Toponimia
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En su obra Guía de la arquitectura románica en el valle de Benasque, Roberto Benedicto reproduce algunos párrafos de J. M. Cuadrado – págs. 127 y 128 de Bellezas y recuerdos de España. Aragón -, y dice así: “…Y el de San Pedro de Taberna, anterior a la caída del imperio godo y refugio del Obispado de Zaragoza en aquella gran catástrofe, a la cual debió la posesión de sus reliquias más preciadas, agregado a San Vitorián a últimos del siglo XI”. Y en nota a pie de página: “Curiosa noticia de estos acontecimientos da la escritura dictada desde el lecho de muerte por un santo monje contemporáneo llamado Belastuto, cuya autenticidad, aunque se la conoce con el nombre de canónica, ha sido vivamente disputada. Según ella, al aproximarse los árabes a Zaragoza, huyó el obispo Bencio con las principales reliquias de su iglesia, y entre ellas con el brazo de San Pedro tan venerado en el monasterio de Taberna. Dominaba entonces en Ribagorza el conde Armentario, gobernador sin duda nombrado por los reyes godos, quien señaló por asilo a los fugitivos el monasterio citado…”. Este origen visigótico de Taberna es predicado asimismo por muchos otros autores, con lo que, visto ya Alaón y con noticia de otros como Obarra o San Victorián de Asán, nos encontraríamos al menos con cuatro monasterios del mismo origen en menguado espacio. Cabe preguntarse si estamos ante un hecho excepcional, si responde o no a una honda religiosidad, si en otras áreas de Iberia se dio algo parecido. Hallaremos las respuestas en el admirable librito de D. José Orlandis La vida en España en tiempos de los godos:
“Resta sin embargo un sentimiento que es obligado recordar expresamente, pues de no hacerlo resultaría incomprensible la historia española de aquellos siglos: el fervor, el entusiasmo religioso, que no solo influyó decisivamente en el destino del reino sino que animó también la existencia –individual y colectiva- de la población hispano-visigótica. …Nos limitaremos a fijar la atención en dos personajes –laico el uno, monje el otro- escogidos de intento porque pueden considerarse bastante representativos, cada uno en su propia esfera: el rey Sisebuto y el santo asceta Fructuoso de Braga.
Dejando al margen otros aspectos de su personalidad y de su obra, Sisebuto fue ante todo un celoso y ferviente cristiano. El celo por la fe –imprudente frente a los judíos- le llevó a sentirse directamente responsable del bien público de la Iglesia, ante obispos aseglarados, como Eusebio de Tarragona, o fatigados del ministerio pastoral y ansiosos del retiro, como Cecilio de Mentesa. El entusiasmo apostólico del monarca le llevó a escribir la carta…al rey longobardo Adaloaldo, exhortándole a que su nación abandonara el ancestral Arrianismo y abrazara la Ortodoxia católica. Y Sisebuto reforzaba su apología con la experiencia española. Antes, en los tiempos arrianos, toda suerte de infortunios se abatían sobre el pueblo: “Pero desde que el fulgor celestial iluminó el corazón de los fieles y la fe ortodoxa resplandeció en las inteligencias antes ciegas, el imperio de los godos católicos, en una paz que es merced de Dios, se fortalece más y más cada día”.
San Fructuoso de Braga ofrece el ejemplo de otra vocación monástica animada por un ardiente fervor religioso, que dio vida al más importante movimiento ascético registrado en España durante la época visigoda. …No uno sino muchos monasterios fundó Fructuoso, tanto en el Bierzo como en Galicia y el sur de la Península. Y, más aún, suscitó una oleada de fervor religioso que arrastró tras de él a personas de toda condición, desde la aristocracia palatina a humildes clases populares: “Muchos distinguidos y nobles personajes –dice la Vida de San Fructuoso de Braga- dejando el servicio del rey, huyeron con sed de perfección a su santa disciplina”. Y en las tierras meridionales de la Bética, el ejemplo del santo, “hasta tal punto encendió con el ardor de la fe los ánimos de los pueblos, que los conversos, acudiendo en tropel de los cuatro puntos cardinales, se hicieron un inmenso coro”. El fenómeno llegó a revestir tales proporciones que –según sigue relatando la Vida- “si los duques del ejército de aquella provincia y de los distritos colindantes no hubiesen reclamado al rey que se tomaran algunas medidas… habría sentado plaza un innumerable ejército de monjes”.
