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Rebilla (244)

Altoaragonesa

“Lugar de 9 habitantes; a 1.100 m de altitud. Tenía 63 h en 1.900. Comunicada desde la carretera de Tella. En 1.275 pertenecía al Arcedianato de Las Valles. Núcleo colgado en la orilla izquierda del río Yaga, bellísima y abrupta. Caserío suelto escalonado –incluso las tumbas del cementerio se escalonan- bajo un escarpe calizo y conectado por la calle camino de La Fuente. A pesar de la amalgama de materiales: piedra, tableta de madera, teja curva, fibrocemento y ladrilleta cerámica en un horno, sigue siendo conjunto de calidad. Pervive alguna construcción con los hastiales escalonados. La rehabilitada casa de Juan Bernad se ha acondicionado como albergue de uso restringido a investigadores de flora y fauna del territorio. La parroquial de San Félix es del siglo XVI: planta de crucero bajo con todo abovedado, puerta adovelada bajo atrio y torre de un cuerpo. Ermita de S. Lorenzo –ruinas- , de extraordinario interés por cuanto el hemiciclo absidial luce rudo friso de baquetones; en la pared del covacho que la acoge, excepcional conjunto de grabados de tipo religioso; su cronología puede llevarnos a fines del siglo XV en su fase primigenia. Poco antes de llegar a la localidad y en su mano derecha, se despeña un torrente casi siempre seco; bajo el cortado del fondo, en un covacho, observamos una raya de pintura roja de posible filiación prehistórica; en el camino, una rueda de molino” (A. Castán, Lugares del Alto Aragón). Madoz nos facilita notas interesantes del lugar a mediados del siglo XIX: Forma ayuntamiento con los pueblos del valle de Puértolas, situado sobre una planicie de peña viva que se desprende de la montaña llamada Bacacho; hay abundantísimas canteras de cal muy blanca, una mina de plomo y plata… y la montaña llamada Bacacho con pastos de verano y bosques… El terreno es de secano y estéril. Produce: poco trigo y patatas; cría ganado vacuno, mular y lanar, y caza de cabras monteses y osos con escasez.

Me acerco hasta Rebilla en la segunda mitad de julio y mi idea resulta ser muy compartida; hay multitud de coches aparcados a un lado y otro de la ruta antes de llegar al pueblo. Penetro hasta el fondo tras un paso estrecho, donde hay un final de calle-casi plaza, en el que se observan hasta diez sitiales apareados, de cemento, cada uno con el nombre de una casa, excepto uno. Con una sensata posición ecléctica, dos carteles juntos sugieren una polémica permanente y zanjada drásticamente: Revilla – Rebilla. Me sorprende el buen estado, en general, de las viviendas, algunas nuevas o muy reconstruidas; pero no consigo conectar con ningún natural del lugar pues el silencio domina por doquier. Una vez más, triunfa la información más pesimista: “no vive nadie” (oída en Tella) sobre la esperanzadora “quizá encuentre a alguien” (en Lamiana). Por fortuna, el análisis de Rebilla, un dechado de iberismo en lo lingüístico y plenamente coherente con la naturaleza del medio y con los medios de vida que ofrece, me permite pisar sobre terreno seguro.

Rebilla (sin duda con b, por su origen ibérico y porque no hay “villa” alguna por ninguna parte) significa “dos rebaños”. Estamos, una vez más, ante un topónimo con R- inicial metatética, al que se llega por el cambio de posición de las sílabas bi-re-lla. Esta composición originaria surge de la aglutinación de tres formas: la inicial bir, dos, “que se usa en posición inicial en lugar de bi”; en segundo lugar, ele, rebaño o ganado, que enlaza con la anterior por yuxtaposición necesaria; por último, el artículo determinado a, que aquí debemos traducir por “los”. Este segundo enlace se efectúa con elipsis al final del primer término: birel(e)a. Actúa, en primer lugar, la metátesis: birela > rebila y, posteriormente, la palatalización de /l/ , Rebilla. Puede plantearse la duda sobre si estos “dos rebaños” se diferenciaban solamente por el propietario; pero no es creíble que sólo dos casas poseyeran ganados cuando era éste el medio de vida fundamental (ya 8 fuegos en 1.488). Es obvio que, al igual que en Tella, todos los propietarios juntaran sus reses vacunas en un rebaño, y las ovinas en otro, para aprovechar los pastos de verano in situ y para trasladarlo a la tierra baja en invierno. En conclusión, Rebilla, procedente de birella, significa “los dos rebaños”, uno de vacuno y otro lanar.


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© Bienvenido Mascaray bmascaray@yahoo.es

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