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Suelza (124)

Altoaragonesa

Para la descripción de Punta Suelza (2.973 m) y de la ascensión a la misma, seguiremos la narración de Michel Sébastien en su obra Cimas pirenaicas: “Aunque muy elevada, se la conoce poco. Incluso en Bielsa, hay muchos que la ignoran. La gente de aquí está obsesionada por el Valle de Pineta y el Monte Perdido. Y no obstante, este pico aislado, bien separado de la masa, merece una visita. La pista parte hacia el este entre el túnel y Parzán. En muy mal estado (1.981), conduce al lago de Ourdissetou (2.380 m). Este lago, amplio y bello, contrasta con las horribles construcciones que se alzan en su orilla occidental. Sin embargo, hay que ir a ellas, después de haber cruzado la presa. Un sendero se dirige al sur, por encima del lago. Al extremo del lago (30 minutos) dobla hacia el sureste. Algunas piedras de señalización indican la dirección. Hay que pasar por encima de unas barras. El pasaje puede ser peligroso cuando los neveros están helados. Se flanquean después unos desprendimientos que llevan a un collado (Collado Suelza, 2.610 m, 1 h 30´). Basta con seguir esta delgada arista hacia el este para llegar a la cima. A veces, se han de apoyar las manos y, bajo el pico, algunos de los gendarmes son agudos. Se puede pasar por el sur, donde extensos desprendimientos invaden la ladera. Esta arista constituye la parte más interesante de la excursión. Desde ella se domina el lago de Ourdissetou y el de El Cao. Hay en este punto un extraordinario valle glaciar suspendido. Raras veces he vista nada tan fuera de lo común en los Pirineos. Los esquistos rojos y de color hez de vino alternan con los granitos grises. La cima (2.973 m) es bonachona, aunque su cara norte parezca temible.

He disfrutado allí de la fabulosa soledad de los fines de verano. Una montaña vacía, absolutamente vacía. Y sin embargo, mientras admiraba los Posets, la Munia y la Robiñera, ¡cuántos recuerdos!. En el fondo, uno no se siente nunca solo en la montaña, puesto que vuelve a encontrar los recuerdos lejanos de excursiones fraternales”.

En realidad, nosotros no necesitamos ascender a la cima, puesto que lo que nos interesa es el aspecto general de la montaña en su conjunto, y ello lo observamos perfectamente desde los alrededores del lago de Ordizeto. La impresión de “montaña vacía, absolutamente vacía” se concreta en la ausencia total de vegetación: ni un árbol, ni un arbusto, ni siquiera un pequeño pastizal o zona cubierta de hierba. La coloración amarilla-rojiza contribuye a resaltar el aspecto entera y exclusivamente mineral de la montaña. Parece como que, en tiempos de los iberos, un incendio pavoroso hubiese abrasado, quizá durante meses, toda la masa vegetal, semillas incluídas; y que después, una constante y profunda erosión hubiese arrastrado toda posibilidad de nueva vida.

Con Suelza iniciamos la ruta de “los topónimos de fuego”. Comprende asimismo la Punta Fuelsa, la Sierra de Fubillons, y por Punta Calva, Mobisón Gran y Mobisón Chicot alcanza plenamente al macizo de Cotiella. En éste, idéntica impresión a la de Suelza: “Mundo de piedra fracturada, singularmente roto, erosionado y disgregado. Masas de fuerza y de silencio. Paisaje alejado de los cánones pirenaicos, seco, árido y duro. Diferente, extraño, difícil, singular. Y también espléndido. País de la sed, el calor y la desolación, abrasado por la reverberación del sol y un tanto uniforme en su presentación” (Fernando Bierge, Grandes picos del Pirineo Central).

Suelza no se limita a transmitir una impresión, una realidad “como si…” o “a modo de”, estableciendo una analogía o suponiendo una posible causa. Utiliza términos categóricos, afirma, describe un hecho conocido. Y las correspondencias que encontraremos en aquella ruta de los topónimos de fuego, hacen más verosímil, si no cierto, el suceso narrado. Esta composición ibérica consta de tres elementos, el primero de los cuales es su, fuego, voz fundamental tanto en lengua ibérica, como en el vasco histórico y aún en el actual. El segundo es el, contracción de erre-al (de erre, quemar, y al, poder potencia), que debemos traducir por consiguiente por “quemado” o mejor “abrasado”. Termina la composición con la pieza maestra que le da virtualidad y vigor, certeza: se trata de –tzat, por, a causa de, “sufijo de la declinación que indica medio, instrumento”.

Entre su y el hay yuxtaposición necesaria pues, claramente, la elipsis al final del primer término destruiría la composición; otro tanto cabe decir de la unión suel-tzat. No contando la lengua ibérica con consonantes dobles como tz , que procede de z, la composición originaria fue suelzat. El enmudecimiento de la consonante final nos lleva a Suelza, “abrasada por el fuego”. Continuará.


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© Bienvenido Mascaray bmascaray@yahoo.es

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