Podemos concluir que el pueblo visigodo, amén de la monarquía absoluta, introdujo un fervor religioso también desconocido hasta el momento. Lástima que aquella y éste, sobre un fondo de la más absoluta y abyecta fractura social, desencadenaran y dieran carta de naturaleza a todos los males que pueden concitarse en un Estado: esclavitud, injusticia, opresión, fanatismo, hipocresía…
Volvamos ya a Taberna. El llamado Eje Pirenaico discurre al pie de los Pirineos –Jaca-Sabiñánigo-Yebra de Basa-Fiscal-Boltaña-Ainsa- y llega a Campo, donde, contra la racionalidad, el imperativo geográfico y la economía, cambia de sentido, toma el de Sur a Norte y se dirige hacia Castejón de Sos. Antes de llegar a éste, en Seira (colonia de Seira o Seira el Nuevo), tomamos un desvío a la izquierda, señalizado Barbaruens, cruzamos el Ésera, pasamos por Seira (“el Viejo”) y, enseguida, llegamos a Taberna. Nos encontramos ya al pie del macizo del Cotiella, y desde aquí, primero por carretera (hasta Barbaruens) y luego por pista y camino, llegaremos junto al barranco de Bilsé al refugio de Armeña y fuente de Riancés, y mediante fuerte ascensión al puerto de Chistau; un acusado descenso nos llevará por el ibón de Plan o Basa de la Mora hacia Saravillo, izquierda y sur, o hacia Plan, S. Juan de Plan y Chistau, derecha y norte. Se comprende que el monasterio de San Pedro de Taberna extendiera su acción pastoral y recaudadora por el Pagus Gestabiensis. Pero también por la cuenca del Ésera: amén de los tres lugares anexos a Taberna (Barbaruens, Abi y Seira), consta por un documento del año 987 que le pertenecieron las localidades de Belbedé, Nabarri, Organué (sin localizar) y Senz. Este documento, que se guarda en el Archivo Histórico Nacional entre los documentos de San Victorián, es el único conservado de lo que debió ser un rico cartulario destruido en un incendio. Un trabajo de Francisco Salamero Reymundo, Relación de documentos inéditos sobre el Real Monasterio de S. Victorián, recoge las posesiones reclamadas por los monjes de este monasterio, como causahabientes de los de Taberna: Abi, Seira, Barbaruens, La Carlanía, La Cuadra y El Run; Navarry, Belbeder y Aguas Caldas. Tampoco queda ni el menor vestigio de lo que fue el antiguo monasterio: la construcción actual, al costado izquierdo e inmediata a la carretera, fue levantada por los Mur en el año 1.573, probablemente sobre parte del solar del antiguo monasterio. En su entorno, una serie de construcciones agropecuarias propiedad de una familia de Barbaruens, a cuyas manos fue a parar tras la desamortización de Mendizábal de 1.835. Como dice Roberto Benedicto en su obra antes citada, de lo anterior “queda un documento –reputado como falso- conocido como la Canónica de San Pedro, esa reliquia guardada en Barbaruens, del brazo de S. Pedro; la tradición conservada en el recuerdo y en el corazón de estos altorribagorzanos; una ermita dedicada a S. Belastuto, en Campo, a la que aún se va en romería, y en la que el aceite de sus lámparas es mano de santo para los duros de oído. Y un Beato o Santo, de la orden benedictina: San Belastuto, o Belascuto o Blascut “(Bllascut, en el dialecto campense).
En el documento antes citado del 987 se lee ad Sanctus Petrum de Taverna; en el acta de consagración de la catedral de Urgel, año 819, …locum sanctae Mariae et sancti Petri Apostoli qui dicunt Taverna; en el acta de elección del obispo Borrell, año 1.017, …et Aster, abba sancti Petri Taberna; en el acta de donación de la iglesia de Ralui, año 1.125, …et sunt testes… et Raimundo Galindo, prior de Taberna. Esta forma original del topónimo Taberna (o Taverna) se mantiene así hasta el siglo XVI, cuando un escriba iluminado y fervoroso la llevó al campo latinoide con la simple adición de una s final, de modo que Tabernas tuviese un étimo latino aparente, el sustantivo taberna-ae, tienda o almacén de venta al público, cabaña, choza, interpretación ampliamente compartida por la mayor parte de los tratadistas actuales.
Taberna es un topónimo iberico que, anterior a la fundación del monasterio visigótico, describe un hecho natural: el emplazamiento o situación al pie de una gran montaña y en una vía de comunicación entre valles. Es una composición integrada por tres elementos. El primero, atai, umbral o entrada, forma parte de una rica familia de palabras que se organiza en torno a ate (variante ata), puerta. En ella se manifestará uno de los fenómenos fonéticos más característicos y eficaces de la lengua ibérica, siempre en pos del acortamiento con disminución silábica, cual es la aféresis de vocal inicial silábica: atai > (a)tai. El segundo elemento es ber, que tiene variante bera y que significa “el mismo”. El enlace entre (a)tai y ber se efectúa mediante elipsis al fina del primer término, de modo que (a)tai+ber > ta(i)ber. Finalmente, el pronombre relativo n, que como en tantas ocasiones toma al final de la composición la forma na, y que podemos traducir por “el que es, está, tiene, parece…”. En este caso conviene la acepción “está”, de modo que atai+ber+na > (a)ta(i)berna = Taberna significará “el que está en el mismo umbral”.
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