Toponimia
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Laguarres fue uno de mis primeros topónimos y, por ello, guardo un recuerdo especial de él. Unos 15 años atrás decidí reunir en un libro – que sería publicado en el año 2.000 con el título de El misterio de la Ribagorza. Orígenes, historia y cultura a través de la toponimia- mis trabajos de iniciación en esta ciencia, en la que cada hallazgo constituía una lección para el futuro. Laguarres me proporcionó una importantísima: la comprobación sobre el terreno de la interpretación hallada resultó ser evidente, espectacular. Y la idea de la toponimia real, de los topónimos con forma y contenido (elementos del topónimo), que identifican un lugar al tiempo que lo describen (identificación y descripción, funciones del topónimo), ya no me ha abandonado jamás, me ha lanzado contra la toponimia formal basado en la torpe semejanza, y me ha proporcionado una ingente cantidad de satisfacciones. Pero, sobre todo, me ha permitido elaborar un léxico ibérico (ver la entrada “I.-Léxico ibérico”, dentro de la sección “La Lengua ibérica” de mi blog www.iberiasegunmascaray.es) y, lo que es más importante, desentrañar la naturaleza, estructura y régimen de la lengua ibérica, con todo rigor y detalle, tanto que de aquí ha surgido la primera de las afirmaciones fundamentales de toda ni obra: “La lengua ibérica se entiende perfectamente”. Y a partir de aquí, prácticamente todo: la Epigrafía ibérica; hablan los iberos y nos muestran su maravillosa Civilización ibérica; el origen de “Las dos Españas”; el avasallador frente hispano-romano-visigótico-católico, con todos sus ingredientes de opresión frente a libertad, de clasismo frente a igualdad, de injusticia que impide la convivencia en paz, de fascismo, esclavitud, violencia, hipocresía…; la etimología y la R.A.E; el futuro por el que hay que luchar…
Vuelvo sobre el estudio de Laguarres, aunque la interpretación del mismo y, por ende, la traducción será idéntica. Pero se dan en él una serie de fenómenos fonéticos en los que cabe profundizar y que no quedaron suficientemente remarcados en el primer intento. Necesito, para ello, fijarme en el estudio diacrónico, esto es, en la documentación histórica pertinente. De enero de 1.078 data la carta de población que el rey de Aragón Sancho Ramírez otorga para el lugar de Castarlenas, en la que se menciona a Rodelan Remon in Laguarres (Mª Luisa Ledesma Rubio, Cartas de población del Reino de Aragón en los siglos medievales). En febrero de 1.127, Alfonso I El Batallador” dona una yugada de tierra diciendo: …dono et concedo vobis in Laguarres… (José Angel Lema Pueyo, Colección diplomática de Alfonso I de Aragón y Pamplona). Sin embargo, la primera mención parece existir en un documento del rey Sancho III “El Mayor” de Navarra que, el 3 de enero de 1.022 (según recoge Fernando Galtier en su obra Ribagorza condado independiente) promete “ofrecer al monasterio catalán de Sant Sadurní de Tavèrnoles la villa de Lascuarre si la Providencia le entregaba el castillo musulmán de Laguarres”. Queda confirmado pues que la forma Laguarres estaba plenamente fijada ya en el siglo XI, y que, siendo a la vez la forma actual, deberemos fijar el nombre primitivo en lengua ibérica (¿3.000, 4.000 años antes de Cristo?) y observar los cambios que en él se operaron antes del siglo XI. Pero antes, demos noticia de la actual villa de Laguarres, en el municipio de Capella.
“Lugar de 73 habitantes; a 811 m de altura. Tenía 515 h. en 1.900. Comunicado desde Graus por la carretera del Isábena… Entre sus hogares hay inmuebles de calidad erigidos entre los siglos XVII-XVIII. La parroquial de Santa María es inmueble renacentista del siglo XVI con cabecera poligonal, capillas entre contrafuertes, puerta a mediodía e imponente torre a los pies; en la portada figura la fecha de 1.586 y el nombre del maestro Antón Orsín. La ermita de Nta. Señora del Plano (Llano) –cementerio- es de finales del siglo XII: nave rectangular coronada con ábside semicircular y espadaña geminada a poniente, sobre la puerta; capillas agregadas en el siglo XVI. Ermita de San Sebastián, edificio de carácter popular organizado por nave de testero plano y puerta con arco de medio punto en los pies; encima, espadaña de ladrillo. Torre circular del siglo XI que se ha venido abajo casi hasta la raíz. El montón de materiales acumulados por su derrumbamiento es tal que entorpece análisis objetivos, pero la sensación percibida es la de dos círculos concéntricos edificados muy próximos. En el acantilado septentrional que aúpa el castillo anidan varios covachos inaccesibles con muros de cierre en la boca; su aspecto recuerda al de celdas de eremitas, frecuentes en este tipo de roquedo. Ermita de Sta. Cecilia en la partida Muixola. Molino en ruinas a orillas del Isábena; se conserva el recinto industrial muy demolido, las muelas de granito y dos cárcavos sin rodete. Molino aceitero –adosado al harinero- en ruina, aunque en la sala industrial son reconocibles parte de los elementos; el cárcavo está intacto. El molino nuevo, además de moler cereal, sirvió para generar corriente eléctrica; largo canal llevaba agua del Isábena hasta un cubo cuadrado; maleza espinosa impide acceder al interior del edificio -1.990-. En el linde con Lacuarre se alzaban las casas de Castesillo” (A. Castán, Lugares del Alto Aragón).
