Epigrafía



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Fugacidad – I (15)

Textos epigráficos

La bota 

Bajo el título Fugacidad agruparemos los análisis correspondientes a otros tantos textos epigráficos que tienen un denominador común: la brevedad de la vida del hombre, frente a la permanencia que anhela su espíritu, frente a la duración del mundo con sus bienes, empresas, placeres…, que ineluctablemente habrá que abandonar en un momento incierto pero, en todo caso, muy próximo. La esperanza de vida que debió ser muy reducida para los primitivos iberos, junto al alto grado de civilización y reflexión de que dan muestras constantemente, hizo que el fin, próximo e inevitable, gravitara de continuo sobre sus conciencias, generando aquella “acechanza de las horas” de que ya hemos hablado. Pero el hombre necesita creer en otra vida, en un refugio de paz y bienestar junto a la madre, eterno, sin miedo al fin…

Esta sensación de fugacidad se ha expresado en miles de ocasiones y de formas, pero quizá sean las referencias a “la brevedad de la vida”, al “ paso del hombre”, a que “los pueblos pasan”, las más frecuentes y manidas. El paso, el caminar, el tránsito hacia el fin, bien puede expresarse, en forma alegórica, mediante un pie (o el calzado que lo cubre) que va realizando su recorrido vital. No siempre las téseras (zoomorfas, geométricas, figurativas en general) muestran una correspondencia tan clara y directa entre su forma y el sentido del texto; pero en la que vamos a analizar a continuación la propiedad es manifiesta.

Se trata de una pieza de bronce dorado que representa un pie calzado con una bota, con diversos motivos ornamentales (como se aprecia en las fotografías) por el lado de la cara, y con siete signos escritos en el más correcto alfabeto ibérico-levantino por el dorso. Los tres primeros se leen de izquierda a derecha (desde el cuello de la bota hacia el talón); los tres siguientes giran, formando una segunda línea paralela a la anterior, desde el talón al cuello (de derecha a izquierda), y, finalmente, el séptimo forma una tercera línea que se inicia y concluye junto a la planta del pie. Ignoramos porqué motivo, en la trascripción del texto que se hace en la página 393 de la tan citada obra Epigrafía prerromana de la Real Academia de la Historia, se ignora uno de los signos, el N, bien patente, y por supuesto imprescindible, para la interpretación. Actuamos sobre la imagen reproducida al inicio:

 A). Trascripción.

I-A-Z-M-U-N-GO(KO)

B). Secuencia.

IAZMUNKO

C). Lectura.

Iaz mun(du)ko.

D). Análisis morfológico.

iaz: v. iazi, variante de igazi: pasar, transcurrir. Iaz es el indeterminado de este verbo y, por consiguiente, “pasan”.

munduko: n. sólo utilizado en plural: los del mundo, los vivientes, los hombres, la humanidad. Se trata, en realidad, de una derivación formada con mundu (mundo) más el sufijo de pertenencia –ko.

E). Análisis fonético.

- en iaz, variante de igaz, observamos la caída de la oclusiva sonora en posición intervocálica.

- el enlace mundu + ko se efectúa con elipsis al final del primer término: mund(u)ko; pero esto conlleva la formación de un grupo consonántico imposible –ndk- que se simplifica a nk, o lo que es lo mismo, elipsis prolongada al final del primer término: mundu-ko > mun(d)(u)ko. Y luce esplendente la etimología de la voz castellana mundo: nueva manifestación del cuadrado lingüístico ibérico-etrusco-latín-castellano e ibérico de nuevo, tantas veces mencionado.

F). Traducción literal.

Pasan los del mundo.

G). Traducción propia.

Pasan los hombres.


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© Bienvenido Mascaray bmascaray@yahoo.es

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