Toponimia
Inicio > Toponimia > Altoaragonesa > Grañén (2)
La pujante localidad monegrina y oscense de Grañén cuenta con abundantes títulos para hacer una amplia descripción de la misma, pero aquí he de centrarme en sus orígenes, y más en concreto en el de su nombre, procurando enriquecer lo que de ellos conocemos. Si nos atenemos a la presencia en la Península de los primeros seres civilizados, los que llegaron del norte de África trayendo la gran revolución neolítica (milenio VIII, al menos, a. de C), a sus vías de penetración y expansión a través de ella (en especial, por toda la costa mediterránea alcanzando la desembocadura del Ródano, y por el valle del Ebro hacia arriba) parece razonable suponer que el primer poblamiento de las áreas más accesibles del Alto Aragón debió producirse en los milenios VI-V de la era pre-cristiana, con notables diferencias, en ocasiones, entre lugares muy próximos. De Grañén se han hallado restos pertenecientes a la Edad del Bronce, lo que no supone, obviamente, que la presencia humana no fuese muy anterior: tengamos en cuenta que muchísimos restos de madera, cuero, fibras vegetales y animales se han consumido y perdido con el transcurso del tiempo, y que la Arqueología aún no ha dicho, ni mucho menos, su última palabra respecto a restos de materiales más duraderos como la piedra o el hueso. Nos queda, por otra parte, un gran tesoro cultural, hasta ahora desaprovechado, cuando no adulterado, cual es el topónimo Grañén.
Para la toponimia formal, el nombre de Grañén procede del de un supuesto caballero Graño o Granio, otro convidado más para la mesa de los caballeros fantasmas, damas imaginarias, santos y santas por casualidad y otros espectros cuyos nombres vienen a ocultar la incapacidad para interpretar un topónimo como, por ejemplo, Grañén. Bastante más real fue, sin duda, Sancho Iñiguez de Grangen (la g representa al sonido oclusivo velar sonoro /g/, por lo que debe leerse Granguen), citado por A.Ubieto Arteta, Historia de Aragón. Los pueblos y los despoblados, II, cuando dice que en 1.105 la villa era de realengo por la presencia de tal Señor. Esta forma escrita resultará vital y decisiva para la interpretación del topónimo. Añadiremos, finalmente, que estamos al parecer ante otro topónimo con sílaba inicial Gra- que procede de gara, peña o roca, voz que ha sufrido la síncopa de vocal (a) tras la oclusiva (g) y seguida de r y de igual vocal (a), tal como expusimos largamente en Gratal.
Pues bien, no andamos descaminados al identificar gra- con el valor “peña” del ibérico gara, ya que podemos leer en el Madoz, Diccionario geográfico-estadístico-histórico, 1.845-1.850, que “tiene 152 casas…en medio de las cuales se eleva una peña llamada El Castillo”. Tenemos la intuición vehemente de que estamos ante el elemento identificador del lugar recogido en el topónimo, lo que confiere a esta peña un valor histórico y cultural inmenso dentro del ámbito local. Nos presentamos en Grañén y, guiados con toda amabilidad por la primera vecina a la que preguntamos, nos situamos ante la mole. Apenas podemos apreciar su volumen y nada, en absoluto, de su forma: una espesa capa de hiedra ha medrado con enorme vivacidad cubriendo hasta el último centímetro de su superficie y hasta el plano superior; ni siquiera falta un olivo plantado también en el estrecho anillo de tierra que la circunda. Y siento una gran frustración porque la primera de mis hipótesis se viene a tierra con estrépito. Lo explicaré brevemente.
