Toponimia
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Secastilla es un pueblo ribagorzano, cabeza del municipio de su nombre, de unos 100 habitantes. Se accede a él por la carretera de Barbastro a Graus, tomando a la izquierda, 3,5 kms antes de llegar a ésta última, la vía que, tras 6,2 kms de recorrido, nos deja en el pueblo. Éste se sitúa entre los pantanos de Barasona al E y el de El Grado al O, a 645 m de altitud, en terreno orientado al sur. Tiene el pueblo estructura medieval, con calles angostas y múltiples pasadizos. Destaca la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Llano, de origen románico, con ábside semicircular al exterior, muros de mampostería acrecidos con obra de ladrillo para alojar una galería de vanos al estilo aragonés. También la casa-palacio de los Duques de Medinaceli que tuvieron derecho de presentación. En las cercanías, próximos al paraje Salto del Gato, los restos del Castro Muniones y de su iglesia. Actividad fundamentalmente agropecuaria, con especial mención a sus vinos, afamados y de gran calidad; modernamente, incluidos en la denominación de origen Somontano de Barbastro, cuenta con elaboraciones de primerísima calidad a nivel español. Se incluyen en su término las aldeas de Ubiergo, Volturina (despoblado y arrasado), Puy de Cinca (deshabitado) y el Santuario de Torreziutat (rebautizado, con excelsa ignorancia, en Torreciudad).
Aparece citado en un documento del año 1.063 como Septcastella (Ibarra, Documentos de Ramiro II) y otros, con sílaba inicial Cet- o Siet-. Pero ya en 1.069 aparece Secastella (Canellas, Documentos de Sancho Ramírez, doc. nº 17) y en Martín Duque, Colección diplomática de S. Viturián). Todos estos datos y muchos más, pueden obtenerse en la documentación histórica y también en la contemporánea, en la que los seguidores del método formal, comparativo o de emparejamiento de cromos, continúan aferrados a la tradición hispanorromana-católica, propiciadora de los mayores disparates. Porque, ante todo, el investigador debe usar de la racionalidad. Es sencillo decir, como varios autores, que Secastilla viene de “siete castillos”, con fundamento en las grafías sept-, set-, cet- o siet-, y aún lanzarse a la identificación y situación puntual de los mismos. Pero pensemos, pensemos un poco, que no hace daño. El estudioso debería estar en guardia ante las hazañas de los escribas medievales, religiosos o laicos, romanistas a ultranza que, para redimir y culturizar al pueblo ignorante, aproximan a formas latinas sus nombres paganos y malsonantes; y , de este modo, “crean” villas como Villa Lupons o Luporis (de Bisalibons), Villa Apricha (de Ballabriga), Villa Bradilanis (de Brallans), etc; “canonizan” a supuestas santas, como Santa Liestra, Listra o Lixtra (de Santallestra), Santa Maura (de Santamuera), Santa Cilia o Cecilia (de Santazilia), etc; “dan vida” a personajes de toda índole, como el moro ben Awar en Benabarre, ibn Zain en Zaidín, Antonius en Terrantona, Poncius en Ponzano, Curtio en Ripacurtia, etc; “explanan” campos como el Campus borrellus de Camporrells, el Campus asinorum de Candasnos, y mil tonterías más. Aquel estudioso debería aumentar su prudencia al ver formas que junto a Sept- o Set- introducen se-, pronunciación de la raíz ibérica ze, con variante za, montón, gran cantidad, abundancia. Más todavía al observar el inmenso número de topónimos que parten de ze o za: Sesuans, Segarras o Sagarras, Senarta o Sanarta, Sesé o Sasé, Senz, etc. y que nada tienen que ver con siete- septem. Pero es que, además, la interpretación de Secastilla como “siete castillos” nos conduce al absurdo: un colectivo humano que habita un lugar innominado espera a que en las cercanías se construyan hasta 7 castillos (¿porqué no 4 ó 5?), momento en el cual decide apropiarse de este nombre; o bien, que el lugar se pobló después de erigirse los 7 castros, esto es, que el lugar de Secastilla es relativamente reciente, lo que no es cierto pues tiene la raíz ze antes de que se degradara a mero sufijo –ze, como en Bilsé, Burgasé, etc.
En camino hacia Secastilla, a la izquierda de la carretera, la antiquísima casa Peralta tiene una fábrica de cerámica abandonada; en Secastilla se sabe de personas que trabajaron en ella. Un poco más adelante, ahora a la derecha, otra vieja cerámica o tejería mezcla de nuevo el barro de sus adobes con el suelo arcilloso. Porque todo el término tiene arcillas muy aptas para tejas y ladrillos, pero también para “cacharros” en sentido propio: ollas, pucheros, cazuelas, cántaros, botijos… En el lugar me informan de que, próxima al Cinca, hay una partida significativamente llamada Las Tejerías, y en ella restos de, al menos, otras dos, con algún horno de cocer derruido. Cuatro tejerías localizadas hoy evidencian que en otros tiempos la vida del lugar, de sus gentes, estaba muy influida por el trabajo de alfarería: su tiempo, sus fatigas, la letanía del “sol y aire y aigua no, ora pro novis”, los hornos, la extracción, la venta… Esto sí sería un hecho diferencial.
Secastilla es una composición de la lengua ibérica cuyo primer elemento es ze, montón, gran cantidad; sigue kastail, cosas que se cuecen o se asan, recogida en el Dic. Retana en las voces kastail(du), quemarse – hablando de las cosas que se cuecen o se asan-, y kataildura, quemadura. Ze-kastail recibe el artículo determinado a, la, dando Zekastaila; la reducción del diptongo –ai- que da /i/ y la palatalización de /l/ nos deja en Secastilla, que significa “la gran cantidad de cacharros puestos a cocer”.
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