Epigrafía
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Pasito a paso, a través de la lectura de nuevos textos, iremos completando el marco de las creencias religiosas de nuestros antepasados iberos. La Diosa Madre, simplemente la Madre, reúne y concentra todos los poderes y fuerzas sobrenaturales, pues los demás genios son subsidiarios y “consentidos” por Ella. Religión esencialmente monoteísta que nos enseña a creer en un Ser Supremo legislador, ordenador y sancionador cuyas normas tienden a conseguir la paz, la felicidad y la dignidad de las personas, constituyendo un código moral estricto pero no impuesto, y en cuya observancia o incumplimiento el pobre ser humano se debate para alcanzar o no el refugio de paz o bienestar junto a la Madre, para siempre. Correlativamente, se manifestará el insignificante papel de tantos dioses “importados” (poco más que simples figurillas), localizados puntualmente y surgidos en las etapas finales de la Edad Primitiva de Iberia.
Como hemos visto en capítulos anteriores, los iberos reflexionaban sobre la fugacidad de la vida, y sabían que, cuando menos se esperaba, de repente, la muerte venía a separar el alma “que es carne viva”. Tenían conciencia clara de que llegaría el momento de abandonar las cosas, trabajos, empresas, ilusiones. Y en el momento final de la andadura surgen abundantes los panegíricos, no sabemos bien si como expresiones de afecto y memoranza o, más bien, como proclamas de virtudes dirigidas a la Madre para que acoja al difunto en el refugio. Parece que éste era un lugar al que se accedía a través de una puerta o paso nada fácil, como si en él fuera posible el rechazo o la detención indefinida. En este capítulo y en el siguiente conoceremos tal “paso” o “pórtico”, incluída su representación gráfica.
Dice la Epigrafía prerromana, pag. 198, que en el “castro celtibérico de El Castillo, en el término de El Pedregal, antiguo anejo de Setiles…en la parte oriental de la provincia de Guadalajara”, fue hallada una “placa de piedra arenisca toscamente desbastada que presenta actualmente una forma trapezoidal, estando rota por su parte izquierda, aunque tal vez no haya afectado a la inscripción…”. Traducido el texto, podemos afirmar que la inscripción está completa; que está rota, en efecto, por la parte superior izquierda (ver fotografía), y, probablemente, también por la inferior derecha, ya que la piedra es una “clave”, esto es, la que en un arco ocupa la posición central y más elevada, el llamado “vértice del arco”; o como dicen concisamente Guillermo Fatás y Gonzalo M.Borrás en su obra Diccionario de términos de Arte y elementos de Arqueología, Heráldica y Numismática, Alianza Editorial, Madrid 1.988, pag. 62, “Dovela central de un arco”.
A). Trascripción.
GA(KA)-GU(KU)-BI(PI)-N-GA(KA)
B). Secuencia.
GAKUBINKA
C). Lectura.
Gak(o) ub(i) inka.
D). Análisis morfológico.
Gako: n.: llave, clave, última piedra del arco con forma de trapecio.
ubi: n.: vado, paso.
inka: adj.: esforzado, fatigoso. El DRALV lo define como sustantivo y dice que es “el esfuerzo que se hace en marchas penosas…” y en otras ocasiones.
E). Análisis fonético.
1. En la composición gak(o)-ubi hay elipsis al final del primer término.
2. En la segunda ub(i)-inka hay también elipsis al final del primer término con encuentro de vocales iguales.
F). Traducción literal.
La clave del paso esforzado o fatigoso.
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