Toponimia
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Quien desee recavar información sobre la villa de Pertusa y consulte las obras y publicaciones más accesibles, se encontrará con afirmaciones y descripciones del siguiente tenor:
“Villa oscense en el partido judicial de Sariñena. Del latín pertusum-a, “horadado”, a orillas del río Alcanadre, en territorio antiguamente de los ilergetes, y cuyo nombre no ha variado durante los últimos dos milenios. La cita con este nombre el Itinerario de Antonino como mansio, fonda y parada en la vía o calzada Lérida- Zaragoza” (Pancracio Celdrán, Diccionario de topónimos españoles y sus gentilicios).
“Un miliario hallado en el límite entre los municipios de Valbona y Tamarite es buen testimonio de la preocupación por el mantenimiento de una calzada muy transitada. Era la vía que unía Tarraco con el norte de Hispania, pasaba por Ilerda y antes de tomar la dirección de Cesaraugusta hacía un quiebro subiendo hacia Osca. Setenta millas de recorrido según los itinerarios oficiales separaban Ilerda y Osca, y aún pueden contemplarse huellas de las rodadas de los carros en algunos puntos como en Pertusa, a 19 millas de Osca… Restos de tres puentes, uno de aspecto romano, quizá el único de la provincia, que pudo canalizar la vía Ilerda-Osca. También restos de azud y molino en el Alcanadre. Yacimiento tozal de las Horcas –Bronce-“ (Comarca de la Hoya de Huesca, Territorio 21, autores varios).
“Situada en un plano inclinado en forma de anfiteatro, próxima a la margen izquierda del río Alcanadre, circuído de cerros y rocas… Esta población fue cabeza de la antigua baronía de su nombre, perteneciente a S. M., la cual se componía de los pueblos de Laluenga, La Perdiguera, Alara y Barbuñales… Una iglesia parroquial de Santa María con título de colegiata, servida por dos párrocos, uno llamado prior y cinco racioneros de patronato activo del capítulo… El terreno es llano y muy fértil; sin embargo, escasean a veces sus cosechas por falta de agua, pues aunque le cruza el río Alcanadre no pueden utilizarse sus aguas por la profundidad del cauce, y sólo riegan algunos pequeños huertos…Produce excelentes granos, aceite, y vino de mediana calidad, y pocas hortalizas; cría ganado lanar, abundante caza de pelo y pluma, aves domésticas, especialmente pavos, y algunos peces en el río”. (Madoz, Diccionario geográfico estadístico histórico, 1.845-50).
“Villa de 123 habitantes a 375 m de altitud. Censaba 761 en 1.960…Aparece en 1.106 en el cartulario de Roda… La carretera de Torres divide el casco urbano en dos sectores; el situado al Este lo guía ka calle Mayor, en cuesta y con viviendas que no parecen ir más allá del siglo XVIII…El segundo barrio, menos definido y más prieto, acoge la parroquial. Pequeña zona recreativa con arbolado, juegos y fuente. La iglesia de Santa María – BIC – es obra románica, con añadidos de los siglos XVI-XVIII; sobresale la cripta del siglo XII con finísimos capiteles vegetales; claustro renacentista sustituyendo a otro medieval del que se guardan canecillos góticos decorados con escudos y testas; bellísima torre atribuida a Juan de Herrera, fechada en 1.575; es singular por cuanto utiliza en su alzado los tres órdenes clásicos superpuestos armoniosamente; tiene medallones con figuras alegóricas, friso de ángeles, hornacinas con figuras de santos. Ermita de Santiago, muy alterada su fisonomía románica; a su alrededor y en la vertiente meridional del altozano, abundan despojos medievales. Un colosal acueducto, meritoria obra de ingeniería contemporánea, salva la fosa del Alcanadre llevando vida a los sedientos Monegros. Pertusa conserva el nombre romano, mansio de la vía Lérida-Huesca…” (Adolfo Castán, Lugares del Alto Aragón).
Pues bien, a la vista de lo que antecede, esa persona que desea informarse sobre Pertusa bien puede llegar al convencimiento de que está ante una villa de origen romano: la calzada Lérida-Huesca, incluso con las rodadas de carro; el puente romano sobre el Alcanadre, la mansio romana, parada o fonda y, sobre todo, el topónimo tan aparente, tan semejante, tan igualito…y tan estúpido. Veamos: Pertusa podría ser la forma femenina de un adjetivo de tres terminaciones, pertusus-a-um, en realidad, participio pasivo del verbo pertundo que, según nos enseñan D. Raimundo de Miguel y el Marqués de Morante en su Nuevo Diccionario Latino-Español Etimológico, procede de per y tundo = tundir, y que puede tener valores, según el contexto, de atravesar, abrir, romper, agujerear a golpes… Aún cuando nos esforcemos en dar sentido al étimo, tomando “atravesar” en una acepción que no tiene pertundo cual es la de pasar, discurrir, transitar por o junto a, ¿acaso el Alcanadre en su largo transitar no pasa por o junto a varias docenas de lugares?, ¿porqué un hecho tan irrelevante por lo normal e incluso por lo necesario iba a adquirir precisamente en Pertusa valor de “hecho diferenciador” del topónimo?. Estamos, una vez más, ante un perfecto ejemplo de toponimia formal o de emparejamiento de cromos, pero vacía de contenido. Por otra parte, si tenemos testimonios constantes, abrumadores de una civilización prerromana en yacimientos (Arqueología) – en este caso, Tozal de las Horcas, del Bronce - pero también en Toponimia, Epigrafía, Historia, ¿cómo es posible que, sin mayor reflexión ni duda alguna nos olvidemos de ella yendo a buscar la explicación en otras culturas con la sola guía de la apariencia?; ¿cómo es posible tanta ligereza?. A este respecto, se me ocurre la imagen del jugador de baloncesto que, con los dos pies en el suelo y botando el balón, sale de pronto hacia delante cometiendo falta o “pasos” ya en el movimiento inicial: todo lo que siga será inútil, nulo.
