Toponimia
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Permisán es un “lugar de 16 habitantes; a 312 m de altitud. Agrupaba 86 habitantes en 1.900. Enlaza con Ilche y con la carretera Barbastro-Berbegal. En el siglo XV censaba 9 fuegos. Localidad estructurada por una calle N-S. Al noreste se ven edificios auxiliares, asentados en pedestal rocoso. Hay dos áreas recreativas, una al norte de la casa fuerte y otra a naciente de la iglesia. Las viviendas adosan sus medianiles, agrupadas al oeste de la solitaria calle; una de ellas se remonta al siglo XVII, 1.699 en el dintel. Palacio fortificado – siglo XVI – de los condes de Fuentes con torres esquinadas de sillería – marcas de cantero – y galería de arcos aragoneses en ladrillo, producto de una ampliación; la torre septentrional posee basamento en talud y está dotada con abundantes aspilleras, algunas aptas para utilizar pequeñas piezas artilleras; hubo en su tiempo matacán defendiendo la puerta, pero fue eliminado y repicadas las ménsulas que lo mantenían; la construcción ha de vincularse a la familia Altarriba, pues en el siglo XVI era señor de Permisán Francisco de Altarriba. La torre meridional hace las veces de campanario de la parroquial, dedicada a Nuestra Señora de los Ángeles, inmueble de estilo gótico aragonés. Fuente del siglo XVI junto al barranco de La Clamor, enronada para aprovechamientos del terreno” (A. Castán, Lugares del Alto Aragón). Pascual Madoz aviva un poco esta descripción: “Situado sobre una pequeña elevación. Su clima es sano y las enfermedades comunes pulmonías. … El término confina N Fornillos, E río Cinca, S Ilche y O Berbegal. El terreno participa de monte y llano; lo cruzan varios caminos locales en mal estado… Produce trigo, cebada, avena, vino y aceite; cría ganado vacuno y caza de liebres, conejos y perdices”.
Un grupo de amables informantes de Berbegal, primero, y algunos otros a los que me dirijo en la zona, me ayudan a prosperar en lo que es para mí el objeto de la investigación. Los términos de Berbegal e Ilche son especialmente abundantes en cereal, viña, olivos y almendros, esto es, todo un paraíso nutricional para ciertas especies cinegéticas, tales como el conejo, la liebre la perdiz y la paloma torcaz. El hecho se extiende por otros municipios próximos: Laperdiguera tiene un nombre claramente indicativo: Pertusa (recordemos, “la hondonada de las palomas”, nº 141 de esta serie), y otros. Me dicen que, en la actualidad, el conejo no es tan abundante, pero que las perdices siguen criando en grandes cantidades. A favor de esta riqueza cinegética han prosperado, desde siempre, muchas especies de rapaces: águilas, halcón peregrino, cernícalo plumilla, mochuelos… Algún vecino me relata cómo él mismo tenía junto a su casa un enorme cajón con tela metálica en el que guardaba águilas y halcones, cómo criaban en las oquedades abiertas en la roca arenisca, cómo cogían las crías, etc. “¿En Permisán?, sí, sí, claro, como en toda la zona…”.
Ha llegado el momento de exponer un claro paralelismo con otro topónimo estudiado por mí hace bastantes años. Se trata de Bernisa, estudiado en las págs. 202 a 204 de mi obra Baliaride. Toponimia, lengua y cultura ibérica en Les Illes, donde decía: “El noble oficio de la cetrería tiene antiquísima tradición en Mallorca. El canciller Pedro López de Ayala en su Libro de la cetrería o de las aves de caza decía en el siglo XIV que “los halcones criados en la isla de Mallorca son los mejores”. Y el Archiduque Luis Salvador en su monumental obra Die Balearen se refiere expresa y extensamente a ello: “…sobre la caza con halcón que todavía practican en los pueblos algunas gentes pudientes. El halcón se saca muy joven de su nido y se suelen escoger las hembras, conocibles por su importante tamaño. Se les corta enseguida la parte superior del pico, quemándole la herida, al mismo tiempo le liman la parte cortante de la parte inferior del pico de forma a quitarle la posibilidad de destrozar la presa y comérsela, obligándole de esta manera a comer únicamente los trozos ya cortados de mano de su amo. Desde el principio se le lleva atado por el cuello con un blando cordón que por el otro va sujeto a la mano del domador, y poco a poco se le va acostumbrando al capuchón que lleva un agujero a la altura del pico. El guardián del halcón usa siempre el mismo traje para acercarse a él y emite el mismo silbido. Cuando el halcón está en condiciones de volar libremente se le adiestra mediante el cebo, para que al oír el silbido baje a posarse sobre el hombro izquierdo de su señor. El adiestrador del halcón lo pasea durante un largo periodo de tiempo posado sobre su hombro, algunas veces encapuchado, otras veces con la cabeza descubierta, y únicamente le da de comer en esta posición. Luego se le enseña un lugar situado en una altura en