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Panegíricos – II (28)

Textos epigráficos

 

Nos cuenta el profesor Román del Cerro en las páginas 164-67 de su obra El origen ibérico de la lengua vasca, Ed. Aguaclara, Alicante 1.993, que en la primavera de 1.935, y en los campos cercanos al Mas de Carbó (término de Benassal), fue hallada una estela ibérica formada por una piedra arenisca de 435 mm. de altura, 345 mm. de ancho y 110 de grueso. Reproducimos, tomándola de esta obra, la lámina de la estela y el dibujo más legible de la inscripción:

El primer detalle positivo es el encuentro de la voz iberovasca tza, montón, gran cantidad, abundancia, mucha, tan frecuente en Toponimia (ya como raíz ya como sufijo, y con esta forma o la de su variante tze) que a ella dedicamos un capítulo entero de nuestra obra De Ribagorza a Tartesos. Sin duda, el elemento diferenciador de un topónimo, la nota más definitoria que constituye su contenido, es muy frecuentemente la gran cantidad o la abundancia de seres animados, cosas y elementos , idea recogida generalmente por tza, -tza, tze, -tze. En la lápida que nos ocupa tiene acepción de “mucho”(fervor) o “mucha”(devoción). Reparemos que el signo ibérico z es el origen, en el vasco histórico, tanto de tz (africada dorsodental sorda), como de z fricativa dorsodental sorda, como de z fricativa interdental sorda.

Después, observemos que en la segunda línea y tras el punto de separación, aparece nuevamente el signo y , que viene precedido de n y seguido de i. Debemos recordar aquí lo dicho, respecto a su valor, en el capítulo “Abandonar (I), corroborado en “Abandonar (II). Tiene, por consiguiente, valor de n, con lo que se completa, tras la separación, la forma ni. Se establece, al parecer, un área de utilización de tal signo netamente ibérica-levantina: Barcelona (calle S.Román), Teruel (Iglesuela del Cid), Alicante (Benassal), Valencia (Lliria- El caballo) y, por el momento y como veremos más adelante, en Castellón (Canet II). Además, la forma ni tiene manifiestamente valor de siempre, tal como afirmábamos el capítulo “La lengua ibérica”, puesto que ni= yo no conviene en absoluto al sentido general de la inscripción. Este mismo valor se deduce de la estela funeraria de Canet II, así como de la de Cabanes (Castellón)

Por último, la estela de Benassal que analizamos contiene otros dos signos de unión/separación, que completan un conjunto ordenable del modo siguiente:

1. Textos epigráficos formados por una sola composición concatenada, sin ningún tipo de separación, como por ejemplo GANENIKEKIKUAOREN (vaso de Cástulo, Jaén)). Son normales en la escritura tartésica y parecen corresponder al estadio más primitivo de la Epigrafía.

2. Textos rígidamente segmentados por dos puntos verticales de separación, en composiciones cortas generalmente binarias, y con un número de letras que varía entre cuatro y ocho. Quizá el ejemplo más genuino sea el Gran Bronce de Botorrita.

3. Textos con tres puntos verticales de separación, como el gran mosaico de “opus signinum”, de la mal llamada “ciudad romana de Andelos”.

4. Textos en los que las separaciones se efectúan ya con dos, ya con tres puntos verticales indistintamente, como la llamada “Carta comercial de Pech Mahó”.

5. Inscripciones en las que un solo punto o pequeño cuadrado supone separación, como en la llamada “inscripción bilingüe de Tarragona”, o la que nos ocupa.

6. Otras en las que la separación se hace mediante signos diversos (pequeñas cruces, grupos de tres líneas verticales con tres puntos cada una, etc.), como por ejemplo la inscripción “facsímil Untermann”, o la estela de mármol negra de “Abandonar II”.

7. En la que estudiamos aquí, tras el signo X final de la primera línea, un pequeño círculo aplastado indica que el signo siguiente (primero de la segunda línea) que es N, debe ser unido a los dos anteriores para leer BETAN. He aquí, por consiguiente, un primer signo de unión.

8. Los textos de los vasos de Lliria contienen dos puntos verticales con función unitiva: el famoso vaso nº 12 dice gudua:te, siendo gudua un infinitivo (guerrear) al que se une el sufijo de nominalización –te para dar el substantivo “guerra”; y la misma idea de unión (junto a) aparece en “El caballo”.

En conclusión, parece lícito afirmar que la lengua iberovasca fue evolucionando desde una secuencia única, compleja y difícil, hacia secuencias con múltiples divisiones, indicadas de distintos modos, y con signos de valor variable nunca sistematizado.

Pasemos a la interpretación de la estela de Benassal I:

A). Trascripción.

Z-A-GA(KA)-R-BE(PE)-DA(TA)-N-N-I

B). Secuencia.

ZAKARBETAN NI

C). Lectura.

Za kar beta- n ni.

D). Análisis morfológico.

za: n.: montón, gran cantidad, mucho.

kar: n.: devoción, fervor.

beta: v.: llenar.

n: pronombre relativo: el que (es, está, estuvo).

ni: adv. de tiempo: siempre.

E). Análisis fonético.

1. Entre za y kar no puede haber elipsis por acomodación ya que se formaría un grupo consonántico imposible: z(a)k.

2. De igual modo, no hay elipsis en la segunda acomodación porque ka(r)betan sería ininteligible.

3. Tampoco hay elisión en la tercera, beta-n, pues bet(a)n resulta imposible.

4. Y en la cuarta, la elipsis al final del primer término (n) equivaldría a prescindir del pronombre relativo y alterar la construcción.

F). Traducción literal.

El que estuvo siempre lleno de mucho fervor.


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© Bienvenido Mascaray bmascaray@yahoo.es

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