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Olibán (82)

Altoaragonesa

La lengua iberovasca cuenta con una amplia familia de voces en torno al aceite y el olibo. Señalaremos algunas de las recogidas en los diccionarios: olio, aceite; olibo, olibo; olibondo, olibo; olibadi, olibar; oliaran, aceituna; olibaki, madera de olibo; oliodura, unción, y muchas más. El reflejo de ello no podía faltar en toponimia y ya hemos estudiado algunos topónimos con estas raíces: Oliberanu (Cartulario de Alaón de José Luis Corral), Soliba y Solibeta (De Ribagorza a Tartesos), Olibera (Baliaride), y otros más que aparecerán en el futuro. Parece desprenderse que el topónimo que estudiamos hoy se va a constituir en un ejemplo más. Pero ya conocen los lectores mi desconfianza sistemática ante las apariencias, semejanzas o aspectos (“semejanza igual a error”, como vacuna contra el método comparativo); además, Olibán se sitúa a 900 metros de altitud, generalmente excesiva para la supervivencia de estos árboles y, más aún, para que rindan fruto en cantidad y calidad aceptablemente. No, en Olibán no hay olibos (salvo alguno trasplantado como adorno) ni parece que los haya habido nunca. Esta última evidencia parece haber sido tomada en serio por los autores que, en consecuencia, deben investigar nuevos caminos. Pero, como todos aparecen cerrados, se acogen al último “clavo ardiente” que, al menos, permite cumplir con el expediente y seguir adelante: me refiero al antropónimo, al nombre de varón latino o de cualquier origen siempre que tenga algún parecido con Olibán…

Carlos Tarazona Grasa es natural de Olibán, y en su obra La Guía de Serrablo, pag. 75, nos dice: “Lugar de 40 habitantes que mantuvo ayuntamiento propio hasta su anexión al de Biescas, a finales de la década de los 60. De entre sus casas destaca Casa Colorao, con su escudo armero de los Ainsa sobre su puerta adovelada, datado en 1.651. En la fachada meridional de Casa Chuan también puede contemplarse un interesante relieve pétreo con motivos animales y vegetales. Su iglesia parroquial dedicada a San Martín forma parte del conjunto de iglesias mozárabes de Serrablo y por tanto, declarada monumento histórico artístico. Fue restaurada en 1.977 por Amigos de Serrablo. En época medieval se le denominaba Ulibano”.

Esta última afirmación requiere una mayor consideración. Se trata de una verdad a medias pues, si bien es cierto que, según afirma Ubieto Arteta en Los pueblos y los despoblados, II, 943, se le cita como “Ulibano en 1044” y “Ulibane en 1.061”, este mismo autor añade: “Primera mención: el 27 de octubre de 1.035 se cita a Ato Sanciones de Olivane”. Esta O inicial, tan importante, se repite varias veces. Posteriormente, cuando el Monasterio de San Juan de la Peña concede carta de población a Santa Cilia, se cita a “Michael de Olivan prior de Salvatierra”. Esta aparente vacilación en la vocal inicial debe ser resuelta categóricamente a favor del fonema vocal de abertura media y timbre grave, si bien es cierto que el cerramiento que experimenta fácilmente la convierte en fonema vocal de abertura mínima y timbre grave, esto es, U. Los ejemplos son constantes en la Onomástica y, casualmente, tenemos uno bien cerca: en el número anterior, dedicado a Orós, veíamos como presentaba una forma Urus que desechábamos por inverosímil. Otros ejemplos: Obarra > Uuarra, Ontiñena > Untiñana, Ondués > Undués, Orracha > Urraca, Ordós > Urdués, Osón > Usón, etc.

También merece una mayor atención su hermosa iglesia de S. Martín. Respecto de ella, Antonio Durán Gudiol y Domingo Buesa Conde, Guía monumental de Serrablo, dicen lo siguiente (pag.88):

“Con sus siete vecinos, la parroquia de San Martín de Oliván fue rectoría del arcedianato de la Cámara hasta que fue reducida, en el siglo XVI, a simple iglesia anexa de la parroquial de San Pedro de Lárrede… Gozando de relativa prosperidad material en el siglo XVII, la iglesia de Oliván fue ampliada con la adición de una nave lateral. A este efecto se sustituyó el paramento meridional del templo primitivo por una amplia arcada para comunicar la nueva nave con la antigua. La primitiva iglesia, concebida según el primitivo modelo serrablés, tiene una sala rectangular – de la que ha desaparecido a consecuencia de dicha adición el muro meridional en el que se abrían la puerta y ventanas – cubierta con techumbre de madera y terminada en ábside semicircular de bóveda de horno.El arco de entrada a ésta es de herradura rebajada. La torre campanario responde al modelo de Serrablo, pero en época moderna fue remodelado, con la intención de darle capacidad para albergar campanas, perdiendo sus caracteres originales. Recientemente la iglesia de San Martín de Oliván ha sido objeto de restauración y consolidación a cargo de la asociación de “Amigos de Serrablo”.

