Toponimia
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El río Irués, afluente del Zinca por la margen izquierda aguas abajo, tiene un recorrido escasamente largo: por el norte, con el barranco de Azitolar, desde la vertiente occidental del macizo de Cotiella; más al sur, con La Garona de los Molinos, desde el collado de Cullibert en el que se sitúa la divisoria de aguas con el Ésera. Unido la tal Garona a la vena principal del Irués, poco después que éste salve la garganta de su nombre, continúa en rápido descenso hacia el Zinca al que se une precisamente ente el lugar de Badaín. Pero si el recorrido no es muy largo, la cuenca de recepción sí es bastante dilatada y, sobre todo, muy alta. El Irués inferior y superior, con el barranco de Azitolar y otros menores, drena un amplio espacio al oeste y noroeste del Cotiella, con formaciones como Los Movisones (2.593 y 2.534 m), La Pala del Puerto (2.625), el propio Cotiella (2.912) o el Pico de las Neis (2.765). Por su parte, el afluente principal del Irués, La Garona de los Molinos, recoge las aguas del sur del macizo del Cotiella y de toda la larguísima vertiente norte de la Peña Montañesa, que corona a 2.291 m, y con alturas alineadas de oeste a este tales como Peña Foradada (2.173), La Tuca (2.267), Peña Madrid (1.965), La Forquiella (2.172) y La Estiva (2.168). Se trata de una zona de pluviosidad media-alta, en la que sobresale la frecuente formación de violentas tormentas.
Ya en Badaín, mi primer informante me da una respuesta desconcertante. Llevo hecho, como siempre, el análisis lingüístico del topónimo (hidrónimo en este caso) y cuando, habiéndole preguntado si el Irués tiene fuertes crecidas o si se muestra en ocasiones violento o iracundo, me contesta sin gran convicción “Bueno, sí, un poco, no demasiado”, siento que alguien, él o yo, está equivocado. Por fortuna y de inmediato, media en la conversación su esposa (ella es natural de Badaín y él “forastero”) y exclama: “¡Cómo que no!. ¡Mucho!. ¿No ves que recoge el agua de las tronadas del Cotiella y de La Peña Montañesa?”. “¡Bueno!, esto ya es otra cosa”, pienso para mí, aliviado.
La voz castellana ira, pasión del alma que causa indignación o enojo, según el Diccionario de la Lengua Española, tiene su étimo en la voz ibérica ira, ira o cólera, por más que nuestra Real Academia, siempre en la más absoluta inopia cuando de lengua ibérica se trata, y lo más granado de nuestros estudiosos afirmen a pies juntillas que procede del latín ira. No podía ser de otro modo: si cuando hay dificultades morfológicas, fonéticas o semánticas aquélla y éstos no dudan en recurrir al latín por muy sospechoso que sea el emparejamiento de cromos, cómo no van a hacerlo cuando todo es coincidente y armónico. Pero, desafortunadamente para todos, no tener ni la más ligera noción de la lengua ibérica en Iberia o Ispania supone arrostrar continuamente el riesgo del ridículo, como en el caso que nos ocupa. Veamos: varios siglos (quizá milenios) antes de la llegada de los romanos a la Península, los naturales del país usaban la voz ira con el significado antedicho. Y desde luego tenemos la prueba de ello: siendo una voz muy frecuente aparece en multitud de textos epigráficos, de los que entresacamos los tres ejemplos siguientes:
- Vaso de Lliria “El caballo”: ban gudurari ira-tiar, “siempre dispuesto a la violencia de la guerra”.
- Plomo de Pech Mahó: gazi iz ira, “atempera la cólera de la corriente de agua”.
- En este mismo documento: bazter ira, “apártame de la ira”.
- Plomo de Vall d´Uxó: uzi gei-an ira lati, “quiero, sobre las pasiones, la ira del látigo”.
¿Estamos ante una simple coincidencia de formas en ibérico con latín y, de ambos, con el castellano?. Hay que pensar en el etrusco. Lo explicaré muy brevemente y con claridad. Imaginemos un cuadrado: cuatro lados iguales y cuatro ángulos rectos. La base superior, AB, tiene en el extremo izquierdo, punto A, representada la lengua ibérica; en el extremo B, la etrusca; esta base es de color rojo, indicativa de parentesco de sangre y civilización. La altura del costado derecho, BC, tiene situado en el punto C al latín; la recta BC es de color verde, que significa el paso fluido, la comunicación intensa. La base inferior, CD, presenta en el punto D al castellano; es de color negro, aludiendo a la soberbia, la inmoralidad, la injusticia, la rapiña, la desigualdad, la esclavitud, el fascismo que Roma instauró en Iberia y en todo el Mediterráneo. Por último, no puede faltar, cerrando el cuadrado, el segmento CA, altura del costado izquierdo, que une la lengua ibérica (A) con la castellana (C); es de color amarillo, que no falta en ninguna de nuestros símbolos y que representa la tradición ibérica de nuestra cultura. Hay, sin embargo, quien, como la Academia, deja el cuadrado reducido a una línea quebrada, ignorando la altura AC.
Irués procede de iros, con diptongación o > ue. A su vez, iros es una composición cuyo primer elemento es ira, ira, cólera, violencia, pero también iracundo, colérico, violento. Viene a aglutinarse un segundo elemento que es oso, muy. La acomodación se efectúa con elipsis al final del primer término: ir(a)oso, con posterior caída de la vocal átona final, iros(o). El hidrónimo Irués describe a la perfección el carácter de este río, acorde con las fuertes tormentas, la amplia cuenca de recepción y la gran inclinación del cauce: Irués significa “muy iracundo o violento”.
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