Toponimia
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Zakaz moa ors se lee en la tésera del cerdito, hallada en el yacimiento de La Custodia, junto a Viana (Navarra), conservada en el Museo de Pamplona y estudiada por mí en el capítulo I de mi obra, aún inédita, Nosotros los iberos. Interpretación de la lengua ibérica. En efecto, es una gran verdad que “el torpe poda las hojas”, que se detiene en las apariencias, en las formas, sin que jamás llega a penetrar en la esencia de las cosas, con lo que crea un entorno falso y estéril, un marasmo de incompetencia y medallas de cartón. Todo ello es perfectamente válido en el campo de la Toponimia, más aún, puede parecer preordenado por mí para explicar el calamitoso estado de esta rama de la Onomástica (Toponimia, Antroponimia, Teonimia) en España. Es necesario, para mis nuevos lectores de esta serie, dar unas brevísimas notas orientadoras:
El topónimo o nombre de lugar es “un retazo de la conversación” que cumple dos funciones, la identificativa y la descriptiva; a éstas se corresponden fielmente los dos elementos del topónimo, la forma y el contenido. Si hablamos del monte “Lakartxela” nos referimos a uno en concreto, que queda identificado y distinguido de todos los demás; al propio tiempo, si somos capaces de interpretar la lengua ibérica, llegaremos al contenido, esto es, a la descripción hecha por nuestros antepasados en su lengua propia, para lo cual, y ante la necesidad de ser breves, por una parte, y de ser exactos (para lograr la unanimidad y aceptación) por otra, eligieron la nota o característica más evidente y compartible, a la que hemos llamado “elemento diferenciador”. En consecuencia, el análisis de un topónimo (generalmente son composiciones y, en menor grado, derivaciones) deberá identificar las formas y explicar los fenómenos fonéticos presentes en su aglutinación (análisis morfológico y fonético), pero ello no es suficiente. Será preciso, en todo caso, comprobar sobre el terreno la interpretación hallada, de tal modo que si nuestro análisis “en laboratorio” no resultara evidente en la realidad, deberemos desechar la solución inicial y reemprender un nuevo camino (o callar, si no lo descubriéramos). De aquí resulta que la toponimia formal fundada en el método comparativo o de emparejamiento de cromos, es vacía, ligera y falsa, mientras que la toponimia real, la única científica, incorpora a la lingüística la realidad cultural. Siguen, en este capítulo y en el próximo dedicado a Peña Ezkieta, dos ejemplos perfectos de lo expuesto.
Escogemos (hay muchas) la descripción del monte Lakartxela contenida en el trabajo Ascensión a el Lakartxela (1.982 m) por suitxi, en la web Pirineos 3000 por contener una frase (que subrayaremos) esencial para nuestro trabajo: “El inicio de nuestra ruta circular, y por tanto también el final, es la venta de Juan Pito (1.160 m), en las inmediaciones del cuartel de Yeguaceros,a la que se accede desde la carretera NA-1370, km 68,5. Desde este punto existe un camino balizado con marcas amarillas y blancas (PR) que asciende por un bosque durante un breve tiempo, después sigue por una loma desprovista de árboles, siempre en dirección NNO. En este lugar descendemos hacia una depresión donde hay un caos de bloques y ascendemos directamente hacia el macizo de Keleta, Sacro y Ezkieta por un pequeño barranco. Saliendo del mismo y abandonando definitivamente cualquier forma de vida arbórea, nos encontramos en la antesala del Corredor Sacro, que ascendemos directamente hasta llegar a un pequeño collado entre el pico Sacro y la Peña Ezkieta. Subimos al Sacro por cresta descompuesta, volvemos sobre nuestros pasos y realizamos un flanqueo a la cresta de Peña Ezkieta por terreno inclinado de nieve dura (60º), hasta encontrar un pequeño corredor que da acceso a la cima. Desde aquí seguimos la arista mixta, si bien fácil, hasta la cima E de Lakartxela y, después, hasta su cima principal… Desnivel positivo acumulado: 1.000 m. Duración: Venta de Juan Pito…Lakartxela…Venta de Juan Pito… ritmo normal: 5 h 20´. Orientación fácil en la primera parte del camino. Pendientes severas en nieve dura en el corredor y en el flanqueo… Le pondría un PD+ al corredor y un AD- al flanqueo, que si bien es corto, es expuesto”. En conclusión, y considerando otras descripciones y fotografías varias, debemos reconocer la extrema aridez de la cima, y una ascensión larga y bastante fatigosa.
El topónimo Lakartxela, en manos de quienes practican el estúpido método comparativo, ha sufrido primeramente la desaglutinación de un “aparente” artículo determinado: La Kartxela, Alto de Kartxela, monte de Kartxela, cumbre de Kartxela… El fenómeno, un “palo de ciego”, es frecuentísimo y no me resisto a exponer algunos ejemplos realmente llamativos, trazando la línea discursiva de los analistas:
Elarun > El Arun > El Orrun > Orrún > O Run > El Run
Dalofra > Dal Ofra > De Lofre > Lofre > L´Ofre > El Ofre.
Lezera(tu) > Lésera > L´Esera > El Ésera, y muchos otros.
Con el sustantivo Kartxela, que emerge de las tinieblas, habrá que hacer algo, y a alguien se le ocurre pensar en un étimo kartxiria, “huerto de regadío”, en contraposición a baratze, “huerto de secano”. Y ya hemos llegado, llevados en volandas por las apariencias o semejanzas formales, a encumbrar (nunca mejor dicho) al más enorme de los disparates: un huerto de regadío en la cumbre del áspero y escabroso Pico Lakartxela.
El Dic. Retana de Autoridades nos brinda la voz lakar, áspero, escabroso, determinante calificativo al que viene a unirse el sufijo intensivo –txe, que traduciremos por “muy”. La derivación se establece mediante yuxtaposición necesaría. Por último, un nuevo determinante, laa, que vale por cansancio o fatiga. Nuevamente se impone la yuxtaposición necesaria; no hay aquí sufijo intensivo, con lo que se marca perfectamente la gradación de la escabrosidad (mucha) con la fatiga (menos). Es una construcción, lakar-txe eta laa > lakartxe (eta)la(a), similar a la bien conocida y estudiada basa eta erten > bas(a) (eta) erte(n) > baserte, “salvaje y atrevido” del Vaso de Llliria “El Caballo”. En conclusión, Lakartxela significa literalmente “muy escabroso y (algo) fatigoso”. Y a esto hay que llamar “Toponimia real”.
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