Toponimia
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En la obra La Península ibérica en la Geografía de Claudio Ptolomeo de Juan L. García Alonso consta la ciudad de Rauda. Se identifica como un punto en la vía de Astúrica a Numancia, cual es Roa (Burgos), a orillas del Duero. Hay bastante unanimidad en esta identificación con Roa y nosotros no haremos más que confirmarla. Pero en lo lingüístico nuestra tesis arrasa todo cuanto se viene afirmando. En mi opinión, la Lingüística patria esta sumida en lo más oscuro de la prehistoria, y no podrá salir de ella hasta que se acepte la inmensa trascendencia que, en campos como la Etimología, la Toponimia, la Historia, la Arqueología y, muy en especial, en el campo de la identidad, origen, civilización y sentido de España, tiene la cultura y la lengua ibérica. Es imprescindible interpretar la lengua ibérica, sin lo cual no puede darse ni un paso, ya no seguro, ni siquiera guiado por una mínima sensatez. Alcanzada tal interpretación, se abre un campo inmenso y maravilloso, totalmente nuevo y distinto, al que estará llamada la nueva lingüística para deshacer, primero, tantísimo infundio, fantasía e invención; y después, para trabajar durante décadas en aquellos campos y otros como la Epigrafía, la Sociología y la Política, ahora con bases firmes y respetables.
En la obra citada al inicio se dice a continuación que “la etimología céltica de (Rauda) parece, en principio, impecable: se trataría de la forma femenina del adjetivo céltico rojo, *roudo-s, *raudo-s, algo que ya defendía Holder. Si es acertada el topónimo sería céltico con claridad”. Y más adelante, al tratar de los vaceos, y tras una calamitosa clasificación de los topónimos de su área, se concluye que “lo primero que salta a la vista al contemplar este cuadro es que más de la mitad de los topónimos son clara o probablemente célticos. Esto nos habla de la importancia del elemento céltico en territorio vacceo… Según su toponimia, pues, los vacceos son un pueblo predominantemente céltico”.
Estamos ante una situación similar a la expuesta al tratar de Intercatia, en esta misma sección de Toponimia ibérica. Pretendo que Intercatia y Rauda se erijan en los dos primeros hitos de una larga serie en la que, junto al etnónimo Baceo, figurarán una multitud de topónimos ibéricos que intentaré publicar paulatinamente, en la medida de mis fuerzas y posibilidades. Y si se acepta un principio general (que admite matizaciones, lo sé) tal que “son iberos los pueblos que hablan la lengua ibérica”, habrá que concluir que los vaceos (como los barskunes, cántabros, astures, carpetanos, oretanos, etc.) eran iberos.
Arrumbemos de una vez por todas la simplista afirmación relativa a que no pueden ser ibéricos (o iberovascos) aquellos topónimos con R inicial. El fenómeno fonético de la R inicial metatética tiene ya, de nuestra mano, una ingente cantidad de pruebas, a la que seguirán uniéndose muchísimas otras. En el caso que nos ocupa, Rauda < Daura. Por consiguiente, topónimo originario a interpretar, Daura. Es ésta una composición hermosa, con cierto grado de complejidad (lo que parece obvio), superior a otras muchas, pero muy clara, esplendente incluso. Veamos.
Son muchos los topónimos ibéricos que se inician con la construcción ez da (es-ta), no tiene, no es, no está, no parece, etc. Hemos afirmado que el adverbio de negación se sitúa al principio de la composición, lo que parece arrastrar al verbo copulativo a un lugar anterior, preferente. Pero, ¿es posible que en ausencia de la negación, esto es, en frases afirmativas, pueda el verbo copulativo ocupar el lugar absolutamente preferente?. La respuesta es sí, y Rauda-Daura lo atestigua. Daura muestra, pues, en primer lugar la forma da del auxiliar izan, y vale en esta ocasión por “está”. Obsérvese la indudable conexión con dago, flexión de egón, estar, hallarse. Preguntemos al verbo: “está, ¿dónde?”; y la respuesta inmediata (segundo elemento de la composición) es ur, adverbio que significa “cerca”. La acomodación o sutura se efectúa por yuxtaposición necesaria, pues la elipsis al final del primer término nos llevaría a un d(a)ur ininteligible. Sigamos preguntando: “está cerca, ¿de dónde?”. Nueva respuesta terminante: del agua, ur. La secuencia formada hasta el momento, da-ur-ur, justifica plenamente una de aquellas aglutinaciones especiales de las que hablábamos en “Normas de aglutinación”, dentro de la sección “Interpretación de la lengua ibérica”; y se trata de la haplología que actúa así: da(ur)ur. Por último, el artículo determinado a, el, de modo que da(ur)ura > Daura. Podemos prescindir de este cuarto elemento si en lugar de ur, agua, del tercero, incorporamos directamente la forma muy usual ura, el agua. En conclusión, Daura < da-ur-ur-a o de da-ur-ura, y significa con toda propiedad (véase sobre el terreno o contémplese una fotografía de Roa en la misma orilla del Duero) “está cerca del agua”. El tránsito de Rauda a Roa (diptongo au > o, como en Cauca-Coca, y la caída de la oclusiva dental sonora en posición intervocálica, Roda > Ro(d)a) no presenta dificultad alguna. De momento, Intercatia y Rauda son topónimos ibéricos. Continuará.
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