El topónimo Laguarres es una composición integrada por dos formas: lau y gorri. Las diferencias o alteraciones, ordenadamente, son las siguientes:
- lau > la. Podríamos pensar que estamos ante un fenómeno nada raro de reducción del diptongo au. Es verdad que hay abundantes ejemplos del mismo, tanto en lengua común (laur, cuatro, que al entrar en composición da la(u)r, como por ejemplo, lar-ogei o cuatro veintes = ochenta) como en toponimia; así, aunz (vasco antiguo auntz), cabra, que da anz en Ansils (aunz-il-iz). Sin embargo, y establecida con toda firmeza la regla fundamental de la aglutinación – que es la elipsis al final del primer término- en Laguarres estamos simplemente en una manifestación más de esta regla: la(u)-gorri.
- Diptongación o > ue. Lagorri > lagüerri. Se suele considerar que esta diptongación, al igual que e > ie, son propias de la lengua castellana que actúa sobre las formas latinas. Si es cierto que “hasta el siglo XI no tenemos muestra alguna de la creación literaria en lengua romance…”, y que “el más antiguo testimonio conservado de la literatura castellana es el Cantar de Mío Cid que Menéndez Pidal fecha en 1.140 y Ubieto en 1.207…”. como afirman Pedraza Jiménez y Rodríguez Cáceres en Manual de literatura española, vol. I, resulta evidente que tal fenómeno de diptongación no es propio de la lengua castellana, pues aparece en multitud de topónimos, tanto románicos como ibéricos ya en siglos anteriores. Parece originario y operativo en aquel complejo sistema de lenguas que se implantó y evolucionó tras la caída del latín clásico, con predominio del bajo latín, pero también con influencia de las lenguas prerromanas o tradicionales.
- Apertura del diptongo ue > ua. Lagüerri que da Laguarri. Frecuente en el Alto Aragón: Cuesta > Cuasta, Aragüés > Araguás, Isuela > Isuala, (A)lascorre > Lascuarre, etc.
- Terminación –arri o –erri que da –arre o –erre. Pasamos aquí de Lagüerri a Laguarre, como en Benabarri/Benabarre, Ligüerri/Ligüerre, Nabarri/Nabarre, y otros.
- S final paragógica. Es poco frecuente, pero también podemos encontrar algún ejemplo más, como en Pala > Palas, Batisielle > Batisielles, Bueta > Buetas…
Mi gusto por el arte románico arranca desde los tiempos del bachillerato. Había una asignatura llamada Historia del Arte, impartida por un gran profesor del Instituto de E. M. “Ramón y Cajal”, de nombre D. Joaquín Sánchez Tovar, alias “Teté”. Visitas, libros y curiosidad constante abrieron en mi mente una serie de espacios, nombres e imágenes entre las que figuraba la ermita de “la Virgen del Llano” de Laguarres. Cuando me topé con la voz ibérica lau, llano, establecí una línea de interpretación: en Laguarres parece que hay un llano…, ¿será la tierra de color rojo, es decir, gorri?. Hay que verlo, hay que comprobar sobre el terreno. A la entrada del pueblo, una anciana (“mañana me´n voi pa Barcelona a pasá el invierno con una hija que tiengo casada allí”) me indica el camino. Sigo en dirección a Lascuarre y, a la izquierda de la carretera, aparece enseguida la ermita de la Virgen del Llano, que tiene adosado el cementerio. Románico muy sobrio al exterior, con dos diminutas capillas y cubierta de “llosas”, bien conservada. En el cementerio, un hombre repara y adorna algún nicho. Muy comunicativo y amable, me orienta cumplidamente: “A este lau del barranco la terra ye más bllanca, pero ta par d´allá la terra ye mui roya. ¿Vei aquel cambio de rasante?. Allí, a la drecha n´hai una partida que le dicen El Llano, y la terra, ya la verá, ye roya del tot”. Contemplo un campo recién labrado de un rojo intenso; una fotografía y una inmensa satisfacción: Sí, no hay duda, Laguarres significa “el llano rojo”.
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