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Lacort (2) – 234

Altoaragonesa

Con el nombre de Lacort distinguimos dos pequeñísimos núcleos poblacionales: uno que pertenece al municipio de Foradada del Toscar, en Ribagorza, que se emplaza a la izquierda de la N-260 (Eje Pirenaico), en la dirección Campo- Ainsa, una vez sobrepasado el Coll de Foradada. El segundo es tristemente más conocido: junto a Jánobas y Lavelilla fue dinamitado tras la expropiación impuesta para construir aquel malhadado pantano que tanto daño causó en balde.

En lengua ibérica lako significa “lagar”. Según el Diccionario de la R.A.E. “lagar” tiene las siguientes acepciones: 1: Recipiente donde se pisa la uva para obtener mosto. 2: Sitio donde se prensa la aceituna para sacar el aceite, o donde se machaca la manzana para obtener la sidra. 3: Edificio donde hay un lagar para uva, aceituna o manzana. Tan próxima a lagar en lo semántico que se vienen utilizando indistintamente es la voz “trujal”: “prensa donde se estrujan las uvas o se exprime la aceituna; molino de aceite”. Observemos la traslación semántica desde lagar, pasando por trujal, hasta molino. No podía ser de otro modo: estamos ante actividades que suponen pisar, estrujar, machacar, prensar, triturar… para obtener un zumo, mosto o polvo aptos para la bebida o alimentación, y que ya desde tiempo inmemorial fueron objeto de una incipiente mecanización que se fue perfeccionando, pasando del molino manual, tan frecuente en los yacimientos ibéricos, al “molino de sangre” en los que se utilizaba la fuerza o tracción animal, y a la máquina “compuesta de una muela, una solera y los mecanismos necesarios para trasmitir y regularizar el movimiento producido por una fuerza motriz, como el agua, el viento, el vapor u otro agente mecánico”.

¿Puede este proceso de traslación semántica prolongarse más todavía hasta abarcar el batán?. Éste es, según el mencionado diccionario una “máquina generalmente hidráulica, compuesta de gruesos mazos de madera, movidos por un eje, para golpear, desengrasar y enfurtir los paños. Edificio en que funciona esta máquina”. Ciertamente que las diferencias entre un lagar (trujal, molino) y un batán son bastante grandes; pero también tienen elementos comunes pues se integran todas en el limitadísimo número de actividades fabriles en época ibérica, se ubican generalmente en las proximidades de un río, utilizan el agua como fuerza motriz y, en ocasiones, en el mismo edificio, simultánea o sucesivamente, se desarrolló más de una de estas actividades. Veamos como lo explica José Luis Acín Fanlo en el librito El batán de Lacort, Prames, Zaragoza 1.998: “Los batanes, por lo general, se situaban en las inmediaciones de un curso fluvial, como es el caso de Lacort con el río Ara. Fuerza motriz del agua que era usada también por los cercanos molinos – eran los casos, entre otros, de Broto, Borrastre y éste de Lacort- y, en algunas ocasiones, para la serrería, como también sucede con el que nos ocupa, la cual fue montada bastante tiempo después al batán por el abuelo del último batanero, todo lo cual se completaba con una noria levantada con la finalidad de distribuir el agua para regar los campos circundantes”. De cualquier modo, la disquisición anterior no resulta determinante para la toponimia, pues, como nos cuenta Madoz en su Diccionario, Lacort tenía, además de un batán, un molino harinero.

Vamos con la descripción sobre el terreno. El Lacort de Foradada cuenta con una sola casa habitada, Castillón, pero son bastantes los edificios, todos de mampostería y losa en las cubiertas, en regular estado de conservación. Hubo otra casa, también rica en edificios y tierras, llamada casa Lueza, que se quemó y perdió, pero de la cual subsisten otras construcciones. Un cerro sobre el lugar permite contemplar una vallonada entre la aldea y la sierra de Campanuel, que presenta fincas amplias, cultivadas; parece que actualmente sólo las forrajeras y los piensos son los productos requeridos. Pero al igual que en la vecina Casa Cañarda (Lascorz), en tiempos no muy lejanos muchos de estos campos eran viñas, de las que con gran trabajo se obtenía un vino de poca graduación pero muy agradable. Ambas casas tenían su lagar y grandes cubas (casa Castillón aún las tiene) bajo buena bóveda de piedra. Y era tan apreciado el vino que, después de cubrir el gasto de la casa, se vendía a pueblos como Biu y Senz que lo “apalabraban” ya de un año para otro.

El Lacort arruinado (Fiscal) contaba, como hemos dicho, con un hermoso batán que se trasladó a Fiscal, se restauró y se halla en condiciones de funcionar como atracción para el turismo cultural. También sabemos que contó con un molino harinero y serrería de madera; además, el término de Fiscal tiene abundante producción de manzanas y todavía hay algunas personas que han obtenido sidra. De todo este conjunto de actividades y de los edificios que las albergaban es más que probable que alguno de estos contara con un cielo de bóveda. No así el edificio original del batán que tenía techado de madera. Pero ésta constatación es intrascendente en una antigüedad que se remonta varios milenios atrás.

Lacort es una composición de la lengua ibérica cuyo primer elemento, como hemos dicho, es lako, lagar, trujal. Sigue un elemento que nos lleva a la acepción “edificio donde hay un lagar”: se trata de ortz, cielo, bóveda visible. La acomodación se efectúa por elipsis al final del primer término, con encuentro de vocales iguales, y, al final, hay simplificación del grupo consonántico –rtz > rt. El significado de Lacort es “el lagar de bóveda visible o de piedra”. Y cuando vean escrito La Cort, como hacen algunos (pensando en una supuesta “corte”, quizá la del Rey Arturo, o en el catalán cort) pueden reírse, aunque resulte penoso.


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© Bienvenido Mascaray bmascaray@yahoo.es

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