Pese a que la inmensa mayoría de los topónimos ibéricos son descriptivos, y a que esta descripción es siempre muy sucinta y realista (“el muro que tiene una brecha”, “la peña de la atalaya”…), no carecían nuestros antepasados de la imaginación precisa para “ver” imágenes sugeridas por formaciones o perfiles montañosos, grandes peñas aisladas, líneas costeras, bahías, etc. Hemos estudiado ya y publicado muchos topónimos motejados de “imaginativos”, como por ejemplo Neril, Erill Castell y Erill la Vall (“la persona muerta”), Ansils (“la cabra muerta en la cima”), Fonchanina (“la muñeca de la niña”), Cala Guia (“la cala de la cuna”), Cala Tuyent (“el biberón de bebé”), Chiribeta (“las ondulaciones de la faz”), y otras varias. Desde un punto de vista morfológico la composición que es Grañén bien podría completarse, tras el gra- ya analizado, con la voz onomatopéyica nene, leche, niño de leche, que ha llegado viva hasta hoy, la cual, por reduplicación (grannen(e) y palatalización (grañén) nos llevaria al final deseado. Pero esta hipótesis resulta falsa: la peña, nos dicen, es totalmente plana en su parte superior, tiene tan solo un pequeño escalón hacia el lado derecho, las paredes laterales son rectas y uniformes y, desde luego, no sugiere ni puede sugerir imagen alguna. No, no hay imagen de “la peña del niño”, ni cosa que se parezca y, además, pienso para mí, que queda sin resolver esa forma escrita Grangen, tan particular…
La peña es de propiedad privada y su dueño, Sr.Escartín, resulta ser el informante ideal: Me da toda clase de explicaciones: desde sus orígenes familiares en el Molino Escartín hasta cómo la peña llegó al patrimonio familiar en pago de una deuda; del extraño apelativo “del Castillo”, que no se explica ni bien ni mal hasta el antiguo uso de “bodega de Casa Laguna”; desde el “mordisco” que se le dio a la peña al levantar el edificio social inmediato hasta la trampa o entrada que tiene en la parte superior por la que se introducían las uvas… De sus palabras se desprende una gran estima y la convicción de que merece ser conservada, “ porque, ya verá, pase, pase”. Hacia el lado Este o Sureste, la peña muestra una puerta de entrada normal, tras la que aparece una amplia estancia, con el suelo perfectamente pavimentado y limpio, el techo de obra uniforme y sólido, y las paredes, de piedra arenisca, con retoques de factura humana, ya para ampliar o uniformizar los muros, ya para consolidarlos. Hacia el lado derecho hay una gran mesa con sus bancos corridos que parece destinada a celebraciones o reuniones; hay electrodomésticos y útiles muy diversos. Sobre la pared izquierda aparece anclada una empinada escalera metálica fácilmente practicable pues tiene pasamanos y asas también metálicas al frente. Al acceder a la planta superior observamos de inmediato un muy grueso arco de mampostería que consolida, de derecha a izquierda, todo el habitáculo interior y bajo el cual sólo se puede pasar muy agachado; pero antes y después del mismo, la bóveda de la peña se levanta muy por encima de nuestras cabezas y, fisura incluída, la roca intacta muestra sin lugar a duda que estamos en una oquedad natural, en una sorprendente y magnífica obra de la naturaleza. Dicho de otro modo, la peña es como la cáscara de una nuez huera, vacía, hueca. Pudo ser, lo fue sin duda, un magnífico refugio o morada para nuestros antepasados, a la que, los recios y verticales muros más la dominante atalaya superior, le conferían una cierta apariencia de castillo. Y dentro de la oquedad y en mi cerebro se hace la luz.
Grañén (Grangén) es el resultado final de una composición iberovasca integrada por tres elementos. El primero, gara, en función de sujeto, vale por peña. El segundo, adjetivo calificativo, es la voz ange (angue), que significa huero como una nuez sin fruto, vacío, hueco. El Diccionario Retana de Autoridades nos presenta la forma angela, que es una derivación formada por la raíz ange y el sufijo –la, “precioso sufijo iberovasco”; dentro de los “sufijos conjuntivos” lo estudia Azkue (Morfología vasca, 1.923, Euskaltzaindia, Bilbao, página 360) del que dice:” A veces indica también idea de gerundio, sirviéndole de tema un verbo conjugado… Es también conjunción declarativa, sirviéndole de tema asimismo un verbo conjugado”. Estamos, pues, ante la forma ange-la, sin sufijo, pues éste resulta innecesario ante la presencia del tercer término de la composición, el pronombre relativo n, “la que es o está”, y referido a “peña”, “la peña que está…”.
En esta composición se aprecian una serie de cambios fonéticos muy interesantes:
1. Síncopa de vocal entre oclusiva y r , seguida ésta de otra vocal igual: g(a)ra.
2. En la acomodación o sutura del primer término (gra) con el segundo (ange) hay encuentro de vocales iguales, resuelto con elipsis al final del primer término: gr(a)ange.
3. La yuxtaposición necesaria del tercer término, el relativo n, provoca la repetición del sonido palatal nasal en sílabas contiguas, lo que da lugar a una desasimilación consonántica por medio de la conversión del grupo ng en ñ.
En conclusión, gara-ange-n = g(a)ra-ange-n = gr(a)ange-n = gra-ñ-en = Grañén, “la peña que está hueca”, o simplemente, “la peña hueca”. Y al alejarme de este antiquísimo lugar, me acompañan tres inquietudes o ideas, Es necesario, en primer lugar, eliminar de raíz la peligrosa hiedra que puede dañar, sin duda, a la integridad de la peña hueca, limpiarla de cualquier elemento adosado para que luzca en su integridad y dar a la arenisca el tratamiento oportuno para que perdure otros tantos miles de años. Después, reconocer y enseñar la importancia de esta peña tan original y valiosa para la identidad del pueblo. Por último, lograr que se efectúe una excavación arqueológica rigurosa del subsuelo, en un lugar que constituyó hábitat o morada, con toda seguridad, de nuestros más remotos antepasados.
Entradas relacionadas
Desarrollo: Interesa.es
© Bienvenido Mascaray bmascaray@yahoo.es