los alrededores, hasta el cual se lleva todos los días, hasta que sabe encontrarlo por sí mismo. Esto se hace con vistas a que sea capaz de regresar a un determinado lugar en el caso de que se perdiera durante la cacería. Para realizar todos estos adiestramientos el halcón debe estar a solas con su maestro, aunque siempre en presencia del perro que se utiliza para la caza. Llega el momento de la última enseñanza, la de dar caza a los pájaros al aire libre, a los que antes se les recorta un poco las alas para que lo tenga más fácil. Cuando el halcón está suficientemente adiestrado y ha alcanzado la fuerza necesaria, entonces se le utiliza para la caza directamente. Con este propósito el cazador se dirige al lugar escogido con el perro y con el halcón encapuchado y que lleva el cordón atado al cuello. Tan pronto como el perro ha avistado la banda de batavelas o codornices, el cazador suelta la amarra del halcón y le quita el capuchón mientras lo acaricia. Este levanta raudo su vuelo y se lanza como una flecha contra el objetivo. A veces, cuando está avizorando la zona, regresa sobre el sombrero de su dueño o se sitúa sobre un altozano sin perder de vista al cazador y al perro. Cuando el cazador sale de cacería con otros, debe mantenerse alejado de ellos unos cien metros mientras el halcón vuela libre y descubierto para no desconcertarle. Con esta táctica en menos de una hora pueden capturarse 9,10 y hasta 11 batavelas de una banda de 12”. Ignoro si los Señores de Altarriba practicaron la cetrería en el siglo XVI, pero lo que sí es seguro que disponían de todo lo necesario para ello, además de una larga tradición anterior, tan larga que, como estamos viendo, los halcones de caza eran ya conocidos por los iberos.
Decíamos en la obra citada que al topónimo Bernisa (Alquería Bernisa, en Santamargalida y también en Llucmajor), se llega desde una composición ibérica que, en extenso, es M-arno-iza. Arno significa “halcón” e iza “caza”. El Llibre del Repartiment de Mallorca contiene la forma Alcheria Marniza. Hasta el momento, el único cambio experimentado desde aquella composición es la elipsis al final del primer término en la acomodación: m-arn(o)iza > Marniza. Pero hasta llegar a Bernisa concurren varios más. Observemos de inmediato la pronunciación fricativa apicoalveolar de la z fricativa interdental, con lo que Marniza pasa a oirse Marnisa. Después, la voz arno presenta el tantas veces comentado “frente descubierto” o “hueco susceptible de ser rellenado”; siendo la m la consonante protética por excelencia se explica a la perfección la forma del Repartiment. Pero en marnisa se da una presencia muy próxima de nasales, lo que facilita la desasimilación, que se alcanza rechazando la m que ha de ser sustituida por otra bilabial, la oclusiva sonora b, de modo que marnisa > barnisa; este fenómeno de sustitución de bilabiales está perfectamente acreditado (recordemos, por ejemplo, m-orna-eta > b-orna-eta y Borneta). Por último, asistimos al cerramiento de a> e ante consonante vibrante líquida: barnisa > bernisa.
Pero entre Bernisa y Permisán hay varias diferencias que debemos aclarar. En Permisán encontramos la presencia del pronombre relativo n al final de la composición, que traduciremos por “el que (tiene)”. Más compleja parecerá a los no iniciados el cambio de la oclusiva inicial, bilabial sonora en Bernisa y bilabial sorda en Permisán, pero es absolutamente normal: como ya hemos repetido hasta la saciedad, la lengua ibérica no distinguía entre oclusivas sordas y sonoras; dicho de otro modo, una misma letra representaba las sílabas be/pe. De aquí se sigue que una inmensa cantidad de palabras ibéricas tengan doble forma recogidas ambas en un buen Diccionario: bago-pago, haya; bake-pake, paz; dako-tako, para; -de/-te, sufijo de nominalización; gabi-kabi, gabia; guia-kuia, cuna. En otras muchas ocasiones, tan solo encontramos en tal Diccionario una de las formas, pero siempre debemos tener en cuenta la “forma oculta” que aparecerá en cualquier momento ya sea en un texto epigráfico, ya en un topónimo. En consecuencia, ber-per son perfectamente intercambiables. Por último, llegados a una forma Pernisán, queda por explicar el nuevo cambio de nasalidad: es evidente que la aglutinación del relativo n da lugar a una repetición per-n-isa-n que se resuelve cambiando la primera nasal apicoalveolar sonora en nasal bilabial sonora, esto es, pernisán > permisán.
Casi resulta innecesario dar la traducción literal de este bello topónimo que es Permisán: “el que tiene halcones de caza”. Por cierto, para quienes afirman que la toponimia pirenaica y, en concreto, altoaragonesa, es vasca, ¿se atreverán a afirmar que la mallorquina también lo es?. ¡Ay, pobre Iberia!. Jamás una madre tuvo hijos tan renegados.
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