Toponimia
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Para los oscenses de la capital, la Peña Gratal resulta una imagen bien familiar, cotidiana, permanente, tan asumida y popular que forma parte principal de su paisaje y entorno. Pocos topónimos, pues, con mayores méritos para ocupar el segundo capítulo de esta serie de Toponimia altoaragonesa, que se inició con el estudio de Bolskan en el número correspondiente al 21 de mayo de 2.006; y nada tiene de extraño que los autores de la Guía del Reino de los Mallos (Ed. Pirineo, Huesca) J. Cabrero y L.J. Cruchaga afirmen que “ junto con Guara y el Pico del Águila son las tres cumbres más populares de las sierras cercanas a Huesca”. Pero otro tanto sucede en toda la Hoya de Huesca y aún en otras comarcas: desde sus 1.563 metros de altura, y más por su emplazamiento que por la altitud, señorea amplísimos parajes e infinidad de rincones, desde cada uno de los cuales, contemplando la silueta tan característica de la Peña, se entiende claramente que su cima constituya una magnífica atalaya. Así lo aseguran los autores antes citados, que dicen:” Pero Gratal tiene algo más: la cercanía desde su atalaya a los somontanos, a la tierra llana, la hace diferente. Fácilmente distinguible desde cualquier punto de la hoya de Huesca, sobresale con personalidad propia sobre la sierra. Uno de los mejores miradores de esta guía, por no decir el mejor. Gratal no defraudará al más exigente”. En parecidos términos, Huesca, guía turística del Altoaragón, de la misma Editorial, dice en la página 240 que “una extensa panorámica se contempla desde la cima, desde los Pirineos hasta el Moncayo”. Por consiguiente, dado que defendemos y probamos continuamente la naturaleza descriptiva de los topónimos ibéricos, y dado también que esa descripción o contenido del topónimo debe centrarse en su “elemento identificador” más notorio e importante, ¿aludirá Gratal a esa característica tan descollante de atalaya?. Pero antes de entrar en su análisis, dos consideraciones previas.
La toponimia formal, la que se basa en la mera apariencia, semejanza o aspecto de la forma externa, es siempre vacía, ligera y falsa; sin embargo, es la toponimia al uso, que no tiene nada, evidentemente, de verdadera ciencia. Se vale del llamado “método comparativo”, en realidad “juego de cromos”, que consiste en los siguiente: Vd. toma en su mano izquierda un cromo de colores que se llama, por ejemplo, Gratal, que se supone desconocido, esto es, cuyo significado no se conoce con certeza y por ello se investiga; luego, con la mano derecha, abre una gran caja en cuyo exterior se lee LATÍN, y en la que guarda, por orden alfabético, una inmensa cantidad de cromos con nombres pertenecientes a esta lengua y, por ello, conocidos. Si no tuviese suerte y entre los cromos latinos no hallara uno que por semejanza case perfectamente con Gratal, podrá rebuscar en otras cajas-archivo de griego, sánscrito, árabe, fránquico, altoalemán, gaélico, uralo-altaico…, o incluso inventar ad hoc un idioma como el sorotáptico. Pero en el caso que nos ocupa hemos tenido suerte y el adjetivo latino de tres terminaciones gratus-a-um, grato, agradable, conviene perfectamente, de modo que afirmamos solemnemente (la solemnidad y la autoritas son el verdadero sostén de este engendro) que “Gratal es un topónimo de origen latino pues deriva de gratus”, lo apuntalamos con consideraciones sobre lo ameno y agradable del paisaje, clima y otras zarandajas y ¡ asunto resuelto!. He aquí un nuevo logro de la Lingüística, de la Filología, de la Etimología, de la Onomástica, de la Toponimia, de la Oronimia…
La consideración segunda es más constructiva. El alfabeto ibérico disponía de cinco signos o letras representativas de los cinco sonidos vocales, idénticos, por cierto, a los del castellano; asimismo, de otros seis signos representativos de los consonánticos l,r,s,m,n,z; por último, y aquí radica su fuerte personalidad, de quince signos silábicos, cada uno de los cuales significaba la unión de una de las consonantes oclusivas, bilabial, dental o velar sin distinción entre sonoras y sordas (esto es, un mismo signo representaba, por ejemplo, ba y pa) con una de las cinco vocales, de modo que tres oclusivas (la bilabial b o p, la dental d o t, y la velar g o k) combinadas con cinco vocales daban los mencionados quince signos silábicos. De aquí resulta que los iberos, si bien podían pronunciar la sílaba gra, por ejemplo, igual que nosotros, no podían, en cambio, escribirla, ya que la oclusiva velar llevaba unida indisolublemente una vocal, en este caso la a, que se anteponía a la r, dando gara. Sea por el origen obligado de esta forma o, más seguramente, por la enorme fuerza de compresión interna de la lengua ibérica, siempre en busca del acortamiento silábico, lo cierto es que la síncopa de vocal tras oclusiva y seguida de r y de igual vocal es un fenómeno fonético de enorme importancia por la mucha frecuencia con que se manifiesta, y a modo de recordatorio y para demostración, citaremos los topónimos que lo contienen en cada una de nuestras obras anteriores:
- El misterio de la Ribagorza: Graus, Kregüeña, Grustán, Kroketa, Grist, Grisanto, Trozuelo, Bieskras, Bretuí, Prukimá, Broká, Krabidés, Tronzedo,
- De Ribagorza a Tartesos: Ballabriga, Brallans, Brokoló, Bruballa, Estrimera, Finestras, Graells, Kaladrones, Kontraix, Lankuentra, Llastra, Llaunastra, Pedruí, Petrenga, Pregona, Presentet, Santallestra, Santatrunxa.
