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Sanarta (222)

Altoaragonesa

El topónimo Sanarta o Senarta, que de ambas formas se escribe y pronuncia correctamente, nombra un hermoso llano o “pllan” del término de Benasque, junto al Ésera, con prados a la orilla del río, pinares, arroyos, manantiales. Suele animarse con las multicolores tiendas de campaña que montañeros y excursionistas plantan en él como punto de partida hacia los múltiples destinos de las proximidades. Su contemplación desde la carretera que, elevada, discurre por la derecha del río, es un deleite y descanso para la vista. Este topónimo tiene para mí un significado especial, pues está entre los primeros que estudié en mi obra de iniciación a la Toponimia, El misterio de la Ribagorza, y con él creí resolver científicamente varias cuestiones a las que me referiré a continuación, basándome en la autoridad y enseñanza de Resurrección Mª de Azkue (Morfología 1.923 y Diccionario Vasco-Español-Francés, ambos editados por Euskaltzaindia) y de Jaime de Kerexeta (Diccionario Amaya de la lengua vasca). La profundización en el conocimiento de la lengua ibérica que he alcanzado en los últimos trece años de estudio ininterrumpido de muchos miles de topónimos ibéricos, me permite volver con agrado sobre varias cuestiones, apartándome incluso de aquellas enseñanzas, que creo haber fijado en toda su plenitud y, espero que definitivamente.

Sabido es que la composición – decíamos entonces- es el paradigma fundamental de la lengua vasca (más propiamente diremos iberovasca), por delante de la derivación, la declinación e, incluso, de la conjugación. El uso constante de la composición, como adición reglada de palabras o temas independientes, ha dado lugar a que la repetición en el uso de algunas de éstas como elemento final… haya llegado a conferirles carácter o apariencia de sufijo, e incluso que hayan llegado a perder su categoría de temas independientes. Azkue expresa muy bien lo anterior y dice: “…hay por lo menos algunos afijos en nuestra lengua que se han formado por evolución: en tiempos fueron vocablos independientes, temas. Por lo general, los afijos que más verosimilitud presentan de haber pertenecido a esta categoría son los derivativos, y es muy de creer que la etapa por la que hayan pasado para llegar de autónomos a vasallos haya sido la Composición”. Considera este autor como vocablos sometidos a esta evolución las voces aba, aire, alde, aldi, andel, ara, are, ari, ate, ats, atz, bide, etc. No incluye en esta categoría las voces tza y tze. Respecto de la primera dice Azkue más adelante: “Derivativos morfológicos propiamente tales existentes en Toponimia no recuerdo más que tza y tzu que la limitada gama fónica castellana nos los ha convertido en za, zu”. Es momento de una primera precisión al gran patriarca de las letras vascas. En lengua ibérica, la que se implanta en la Península ya en el Neolítico y que se identifica plenamente con el vasco antiguo, no existían las consonantes dobles ts, tx, tz que constituyen una especialidad fónica del área vasca en sentido estricto; quiere ello decir que en los textos epigráficos ibéricos y en los topónimos de esta misma naturaleza encontraremos continuamente la /s/ como origen de ts (urisu > uritsu), la /s/ palatalizada que dará /tx/ (simur > ximur y tximur) y la /z/ que dará /tz/ (za > tza). La prueba concluyente, definitiva, está en la Epigrafía: El llamado plomo de Pech Mahó contiene la voz urez(a), cantidad de agua, por uretza, en el Dic. Retana; la estela de Benasal habla de za kar, mucho fervor, por tza kar; el plomo de la Serreta de Alcoi contiene la composición salirg < za lir(a) g(e), sin montones de heces, y muchos ejemplos más.

En el estado actual de recuperación y conocimiento de la lengua ibérica za o ze tienen valor de simples sufijos. Querexeta escribe (extractando del Retana): “-tza: sufijo derivativo que se aglutina a nombres y forma palabras indicando montón de. Variedad de –tze. Otatza, argomal; iratza, helechal; dirutza, gran cantidad de dinero… Y en la definición de –tze: “Sufijo que denota abundancia. Variedad de –tza”. Azkue analiza conjuntamente –tza y –tze. “Denotan abundancia. Son sinónimos de –keta. Gozan de tanta vida en el lenguaje de conversación como en Toponimia”. Pues bien, es indudable que estas formas que ahora son sufijos fueron raíces o temas independientes según prueban los ejemplos citados en el párrafo anterior, así como la multitud de topónimos que tienen tza- o tze- como primer elemento de la composición, según un modelo constante de nombre (tza o tze, con significado de montón, abundancia o gran cantidad) más complemento nominal, como observaremos también en Sanarta.

