Epigrafía
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La llamada “Inscripción de Ourique III”, cuya ficha e interpretación (ésta, como siempre, sumida en pleno lodazal de disparates) aparece en la página 99 de la obra Epigrafía prerromana, es sumamente interesante por motivos muy diversos. En primer lugar, no es despreciable su antigüedad pues se dice que puede fecharse hacia el siglo VII al V a. de C.; es, por tanto, menor que la de Espanca, pero intuyo que una y otra han de verse aventajadas, y en no pocos lustros, cuando los trabajos de arqueología se intensifiquen y sistematicen plenamente: espero volver sobre este punto en otro momento de la obra. En segundo lugar, la escritura, de derecha a izquierda, contiene seis signos de los cuales dos, el cuarto (be-pe) y el quinto (ge-ke), presentan una cierta alteración formal que debe ser tenida en cuenta para el conocimiento pleno del llamado alfabeto ibero-tartésico o bástulo-turdetano. Después, tercero, el mensaje transmite la duda sobre la inmortalidad del alma, que se resuelve en un “necesito creer”, tan antiguo como actual.
Pero todo ello cede en interés ante un dato objetivo que ha de introducir una clarificación substancial en un punto tan debatido como el de la incineración, la conservación de las cenizas en su urna correspondiente, y el origen y significado cultural de este hecho. Hagamos una brevísima recapitulación de las tesis doctrinales en torno a este fenómeno. En aras de la brevedad, que no excluya la claridad precisa, nos apoyaremos en la síntesis que sobre celtización y campos de urnas, conflicto permanente entre las lenguas célticas peninsulares y los hallazgos de la arqueología, y valor fundamental de estas lenguas para afirmar, como se hace, la presencia de los pueblos célticos indoeuropeos en amplios espacios ibéricos, hace, con toda ponderación, el profesor Francisco Marco Simón en su obra Los celtas, Historia 16, Madrid 1.999, páginas 102 a 106, de las que copiamos los siguientes párrafos:
“Mucho más satisfactorio, al menos en términos relativos, es el conocimiento que tenemos de la lengua hablada en el ámbito de la Celtiberia, donde las inscripciones sobre bronce, piedra o monedas son más numerosas. La más importante es el bronce de Botorrita –de principios del siglo I a. de C. probablemente- sin duda el texto más completo aparecido en lengua céltica si exceptuamos el calendario galo de Coligny…”. Preguntamos:¿Y si los bronces números 1 y 3 de Kontrebia Belaisca (Botorrita) no estuvieran escritos en lengua céltica sino ibérica?. ¿Y si toda la epigrafía hallada en las áreas de los pueblos celtibéricos (belos, lusones, titos, pelendones, arévacos…), al igual que las de los carpetanos, oretanos, vetones, vaceos, turmogos, bárdulos, autrogones, caristios, berones, y todos los reconocidos tradicionalmente como iberos, estuviera escrita en una sola e idéntica lengua ibérica?. Sigamos copiando:
“Los avances logrados en el campo de la lingüística no han logrado, sin embargo, resolver los problemas de la cronología de la llegada de los celtas a la Península por las enormes dificultades que existen para documentar estratigráficamente los diversos momentos migratorios, dado que por doquier parece observarse una sustancial continuidad cultural sin cambios bruscos. Es este divorcio entre lingüística y arqueología el nódulo del problema en la interpretación de la celtización de la Península…”. Remarcamos lo de “una sustancial continuidad cultural sin cambios bruscos, por doquier”, y preguntamos: Este problema de la celtización, al igual que otros mil más sin resolver que han conducido al estancamiento del conocimiento científico, ¿no será provocado por una Lingüística falaz, artificiosa y pueril, debida en gran parte al perverso y estúpido método comparativo?.
“A partir de Bosch Gimpera se consideraba que la llegada de los primeros elementos célticos a la Península vendría reflejada por la introducción de los campos de urnas; ahora bien, éstos caracterizan al área del Nordeste desde el Bronce Final, es decir, a una zona en la que se atestiguarán históricamente pueblos de raigambre no céltica, sino ibérica. La comprobación de que los elementos hallstátticos o latenienses atestiguados en la Península no permiten suponer la llegada de estas culturas como tales , sino solamente elementos aislados en tiempo o espacio y minoritarios en el conjunto de la cultura material, ha llevado a los arqueólogos, sino a negar de hecho la presencia de los celtas en la Península Ibérica –acción imposible dadas las evidencias existentes en el campo fundamentalmente lingüístico- sí a soslayar el problema en las síntesis centradas en la valoración de los elementos de substrato y en las evoluciones o influencias locales; a plantear, en definitiva, la cuestión en términos de evolución interna”. Definitivo: si raemos la espesa capa de errores e infundios depositada sobre la cultura ibérica por la lingüística formal, la Arqueología y la Lingüística científica (basada en el método real-histórico), podrán adentrarse armónicamente en la investigación del pasado histórico cultural que, por toda Iberia, y ello desde el comienzo de la Edad Primitiva (revolución neolítica) hasta el principio de la Edad Antigua con la llegada de los romanos en el año 219 a. de C., nos mostrará el arribo, evolución, esplendor y triste destino de nuestros verdaderos antepasados: el pueblo ibero.
Que el rito de la incineración y conservación de las cenizas en urnas no fue privativo de aquellos pueblos célticos tiene miles de pruebas en contrario diseminadas por toda el área ibérica “reconocida” como tal, desde las bocas del Ródano hacia el Sur hasta Calpe y después hasta el Algarbe y Bajo Alemtejo, con variantes formales y estructurales que, en poco, modifican la práctica y, en nada, afectan a la creencia subyacente. Aquí vamos a contemplar una de esas prácticas en la que, prescindiendo de detalles, un partícipe en el rito expresa una reflexión cargada de pesimismo y, quizá, de duda. Vamos con el análisis de la mencionada inscripción de Ourique III, reproducida al inicio de esta página.
A). Trascripción.
O-N-A-BE(PE)-GE(KE)-O
B). Secuencia.
ONABEKEO
C). Lectura.
On(a) abe keo(ta).
D). Análisis morfológico.
Ona: exclamación con valor demostrativo: he aquí.
abe: n.: destino.
keota: n.. humo, columna de humo. Keota es una voz compuesta de ke, humo, y ota, aliaga o aulaga, que ha sido históricamente el combustible tradicional para iniciar el fuego en piras, hogueras, hornos de cal, etc. Literalmente, pues, humo de aliagas.
E). Análisis fonético.
-Ona presenta elipsis al final por acomodación (encuentro de vocales iguales).
-keota muestra caída de la vocal átona final y posterior enmudecimiento de la consonante /t/.
F). Traducción literal.
He aquí el destino: humo.
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