Aún nos queda otro elemento al que nadie hace referencia (ni siquiera Madoz) y que, sin embargo, para nosotros tiene una importancia capital. Se trata del barranco de Olibán que, aguas arriba de esta población, se conoce también como barranco de Bergusa (lo de Berbusa es una corrupción). Nace en el entorno del monte Oturia (1.921 m.), recogiendo aguas de sus laderas E y N y los caudales de algunas fuentes (de la Estiba, de Catonal…). Toma dirección O-E y por debajo de los montes Loma de Santa Cruz (1.591 m), Mon deros Pacos (1.494), Estallo (1.486), Cerro de San Blas y Cuello Basarán por la derecha, y del Mon Serradiblo por la izquierda, describe una semicircunferencia perfecta y toma decidida dirección NO; cuando llega a la desembocadura del barranco de Ainielle el giro es ya de 270 grados. Siguiendo con la misma dirección, llega a Bergusa primero y a Olibán después, creando junto a este lugar un paraje notable conocido como As Lacunas. Desde Olibán gira al SE hasta fundirse con el río Gállego. Es una de las subcomarcas del Alto Gállego más castigadas por la desertización: Cortillas, Cillas, Basarán, Ainielle y Bergusa por la derecha hidrográfica; Casbas y Susín, por la izquierda (aunque en el último hay movimiento).

Los iberos sentían verdadero pánico ante las amenazas y la consumación de las riadas, tanto pos sus efectos respecto a sus personas, viviendas y enseres, como sobre sus rebaños e, incluso, tierras de labor, lo que solía llevar aparejadas grandes hambrunas y hasta la desaparición del poblado. Los testimonios en la Epigrafía son múltiples y sorprenden por su reiteración. Muy explícito, en cuanto a los efectos y causas es el mal llamado Gran Bronce o bronce “celtíbero” (ríase, lector, ríase hasta que le duelan las tripas) de “Contrebía Belaiska” (aquí, burla, mofa, regodeo e… indignación), cuyo preámbulo, en purísima lengua ibérica, reza así: “Una gran parte de la población está infectada de enfermedades, la situación de miseria nos consume; lamentamos una inmensa tragedia: las aguas torrenciales han inundado las tierras de labor que habíamos arreglado en auzolán. Los mendigos son innumerables: todos, yo, vosotros, nosotros. El campo desprovisto de vegetación, asolado; los alimentos, estropeados”. La Junta de Gobierno de cada ciudad, pueblo o grupo de asentamientos, tenía, entre sus misiones fundamentales la prevención de riadas: “La Junta recta parece difícil: indicios de riadas, de qué modo amonestar las infracciones, defectos de las personas”. Especialmente, la preocupación se manifiesta en las constantes peticiones a la diosa Madre: “que la corriente de agua discurra mansamente”, “que el agua vaya por su cauce”, “que salte el riachuelo desviado hasta el punto que el agua amenace”, “si el riachuelo se desvía que levantes obstáculos”, “que la corriente de agua acabe por volver a la par”, “líbranos de las riadas”, “que encauces las amenazas de inundación y que suba el cieno”, etc.

Esta obsesión por las riadas y sus consecuencias, debería haber sido tenida en cuenta por los autores que, ante el frecuente emplazamiento de las poblaciones iberas en lugares elevados, hablan sin reflexión ni cortapisas de “belicosidad y salvajismo de los iberos”. Se entiende, además, que un curso de agua inmediato y pacífico sea para ellos el mayor de los bienes, del que dejan constancia en topónimos como Aiguatorta (de la Alta Ribagorça catalana, del tramo alto del Subordán, del pico, puerto y vallón junto al Batximala), Plan d´Estañ, Estañá, Maigualas (la corriente de agua tranquila), etc.

En Olibán me esperan la amabilidad, la suerte y la información a raudales. Me cuentan que el barranco de Bergusa también tiene estrechos y fuertes pendientes, y que cuando viene una tronada mayúscula puede arrastrar grandes piedras y causar daños importantes. Un informante recuerda la del año 1.967 (precisamente el año en que se casó) que arrastró el antiquísimo y elevado Puente de las Cabras, asi como la “barbacana”. Aunque el riachuelo o barranco discurre muy por debajo del casco urbano, tiene importancia capital para el pueblo, pues de él proceden las aguas de abastecimiento público, las cuales se captan lo suficientemente altas para que lleguen por gravedad. El barranco, cuando se aproxima al pueblo, ve como su cauce se ensancha y su caudal se tranquiliza; se ha formado incluso una “badina” muy concurrida en pleno verano por muchas personas que se bañan sin ningún peligro en ella pues no cubre más que “tal que así” (gesto con la mano horizontal sobre el estómago aproximadamente). Carlos Tarazona, ahora personalmente, me muestra su amabilidad y erudición: me hace ver el cono de deyección formado por los arrastres de materiales que, por tratarse de formaciones geológicas tipo flyisch, se erosionan con toda facilidad. Hablamos, por supuesto, de Olibán, pero también de Susín, Basarán, incluso de Bielsa… Gracias, amigo.

Olibán es una composición ibérica integrada por tres formas; por consiguiente, dos enlaces o acomodaciones. La forma primera es ole, manso, pacífico. La segunda es bien frecuente: ibai, riachuelo, río. La sutura se produce con la consabida elipsis al final del primer término: ol(e)-ibai > olibai. La última de las formas es el pronombre relativo n, el que tiene. También la segunda acomodación muestra elipsis al final del primer término: oliba(i)-n > oliban. La traducción al castellano no puede ser más clara: Olibán significa “el que tiene un riachuelo pacífico”.


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© Bienvenido Mascaray bmascaray@yahoo.es

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