílaba).

2. Elipsis al final del primer término: tur(i)cho (bisílaba).

3. Metátesis de r: turcho > trucho.

El significado de Trucho, “la fuente pequeña”.


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© Bienvenido Mascaray bmascaray@yahoo.es

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