Epigrafía



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Sentencias – IV (47)

Textos epigráficos

En la Epigrafía prerromana, tantas veces citada, aparece una larga serie de fichas de inscripciones que son obra del Marqués de Valdeflores, correspondientes a documentos hallados en la Alcazaba de Granada en torno al año 1.750 y que son calificadas de “falsas” en todos los casos. Pero hay una, la señalada con el nº 32 (variantes A, A bis, B, C,D,E,F y G) que merece especial atención. Se dice en aquella obra que “el dibujo mide 3 cm de alto por 13,5 cm de ancho. La inscripción original sería 4 veces mayor (12 x 54 cm)… La leyenda dice: En Granada; en mármol, hallada en la misma Ciudad. La ví y copié…. Se trata de la ficha con el dibujo de una inscripción falsa, como todas las de esta procedencia, aunque en este caso los signos resultan legibles en ibérico del Nordeste o levantino, que no se corresponde con el ibérico meridional usado en la zona de Granada, como tampoco es normal el uso de mármol”. Hemos copiado al inicio el dibujo de la ficha 32 B:

Por alcazaba debemos entender un recinto fortificado en el interior de la ciudad con finalidad defensiva. Y respecto a la de Granada, leemos en La cultura ibérica, de Adroher, López Marcos y Pachón Romero (ya citada), pag. 83: ” Bajo la actual ciudad de Granada, en concreto en la parte antigua del Albaicín, conocida en las fuentes con el nombre de Alcazaba Cadima, se asentaron hace 27 siglos unas poblaciones …que ya en el siglo VI debió de presentar una extensión próxima a las 15 Has”. Y más adelante: “ A partir de finales del siglo III se empieza a comprobar la presencia romana de forma patente, sobre todo en los materiales de importación que… ejemplifican la buena salud económica del oppidum ibérico así como su relación amistosa con Roma…”.

Fundándonos en todo lo anterior me parece cabal afirmar que:

1. La aparición de documentos ibéricos en la Alcazaba de Granada es absolutamente normal.

2. El mármol blanco era común entre los romanos y su utilización por los amistosos vecinos iberos del opidum muy explicable.

3. Mientras que el alfabeto tartésico o bástulo-turdetano, siempre muy localizado, muestra tendencia a su desaparición, el ibérico levantino se expande a muy amplias zonas, y nada tiene de particular que hubiera reemplazado ya al anterior en el siglo II-I a. de C. en el área granadina.

4. Una vez más, resulta increíble que en el año 1.750 de nuestra era existiera un falsificador (el marqués de Valdeflores u otro cualquiera) capaz de, no sólo de inventar una secuencia legible en lengua ibérica con todos los signos propios, sino de que tal secuencia tuviera un significado claro y profundo.

5. Que el texto tuviera el valor de arenga o admonición eficaz y certera para los defensores de la fortaleza, como veremos.

6. Que, en conclusión, no se puede dudar del carácter auténtico de esta inscripción.

A). Trascripción.

GA(KA)-DE(TE)-GE(KE)-DO(TO)-A-GI(KI)

B). Secuencia.

KADEKETOAKI

C). Lectura.

Kad(en) eketo aki.

D). Análisis morfológico.

Kaden: n.: el cobarde.

eketo: ag. de tercer grado del verbo eketo: que huye. Véanse en el DRALV eket = huída, y eket egin= huir.

aki: v. aki(tu): sucumbe.

E). Análisis fonético.

1. Kaden-eketo nos muestra elipsis al final del primer término.

2. eketo-aki es ejemplo de yuxtaposición necesaria.

3. La escasísima flexión se manifiesta en aki, tercera persona singular del presente, que es igual al infinitivo (sin la desinencia latinizante –tu), al agente de tercer grado (que sucumbe), a la primera persona singular del presente (sucumbo), etc.

F). Traducción literal.

“El cobarde que huye sucumbe”.


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© Bienvenido Mascaray bmascaray@yahoo.es

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