La carretera que desde Sesa y Salillas nos lleva a Pertusa sigue en su trazado una dirección O-E, pero ha de detenerse bruscamente, ya muy próxima al destino, al toparse con una gran hondonada, abierta de Norte a Sur por el río Alcanadre. También nosotros nos detenemos y bajamos del coche: una vieja conocida, una sensación fuerte de estar ante un hecho notable, distinto, capaz de erigirse en hecho diferenciador del topónimo, me domina. Desde el mirador y a mi izquierda, Norte, resalta el blanco de la estructura del acueducto que salva la fosa y une los cabos del Canal del Zinca; desde ahí hacia abajo, el menguado caudal del río (estamos en plena canícula) puede parecer una tentación, un reclamo irresistible para personas y fauna agobiadas y sedientas. Pero el imán que atrae nuestra atención es el pueblo de Pertusa, ahí enfrente, a nuestra altura e incluso por debajo, pero al otro lado del río, en la orilla izquierda, extendido, como decía Madoz, en una especie de anfiteatro, en cuyo costado sur y más bajo aparece la hermosa fábrica de la colegiata y la dominante y espléndida torre herreriana. La carretera serpentea en su descenso rápido a la hondonada, salva por un puente el cauce y emprende de inmediato la ascensión que nos lleva al centro del lugar.
La visión de la hondonada y del agua, unida al análisis “en laboratorio” del topónimo que llevo en la mente , tráeme un recuerdo muy lejano y soterrado: hace muchos, muchos años, siendo Maestro de un minúsculo pueblecito (seis alumnos en la escuela unitaria) de la provincia de Teruel, un amigo de allí me invitó a cazar palomas; acepté y, al día siguiente, todavía de noche, salíamos del lugar, bajábamos hasta el cauce de un barranquillo casi seco pero con algunas charcas, pasábamos a la otra orilla en la que había un casetón de piedra seca con techo de ramas y con varios agujeros hacia el cauce para vigilar y sacar el cañón de la escopeta. “Fíjate en aquel cerro”, decía mi amigo. “Van llegando palomas y se detienen hasta que, en un momento determinado, se levanta una, la siguen todas las demás y se lanzan con el pico abierto hacia la charca; sin detenerse, beben y remontan el vuelo; es el momento de disparar pues se pueden alcanzar tanto a las que ya salen como a las que llegan”. Hubo caza, pero no me gustó la experiencia y nunca más volví a disparar un arma.
En Pertusa, tras largo deambular, encuentro a la persona que pueda informarme. Es un señor de allí, ya jubilado, que camina hacia el bar para tomar un cortado. Le acompaño y, con el dueño del establecimiento, hablamos de lo que me interesa. Mi informante ha sido cazador (aún tiene la escopeta en casa), aunque ya no va porque ahora sólo se sale al jabalí y a él no le gusta. En Pertusa había muchas perdices y palomas (la “caza de pluma” de que hablaba Madoz); en la orilla izquierda del Alcanadre, más arriba del acueducto, por ejemplo, había una especie de cueva y varias oquedades en que se refugiaban por la noche las palomas; se juntaban tantas que, él mismo, disparando un tiro, ha visto salir de aquellas más de cien palomas. Pero también se ven torcazos por el monte, y a falta de otros bebederos seguros, acuden a los altos que rodean la hondonada para beber en las primeras horas de la mañana.
Con todo lo anterior, verdadero ejemplo de toponimia real, sólo me queda analizar escuetamente el topónimo Pertusa. Es una composición ternaria (tres elementos o formas) de la lengua ibérica, absolutamente regular y perfecta. El primero es pertz, caldero, caldera, hondonada; sufre la consabida elipsis al final del primer término y queda reducido a pert. El segundo es uso, paloma, que experimenta la misma elipsis, us(o). Por último, el artículo determinado a, aquí exigido en femenino plural por “palomas”. Pert(z)-us(o)-a > Pertusa vale por “La hondonada de las palomas”. Los romanos pasaban por Pertusa pero, como siempre, adoptaron el nombre ibérico de un lugar preexistente, mucho más antiguo que la propia Roma…
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