Toponimia
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Este hermoso topónimo, más bien oicónomo como veremos, ha sufrido en sus carnes o en sus letras el mordisco de la modernidad, que produce un bodrio, con forma castellanizada y esperpéntica, desconectada de la realidad cultural y ambiental. Un topónimo tan refinado y culto por su construcción obediente al léxico y a la fonética de la lengua ibérica más primitiva; un topónimo expresivo de un modo de vida tradicional y sufrido de las gentes de este país, se desvirtuó, se ha desnaturalizado mediante la desaglutinación de un pretendido artículo “la” y la introducción graciosa de una “e” para que resulte La Encuentra”. Poco importa que esta expresión castellana carezca de sentido y resulte ridícula para describir una casa solariega; menos aún que la voz “encontrar” –en el sentido de hallar- sea extraña al dialecto ribagorzano donde impera desde antiguo la voz “trobá(r)”, trobase, trobada, etc.; y nada importa que el ribagorzano “encontrá(r)” o “encontrase” tenga valor principal de enfrentarse, disputar, reñir… Al menos, La Encuentra se entiende, y este significado, absurdo en toponimia, unido al prestigio que se sigue de un documento escrito –que no encuentra otra oposición que la tradición oral a menudo cambiante e incierta-, acaba por ser reconocida por el pueblo y “explicado” por los lingüistas. Pero, con todo, el borrado no es completo, y el ejemplo más curioso es el de un ribagorzano “de toda la vida” cuyos dos apellidos –en realidad iguales- son por este orden Lancuentra y Laencuentra…
Lancuentra fue una casa solariega, hoy desaparecida, del Valle de Terraza. Aparece recogida en el trabajo de Moisés Selfa Sastre Toponimia del valle medio del Ésera, Lleida 1.998, pág. 101, como Cassas de la Enquantra, quien ha investigado en el archivo de la catedral de Lérida el protocolo del notario Pedro Guart, y cita: “Año 1.617. Die quinto mensis octubres anno 1.617 et en las cassas de la Enquantra de la Balle de Terraza. También en Biu (municipio de Foradada del Toscar), casa Lancuentra (a veces Encuentra y Ancuentra), y la partida de Lancuentra (quien sabe si el primitivo emplazamiento de esta casa), a la derecha, aguas arriba, del barranco de Iali. El paso de Lancuentra a Lancuantra es muy normal en dialecto ribagorzano y en el Alto Aragón: el diptongo creciente ue > ua, al igual que ie > ia: Cuesta > Cuasta, Isuela >Isuala, Aragüés > Araguás, etc: y Bisecas > Biascas, Bierge > Biarge, etc.
Lancuentra es una composición ibérica en la que intervienen tres raíces (dos acomodaciones por tanto) y dos fenómenos fonéticos característicos. La primera de las formas concurrentes es lan, trabajo, repetida en nuestros estudios. A ella se aglutina guen (pronúnciese güen, pues el ibérico no cayó, como el castellano, en la ceremonia de la confusión y el contrasentido), que significa superior, máximo, el más alto o al límite; el enlace se efectúa mediante yuxtaposición necesaria puesto que la elipsis –la(n)guen- haría ininteligible la composición. Reparemos en el primero de los fenómenos fonéticos aludidos: el ensordecimiento de la oclusiva velar sonora g > k tras consonante continua /n/. La tercera de las formas es tara, penosidad, gran pena, que también se une por yuxtaposición necesaria y por igual motivo. Pero la fuerza de compresión interna busca otro expediente para manifestarse y lo encuentra en el segundo fenómeno fonético: la síncopa de vocal tras oclusiva, seguida aquélla de /r/ y de igual vocal: tara > t(a)ra.
Resumiendo: lan-guen-tara > Lancuentra, con traducción literal de “el trabajo de máxima penosidad”. Lo cual nos sirve para poner de relieve que, junto a causas económicas, sociales y excepcionales (tales como epidemias, guerras, catástrofes naturales…), el abandono y despoblación obedeció en muchas ocasiones a causas personales de fatiga y cansancio, y al legítimo anhelo de mejora y de búsqueda del bienestar.
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