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Macrotopónimo Ib.

Ibérica

Es natural que un topónimo tan importante como IBERIA haya concitado el interés, tesis y soluciones may variadas a lo largo de los siglos, entre fenicios, griegos, púnicos, romanos, bereberes, turcos, etc., y que en su interpretación aparezcan conejos, serpientes, hijos y nietos de Hércules , navegantes…Nuestro estudio hará tabla rasa de todo lo anterior pues pondremos en acción todo un sistema interpretativo de la lengua ibérica, muy especialmente de la naturaleza, estructura y régimen de la misma, arcano absoluto para la generalidad de los estudiosos.

El topónimo ibérico -no se puede predicar lo mismo de otros de distinto origen como “Sangre de Cristo”, “Santa Mª de Buen Aire” o “Villa de D. Fadrique”- consta de dos elementos: forma y contenido, que se corresponden exactamente con sus dos funciones, identificativa y descriptiva. La descriptiva, parece obvio, no puede ir contra el sentido común o la racionalidad, no obstante lo cual, con muchísima frecuencia, se asignan a los topónimos descripciones aberrantes debido, casi siempre, al engaño que presenta la apariencia, semejanza o aspecto. Un ejemplo bien ilustrativo: El Santuario de Torreciudad tiene un antiquísimo precedente en la ermita del mismo nombre, en la que, durante muchos siglos y con gran devoción se veneró a la Virgen de Torreciudá. Se llamaba así por su proximidad a la aldea del mismo nombre que, en el censo de 1.857, contaba con 6 habitantes y, poco antes (1.845-50), en el Diccionario de Madoz, con 56 incluídos los de Ubiergo y Volturina. Pese a ello se hizo derivar Torreciudad del latín turris civitatis, la torre de la CIUDAD. También coadyuva el efecto pernicioso de la “latinitis”. Ver el estudio del topónimo en el nº 5 de mi serie “Toponimia altoaragonesa”. Además, la descripción o contenido del topónimo debe ser comprobada sobre el terreno y tanto mayor será la garantía de acierto cuanto más evidente resulte la correspondencia.

En cuanto a la forma (función identificativa), los topónimos ibéricos -y otro tanto cabe decir de las secuencias o párrafos de los textos epigráficos- son construcciones intelectuales o engendros lingüísticos resultado de la naturaleza y régimen, tan especiales y distintos, de la lengua ibérica. La aglutinación (como unión reglada de dos o más formas buscando el acortamiento con disminución silábica), la elipsis al final del primer término, los 9 fenómenos fonéticos de elisión y los 11 de simple alteración -solo éstos y ninguno más- acaban conformando el engendro. Si sabemos cuales son y como operan, podemos “volver hacia atrás”, deconstruir, y obtenidas las formas originarias, traducir. Desde el engendro, salir hacia adelante buscando analogías es un error monumental, de inicio, determinante de la vergonzante situación de nuestra lingüística.

Con todo lo anterior resolveremos con seguridad absoluta el topónimo IBERIA exponiendo sus dos elementos:

1º. Contenido. En el sector occidental de la cuenca mediterránea, la orilla sur (ver foto) se alarga hoy por territorio marroquí, argelino y tunecino principalmente. Históricamente, los habitantes de esta zona tenían muy próxima la orilla opuesta, la norte, con visión directa o con una corta navegación. Es evidente, incontestable, que desde el lado norteafricano la península era “la orilla del norte”.

2º. Forma. Paso a paso:

a). IBERIA es un engendro resultante de la aglutinación de dos formas.

b). La primera de estas formas es IBERZ, orilla. Ver DRALV, vol. V.

c). La segunda es IPAR, norte, voz que ha llegado viva hasta hoy. Ver DRALV, vol. V.

d). Ambas formas enlazan siguiendo la regla fundamental de la aglutinación, la elipsis al final del primer término, de modo que IBERZ + IPAR > IBER(z)IPAR.

e). En IBERIPAR encontramos la consonante oclusiva bilabial sorda /p/ en posición intervocálica, por lo que decae: IBERI(p)AR, según el fenómeno fonético de elisión nº 6 de “Nosotros, los iberos”.

f). Se produce finalmente el enmudecimiento de la consonante final: IBERIA(r), f.f.e. nº 9.

g). Observemos el acortamiento con disminución silábiaca: I-BERZ (2) + I-PAR (2) = I-BE-RIA (3).

h). IBERIA significa “la orilla del norte”. Evidencia plena, rigor científico.

Corolario. Los norteafricanos que se establecían en Iberia pasaban a denominarse “iberos”; así pues,  los iberos procedían de África.

Fotos: Mapa de la orilla sur mediterránea (africana) y de la orilla norte (ibérica). Vista desde el Mirador de Tarifa con las costas gaditanas y norteafricanas.

 

 

 

 

 

 

 

 



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