Toponimia
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Mi primera visita a Riguala data de 14 años atrás (2.001) y, aun cuando han cambiado las circunstancias personales, mantengo la redacción de aquella fecha a modo de recuerdo afectuoso. Decía así: “He comido bien en el restaurante El Peix de Sarradui y allí mismo me indican el camino a seguir hasta Riguala: saliendo en dirección a Bonansa, nada más pasar el puente, una carretera estrecha pero asfaltada (y con abundante gravilla suelta, como más tarde comprobé), sale a la derecha que es el sur. Una primera bifurcación y, a la izquierda, un cartel casero indica que nos acerca a las casas Ardanui y Español… Pero enseguida otra bifurcación y también debo tomar a la derecha. Voy ganando altura entre un paisaje de roquedo impresionante, muy bello, y llego a Riguala, a 947 m de altitud. Ubieto Arteta, Los pueblos y los despoblados, nos dice que Riguala tenía siete edificios en 1.873 y 10 habitantes en 1.970. La Geografía de Aragón, de Guara Editorial, dice que se compone de cuatro caseríos dispersos: casas Pego, Espuña, Chulián y Vilega. Pero en mi visita encuentro una situación bastante más precaria, ya que las casas Pego y Vilega están en ruinas y Chulián deshabitada. Junto a ésta, casa Espuña se ha convertido en “la casa de Riguala” y mantiene vivo este rincón ribagorzano. Dejo mi pequeño vehículo junto a un tractor grande y bien cuidado y, al apearme, un perrillo blanco que sabe muy bien su oficio ladra profesional pero no agresivo mientras se interna en la cuadra hasta la casa. Pronto salen de ella un chaval y una niña; un coche que ha llegado tras de mí se estaciona más arriba, este geográfico, junto na unas naves, y una joven esbelta, sencilla, con buen estilo, que debe ser la hija mayor se une al grupo. Al rumor de las voces sale de la casa la madre y, tras la presentación, su simpatía y vivacidad animan la conversación: “¿Qué no había estado nunca en Riguala?, ¡pero si es lo mejor del mundo!”. Leen El Ribagorzano, conocen los libros que se publican sobre nuestra tierra, saben de tradiciones y leyendas, como la del novillo de oro que los moros, muy ricos, dejaron encerrado en una profunda gruta del Brocoló y que nadie ha podido encontrar… Hablamos ¡cómo no! del sugestivo y grandioso conjunto montañoso: todo el Este se cierra con el Brocoló arriba; sigue Penaya, el barranco Arquero y la sierra de Sis; toda esta formación sajada y cuarteada, de roca rojiza, con estrechos andenes horizontales y paralelos, impide que el sol llegue a hora temprana a Riguala: “Aquí no se puede madrugar porque el sol no llega hasta las 10”, me dicen entre risas. También el amo de la casa se une al grupo y ya estamos todos. Hacia el Sur, marcando las 12 horas en el punto medio de su aplanada cumbre, la Roca del Mediodía. Sólo por el Oeste y el Norte tiene el sol expedita su llegada a Riguala, y debido a la fuerte inclinación del terreno hacia el norte, sus rayos, especialmente en invierno, llegan muy débiles, como tangenciales”.
Riguala es un topónimo con /R/ inicial metatética. Antes del cambio de lugar de este sonido, la composición se forma con la voz guar, rayo de sol, al que se aglutina il, muerto o mortecino; por último, el artículo determinado a, el o los. De Gua-ri-la, por metátesis silábica, se pasa Ri-gua-la, cuya traducción es bien evidente: “los rayos de sol mortecinos”.
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