Epigrafía
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Yerra gravemente el profesor José María Blázquez ya al inicio de su obra Religiones, ritos y creencias funerarias de la Hispania Prerromana, Biblioteca Nueva, Madrid 2.001, cuando dice (página 15): “En la región tartésica sólo quedan restos de un gran naufragio difíciles de interpretar, al carecer de fuentes escritas, que además serían la interpretación dada en la mayoría de los casos por autores griegos o latinos, al carecer de fuentes directas indígenas, Sólo queda la posible comparación con la religión de los pueblos colonizadores, fenicios y griegos”. Esta última posibilidad, la comparación de un término desconocido con otro implantado por los colonizadores, informa cada uno de los trabajos recopilados bajo aquel título, conduce a una mixtificación horrorosa y, una vez más, deja en el limbo del olvido, si no del desprecio, el inmenso caudal de conocimientos que sobre nuestra cultura originaria (religión, moral, economía, sociedad, política, lengua…), la propia de nuestros antepasados iberos, nos proporcionan las fuentes escritas directas que sí existen, y sin las cuales es imposible avanzar un solo paso válido.
Bien distinto es el punto de partida y el sentir general de la obra de José Miguel de Barandiarán Diccionario de mitología vasca, ya citada. El amor a la tradición es, sin duda, la nota más definitoria del pueblo vasco, y frutos de ella, tan maravillosos y espléndidos como, por ejemplo, la lengua iberovasca, conforman su personalidad bien diferenciada. Circunstancias geográficas e históricas hicieron que, en otros lugares de Iberia, la pérdida de la memoria y el cambio de la personalidad fuera más rápido e intenso. Pero nadie debería olvidar que:
1. Lo ibérico y lo vasco son, respectivamente, el todo y la parte.
2. Todos los habitantes de Iberia tenían un origen común, pertenecían a una misma etnia y convivían dentro de una misma cultura: lengua, religión, economía, organización social y política…
3. Esta identidad en lo fundamental se prolongó durante toda la Edad Primitiva de la Historia de Iberia o Ispania, esto es, desde la llegada a cada territorio del hombre neolítico norteafricano que había pasado a “la orilla del Norte” o a “la costa del Norte” hasta la llegada del invasor salvaje y genocida romano en el año 218 a. de C.
4. Este encuadre de todos los habitantes de Iberia en una unidad étnica y cultural durante un período de tiempo largísimo (entre 8.000 y 5.000 años), ha dejado un inmenso patrimonio común que, si bien soterrado e ignorado, va mucho más allá de la Toponimia común a la Península e islas, de la identidad de los textos epigráficos y el vasco histórico, de la pervivencia de voces ibéricas en las lenguas modernas de España, el euskera por supuesto pero también el castellano, el catalán y el gallego portugués.
5. La llegada de los romanos supuso el inicio del quebrantamiento de la unidad cultural de Iberia, que avanzó rápida y desigualmente durante toda la Edad Antigua, pero no fue hasta principios del siglo VIII (año 711), inicio de la Edad Media, cuando apareció el mapa político diferenciado, con núcleos de resistencia que poseían un territorio y una población con voluntad de expansión, con unidad de mando y dirección, con rivalidad y enfrentamiento con los núcleos, también cristianos, vecinos; con, en definitiva, una conciencia nacional incipiente que, a través de múltiples y profundas vicisitudes, acabó configurando un mapa de naciones independientes sobre un fondo ibérico común.
6. En consecuencia, tan estúpido y falso es preconizar un nacionalismo español, centralista y excluyente, como pretender una separación absoluta alegando inexistentes incompatibilidades o diferencias desde el origen, que no son otra cosa que infundios personalistas y embaucamientos colectivos.
Tradiciones amorosamente conservadas, ritos y leyendas, trabajos y utensilios, principios y valores y un largo etcétera, constituyen un inmenso y valiosísimo acerbo del pueblo vasco, en el que podemos buscar y encontrar reflejos y vivencias del pueblo ibero. Veamos lo que nos dice José Miguel de Barandiarán sobre una deidad menor, el genio llamado Mairi: “En Baja Navarra es designado así un genio dotado de fuerzas colosales, según creencia común. Según algunos, es un tipo humano muy antiguo que vivió en nuestro país. Fuera de aquella región apenas es conocido con este nombre. Los Mairi transportaban a mano enormes peñascos… la Mairi las llevó sobre su cabeza mientras tenía sus manos ocupadas en hilar.”
Pues bien, ¿qué pensará Vd., lector amigo, si encontramos al genio Mairi, con su nombre propio y actuando con su enorme energía, en un texto ibérico correspondiente al área de los berones?. ¿Sorprendente?. Por lo que llevamos dicho y por mucho más que diremos, en absoluto. Empecemos por presentar (reproducido al inicio) el colgante geométrico hallado en las ruinas de Bareia (Viana, Navarra), y que figura dibujado en la página 98 de Arqueología Navarra/14, trabajo de Juan Cruz Labeaga titulado La Custodia, Viana. Vareia de los Berones:
A). Trascripción.
U-E-N-I-A-GU(KU)-N-M-A-I-R-GA(KA)-BO(PO)-GU(KU).
B). Secuencia.
UENIAGUNMAIRKABOGU.
C). Lectura.
U(en) e(ni) nia(u) gun Mair(i) kabo gu(re)
D). Análisis morfológico.
Uen: pr. personal de 2ª persona plural: de ustedes.
eni: pr. personal de 1ª persona singular: a mí, para mí.
niau: comparativo de igualdad: lo mismo que.
gun: n.: energía, ánimo.
Mairi: n. propio, según hemos expuesto anteriormente.
kabo: n.: ánimo.
gure: pr. posesivo: de nosotros, nuestro.
E). Análisis fonético.
1. En la composición uen-eni hay elipsis al final del primer término.
2. También en eni-niau.
3. Lo mismo en nia-gun.
4. gun-Mairi es yuxtaposición necesaria.
5. Mairi-kabo presenta elipsis al final del primer término.
6. En gu(re) observamos caída de la vocal átona final, gur(e), y posterior enmudecimiento de la consonante final, gu(r).
F). Traducción literal y traducción propia.
“La energia de Vds. para mí es lo mismo que Mairi para el ánimo nuestro”
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