Abordamos a continuación la segunda de las cuestiones que nos plantea este topónimo, cual es la de las consonantes eufónicas. Como su nombre indica (del griego eu, bien, y fonos, sonido) son aquellas que aparecen generalmente en el interior de la composición (epéntesis), sin vinculación a forma alguna, y con el objeto de mejorar la calidad de la pronunciación. Muchos autores iberovascos las admiten sin dificultad, señalan las más frecuentes y se llega a afirmar que la /n/ es la consonante epentética por excelencia. Es indudable que en una composición como sa-arta la consonante /n/, intercalada entre ambas aes, da fluidez y mejora la pronunciación. Con aquellas referencias doctrinales y ante esta evidencia, acepté en mi primer estudio que dicha /n/ era eufónica. He de revocar tal afirmación; más aún, he de negar la mayor puesto que en la lengua ibérica no hay consonantes epentéticas en el interior de la composición, por razón de eufonía o cualquier otra. Y ello debido a la propia naturaleza e identidad de la lengua. En efecto, es una lengua aglutinante, lo que conlleva generalmente una acomodación o sutura mediante elipsis (pérdida de algún fonema) al final del primer término. Pero, sobre todo, se caracteriza por su enorme fuerza de compresión interna que busca siempre el acortamiento con disminución silábica, lo que se consigue mediante una serie muy limitada de fenómenos fonéticos que dan fe de la corrección interpretativa. Con todo ello, el resultado de la composición que llega a nuestras manos, sea de un texto epigráfico o un topónimo, contiene solamente los fonemas esenciales para la fijación clara y completa de la secuencia, justamente el supuesto contrario al de la eufonía. Por ello, a partir de esa composición “que llega a nuestras manos” y utilizando el método reconstructivo, habremos de reestablecer la secuencia completa o “lectura” primitiva, para lo cual habrá que incorporar una forma que, conteniendo la supuesta consonante eufónica, permita la operatividad de aquellos fenómenos fonéticos bien reconocidos. Se tratará, como siempre, de elidir, acortar, no de incorporar fonemas artificiales. En el caso que nos ocupa la forma que se une a za es anta, proporción, presencia, lo que nos lleva a za+anta > z(a)anta y santa.

A la composición santa, tan fecunda (Santallestra, Santalena, Santamuera, Santatruxa y un largo etcétera) a la vez que manipulada (Santa Liestra, Santa Elena, Santa Maura, Santa Nulla…) viene a unirse la voz ardi, ovejas, de modo que santa+ardi > sant(a)ardi. En este punto, la tercera observación-corrección. Según Azkue, cuando una palabra termina en –di y sigue otra forma con vocal inicial (elemento subjuntivo de la composición) se produce un fenómeno simultáneo de elisión de –di y de epéntesis de /t/. No es rigurosa ni necesaria esta explicación pues hay otra regular, conforme al sistema general de la lengua. En el caso que nos ocupa, la forma con vocal inicial es el artículo determinado a, que traduciremos por “la”, con el siguiente proceso: santardi+a > santard(i)a, con elipsis al final del primer término; luego, la consonante continua /r/ produce el ensordecimiento de la oclusiva sonora /d/, de modo que santarda = santarta. Por último, juega la haplología pues, ante la repetición tan próxima y cacofónica de la sílaba ta, se elimina la primera /t/, san(t)arta y Sanarta. Todo lo hasta aquí expuesto es plenamente válido si la forma inicial es sustituida con la variante ze.

Sobre el terreno, del Pllan de Sanarta sale por la derecha, aguas arriba, la cabanera que lleva a los pastos de Vallibierna. Seguimos ascendiendo hacia el Pllan de Rosec, Pllan de Campamento, el herboso Pllan de los Baños, Pllan de Hospital. Ya hacia el este, antes de entrar en los riquísimos pastizales del Pllan de Estanis, sale a la derecha el camino que por el puerto de La Picada nos llevará al Valle de Arán. Por la izquierda, el valle de Llitarola, con el Amurriador, el de Remuñé y Aiguaspasas. Todos estos parajes, hasta los 1.900 m de altura, son pastos de montaña privilegiados, con abundancia de Festuca rubrum y Trifolium alpinum, y sustentan importantes cabañas de ganado ovino, en especial, y vacuno. Todas las cabaneras confluyen en Sanarta. Y como quiera que, según regulación que procede de tiempo inmemorial, las ramadas entran y salen en fechas fijas, predeterminadas, cada año Sanarta se convierte en paso y encuentro de montons de güellas. El valor del topónimo Sanarta queda plenamente establecido: significa “la gran cantidad o la gran acumulación de ovejas”. Y que siga…


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© Bienvenido Mascaray bmascaray@yahoo.es

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