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Terraza 284 (a)

Altoaragonesa

 

Que Terraza es un topónimo con “torre” encierra una aparente dificultad que se resuelve al punto: torre sufre una asimilación vocálica que la lleva a “terre”; y si el segundo elemento de la composición empieza por a como es el caso, la elipsis al final del primer término nos conduce a “terr(e)a”. Esta solución, además de normal, tiene el refrendo de la doctrina: Mitxelena, Fonética histórica vasca, pág 82, dice categóricamente: “No se puede hablar para el vasco de una alternancia e/o, entendiendo por tal una permutación que no dependa inmediatamente de los sonidos vecinos… Sin embargo, son frecuentes los ejemplos de asimilación”. Y citamos, entre otros, los siguientes: común moko, pico, da beko; común omen, partícula que acompaña al verbo, da en guipuzcoano emen; el bajo-navarro, labortano y roncalés oren, hora, da en alto-navarro y salacenco eren; común zhekor y txekor, novillo, da en alto-navarro txokor, etc.

 

Vayamos con la interpretación racional del topónimo Terraza. Merlli de Lena es una divisoria de aguas entre el Isábena y el Ésera; hacia el Oeste se forma el barranco L´Obago que baja hacia Nocellas y Torrueco, formando en su ribera derecha “El Solano Bacamorta”, conocido históricamente como “La Val de Terraça”. De Terraza hay una mención documental del mes de mayo, era 912, en la carta de fundación y dotación de S. Esteban de Aguilar: “…et cum omnia que examplare potuerunt in valle de Terraça et in Uacamorta…”. Hoy subsisten, si bien deshabitadas y en ruinas, las grandes casas de Terraza, Fortuño y Castellaz, en cada una de las cuales, sea por divisiones o por ventas, se establecieron varias familias más. Pero, más o menos alejadas de estos núcleos, existieron otras unifamiliares. Moisés Selfa Sastre, Toponimia del Valle Medio del Ésera atestiguada en sus fuentes documentales, recoge el resultado de sus investigaciones en el protocolo del notario Pedro Guart, y cita:

-“…un campo de la cassa de Miquel de la Casta en las cassas de la Torre…”

-“… una casa mia propia que tengo sita en el termino de dicha Balle de Terraza a donde se dicen las cassas de San Pere de la Torre…”.

-“Die quinto mensis octubre anno 1617 en la cassas de la Enquantra de la Balle de Terraza…”.

-“Die octavo mensis januarii anno domini 1627 en la casa de Fortunno de la Balle de Terraza”.

-“Die viessimo nono mensis setembris anno 1614 en la casa de Turlas de la Balle de Terraza”.

Constatamos la repetida referencia a “la torre”. Por otra parte, en el inmediato término de Aguilar (Las Casas de la Torre y La Torre de Aguilar), al igual que en Torruella y sus torres diseminadas en las proximidades, la abundancia de torres o residencias de familias principales reafirma la presencia de la voz “torre” en Terraza. De todas las casas principales parece que fue en casa Terraza donde radicó el centro aglutinador del valle, y no solo por el topónimo sino por la magnífica iglesia románica, entonces poseída en común y ahora en trance de irremisible pérdida, y el cementerio anexo.

 

Esta casa Terraza, como las de Fortuño, Castellaz o Torrueco, tenía el acompañamiento de múltiples dependencias agrícolas, ganaderas e, inexcusablemente, de un huerto, más o menos grande, bien cultivado, casi siempre por las mujeres de la casa, abonado y regado con el agua de una balsa inmediata que se alimentaba de alguna fuente o por una derivación del barranco. Entre las hortalizas más cultivadas, las coles tuvieron una importancia enorme, no solo para la alimentación humana sino también para la “pastura” de ciertos animales domésticos (el cerdo sobre todo); incluso el “troncho” (tronco) era aprovechado por los conejos. Han llegado hasta hoy múltiples variedades: basta o “de repelá”, bróquil, pella, grumo, “burrugada”…, y la palabras col entraba en muchas expresiones habituales y frases hechas. Hubo, además, una costumbre que, si bien no es exclusiva del Valle de Terraza, sí que tuvo fuerte vigencia y arraigo inmemorial. Sucintamente:

Cuando las primeras heladas de finales del otoño acababan con las verduras y hortalizas, el huerto semivacío conservaba, no obstante, gruesos troncos de col, altos, desnudos, casi espectaculares. Algunos se arrancaban para el antes mencionado aprovechamiento pero muchos, los más fuertes, se mantenían todo el invierno. ¿Para qué?. Muy sencillo: entre las primeras heladas y la nueva producción de hortalizas, solo el semillero o “berché”, al resguardo de una pared contra el viento norte y con cubierta o tejado de palos y ramas de boj, podía proporcionar alguna verdura, pero escasa e insuficiente. Al llegar la primavera había que picarlo, sembrarlo o replantarlo. Y en este lapso de tiempo de carencia total de alimento verde y fresco, aquellos viejos troncos sacaban brotes o renuevos en pocos días, tiernos y sabrosos, que junto a los nabos, primero, y las patatas, después, acompañados de las sempiternas judías, componían un plato tan usual como barato y nutritivo. En Terraza, la costumbre inmemorial bautizó el lugar.

 

Terraza es una composición ibérica formada por torre, voz que sufre asimilación vocálica a terre. A ella se aglutina la forma aza, col, que se acomoda mediante elipsis al final del primer término: terr(e)aza > terraza. El significado de Terraza, vistoso y propio, es el de “la torre de las coles”. Ni siquiera los “tronchos” han resistido al estrago de los tiempos…

 


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