Toponimia
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Por la carretera de La Guarguera, en dirección a Sabiñánigo, y después de coronar el Puerto del Serrablo, encuentro el desvío a Matidero (entrada hacia Bibán y Binueste), después cruzo el río Alcanadre y, de inmediato, dejando a la espalda el Sobrarbe –municipio de Boltaña-, entro en el Alto Gállego –municipio de Sabiñánigo. Paso por Laguarta y observo que ya no queda ni rastro, en forma de un simple cartel, de los lugares de Cañardo por el lado derecho, y de Secorún por el izquierdo. Unos 5 kms. más adelante, bien señalado, el desvío a Gillué. Se trata de una carreterita estrecha y ascendente, pero bien asfaltada, de unos 3 kms. Ya en el lugar, primera sorpresa: no menos de cuarenta vehículos particulares aparcados a un lado y otro, en esta mañana soleada del último domingo de mayo. La explicación, en boca de un navarro de Irurita afincado aquí, es simple: una casa de turismo rural, con buen número de habitaciones, tiene anexa una sala de 100 m2 para la práctica de ejercicios físico-espirituales propios del yoga y, periódicamente, se ve muy concurrida. No falta tampoco la posibilidad de una comida naturística pero, añade, si cae a mano un buen cabrito tampoco le hacen ascos. Finalmente, desde Gillué se accede con relativa facilidad a Peña Canciás (1.928 m), con la consiguiente presencia de montañeros y excursionistas. Por otra parte, de Gillué arranca la pista blanquiverde (blanca por la falta de asfalto, verde por la invasión de hierbas) que nos permite llegar –vehículo todoterreno- a Fablo. En conclusión, Gillué que llegó a estar deshabitado (como tal lo trata José Luis Acín en sus Paisajes con memoria) ha cobrado nueva vida –bien distinta a la tradicional- con población fija (13 habitantes) y muchos más visitantes.
En toda la ruta de La Guarguera se respira ambiente ganadero. En la propia calzada menudean las grandes boñigas del ganado vacuno y caballar; reses sueltas que invaden la ruta y que se muestran renuentes a dar paso; alguna granja y, especialmente valiosa para mí, la toponimia: Secorún y sus novillos, Laguarta tierra de nuestras ovejas, Belarra, Ordobés, Abellada…y Gillué. Nada más emprender el desvío a este lugar, en un prado a la izquierda de la ruta, sestea un hermoso rebaño de vacas “rubias”; luego una barrera flexible para el ganado; cerca del pueblo, unas naves de vacuno arruinadas que, en su día, levantó, me dicen, el comprador de todo el lugar, un tal Machín, sin gran fortuna al parecer, y haciendo bueno el presagio de un vecino que le dijo a su hijo: “Las has de ver llenas de “barzas”. Y es que el terreno es escasamente apto para la agricultura pues, según afirma el Madoz, “es árido, poco productivo y solo es a propósito para la cría de ganados”. En consecuencia, produce centeno, avena, escalla, algo de cáñamo…; en cambio, criaba ganado lanar, cabrío y mular. Es zona bien asoleada, con hierbas finas y nutritivas en los numerosos descansos o planicies en descenso, lo que influía decisivamente en la calidad de la carne.
Gillué aparece mencionado en un documento del año 1.044 (Cartulario de S. Juan de la Peña de Antonio Ubieto Arteta), del modo siguiente: “et in illa parata …de Scellue…”. Desde el étimo original, que descubriremos, hasta la forma documentada hay grandes diferencias que tenemos que analizar paso a paso. En primer lugar, la grafía Sc- representaba habitualmente en los textos medievales el fonema fricativo prepalatal sordo /x/, esto es, Xellue, y en el propio documento citado aparecen los nombres Manzo Scemenones y Scemeno Sançones. A continuación, esta /x/ procede del fonema fricativo velar sordo /j/, esto es, Jellue, Jemenones, Jemeno… A su vez, esta /j/ es una mala pronunciación del fonema oclusivo velar sordo propio de la lengua ibérica que lo era tanto a-o-u como ante e-i, de modo que la pronunciación correcta hubiera sido Guellue (recordemos en este punto el ejemplo, entre otros, de Gia, que se pronunció Jía y finalmente Chía). Ya tenemos la forma ibérica aglutinada que es Gellue: analicemos esta composición. Consta de dos elementos, el primero de los cuales es geli, carne fresca, al que se une el adjetivo oso, muy buena, excelente, con elipsis al final del primer término, gel(i)oso; se aprecia a continuación la caída de la vocal átona final, gelos(o), seguida de la habitual diptongación, gelues. Dos nuevos fenómenos fonéticos muy habituales completan el cuadro: el enmudecimiento de la consonante final, gelue(s), y la palatalización de /l/ que da /L/, gellue. Antes de dar la traducción, un último detalle: ¿Cuál es la forma correcta, gellue o gillue?. Respuesta: ambas por igual, ya que geli, carne fresca, tuvo variante gili, y con esta última pasaríamos por gil(i)oso, gilos(o), gilues, gilue(s) y gillue de igual modo. Con toda claridad y fidelidad descriptiva Gillué o Gellué significa “carne fresca muy buena”.
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