- Baliaride: Andraitx, Andritxol, Bendrís, Bidre, Bidrier, Binagrella, Brondo, Cabaspre, Calobra, Comprat, Crestatx, Dalofra, Drac, Dragonera, França, Freu, Frigola, Gramola, Itris, Llodrá, Malgrat, Mondragó, Padrines, Pedruixella, Petra, Portocristo, Pruaga, Sastre, Setrí, Trenc, Biniatria, Brafí, Brau, Britzola, Bruí, Creixell. Creixens, Crespí, Estremera, Frares, Granada, Grúa, Lucfriara, Llabrés, Magre, Mandraba, Tríes..
Y en el total de topónimos ibéricos estudiados por mí (unos veinte mil), en buena parte pendientes de publicación, el fenómeno que estudiamos aquí se repite en torno a un millar de ocasiones.
Pasemos al análisis de Gratal. Es una composición ibérica de nombre + nombre, el primero en función de sujeto, y el segundo en la de complemento nominal. La primera de estas formas es el sustantivo gara, que vale por peña o roca. Ya la hemos hallado en los topónimos Graus o Gamola, y aparecerá asimismo en otros como Grañén, Grasa, etc. El complemento nominal es tala, que tiene una variante talai. Sobre ésta, la adición del artículo determinado a (el, la, lo) siempre en posición final, nos conduce a talaia, voz de máxima frecuencia e importancia en Baleares. ( El olvido de la lengua ibérica y la aglutinación del artículo provocan un fenómeno curioso: considerado talaia como un nombre del género femenino, se le antepone en lengua romance el artículo correspondiente según el número, esto es Sa Talaia para el singular y Ses Talaies para el plural; de modo que, el influjo ciego de una cultura lingüística sobre otra anterior semiolvidada, produce efectos curiosos, como esta “la atalaya la” o “las atalayas las”. Pero también en topónimos bien próximos nos topamos con la voz tala, por ejemplo, el ribagorzano Estall ( ez tala), literalmente “no atalaya” o “no despejado o descubierto”, con lo que se vienen a describir a los grandes establos cubiertos del lugar. Queda dicho que tala, talai o talaia valen por atalaya.
Gratal nos ofrece dos fenómenos fonéticos muy habituales y, por ello, de gran importancia. El primero, ampliamente estudiado, es la síncopa de vocal /a/ tras la oclusiva /g/, y seguida de /r/ y de igual vocal /a/. Se manifiesta con ello la fuerza de compresión interna de la lengua ibérica, y la forma gara, bisílaba, queda reducida a un monosílabo (gra), lo que hará imposible la acomodación normal entre el primero y segundo término, que sería la elipsis al final del primero (no se concibe un gr(a)-tala)
y no la yuxtaposición necesaria, gra-tala, que se manifiesta. El segundo fenómeno, asimismo habitual y respondiendo a idéntica fuerza, es el apócope de la vocal átona final: tal(a). Unidos ambos cambios fonéticos, una composición tetrasílaba como gara-tala se convierte en bisílaba. En síntesis, gara-tala = g(a)ra-tal(a) = Gratal, “la peña de la atalaya”.
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