Finestras – 302 (b)

Altoaragonesa

Quien ame a la Ribagorza sentidamente, más aún, quien sea capaz de apreciar la belleza natural, el arte y la historia, debe visitar Finestras. Poco importa que el camino sea largo y, en buena parte, sólo regular: desde Benabarri, por la N-230 hacia el sur; tomaremos el desvío por la izquierda a Estopiñán y, muy pronto, también a la izquierda, la pista asfaltada hasta Estaña; desde aquí, por camino de tierra, se pasa entre la balsa de Arriba y la Gran y nos acercamos a Caserras; en un cruce, antes de llegar a éste, tomamos a la derecha dirección sur, hasta que, con brusco giro señalizado se vuelve hacia el N-NE, cruzamos por un puente el cauce del Guart, ya remansado por la presa de Canelles, dejamos a la izquierda el desvío hacia Fet y, sobre el mar en que se convirtió el mejor terreno de Finestras, llegamos al lugar. Dos cresterías rocosas, enhiestas, paralelas, adaptadas a las ondulaciones del terreno, conforman un paraje de rara belleza que ha dado en llamarse “la muralla china”. Madoz le encontraba semejanza con la montaña de Montserrat pero, en verdad, no estuvo afortunado: las crestas, muy altas, son simples paredes delgadas, idénticas a las del “Contadó de Rins”, con el espacio intermedio colmatado. Restos del castillo de Finestras con el recuerdo del vizconde de Ager, Arnau Mir de Tost; la espléndida ermita de San Vicente, románica del siglo XII, con la portada arrancada y tramos en ruina; grandes caserones con una plaza cuadrada irregular, su fuente seca, restos de molinos y prensas de aceite, que se obtuvo y de la mejor calidad; y silencio… Pese al abandono (1.960) y ruina generalizada, Adolfo Castán, Lugares del Alto Aragón, no contiene su entusiasmo: “Si el paisaje es sublime, no lo es menos el patrimonio arquitectónico: la ermita de San Marcos, un par de torres del siglo XVI, el castillo medieval y la ermita románica de San Vicente. La casa fuerte del Señor…, la torre de Monte Vira…, el castillo medieval del siglo XI, enganchado a una afilada arista que le sirve de soporte, comunicándose a través de una muesca natural abierta en la roca a modo de puerta; en el paño sur se incrusta la iglesuela románica y una puerta baja…”. Y mayor si cabe es el de José Luis Acín: “Un lugar, con toda seguridad, que maravillará a quienes se acerquen, deleitando y sorprendiendo continuamente”.

 

El 10 de enero del año 1.057, Arnau Mir de Tost entregó a S. Pedro de Ager “desde Finestres hasta Estopiñán y hasta Caserras”.En 1.129 el vizconde Guerau Pons de Ager y Arnau Pedro de Girvete llegaron a un acuerdo en la disputa existente, cediendo aquel el feudo del castillo de Finestres (Ubieto Arteta, Historia de Aragón, pág. 553).

 

Para quienes hacen de la semejanza o apariencia el motor de sus trabajos toponímicos, es fácil caer en la trampa que supone el nombre latino fenestra, ventana. Basta con despreciar el cambio vocálico de e hasta i, y alegar una supuesta posición de atalaya guerrera o mirador para contemplar horizontes inmensos. Pero todo ello conduce a un grave error ya que, ni hay porqué despreciar ese cambio vocálico cuando no hay razón alguna que lo ampare, ni el lugar de Finestras está en lo alto de un otero sino, por el contrario, en una vaguada rodeada de crestas (“una hondonada rodeada de montes”, dicen Lasaosa y Ortega en su Guía de Ribagorza).

 

La interpretación del topónimo Finestras exige conocimientos sólidos de la lengua ibérica. Si f procede de p, el primer elemento de la composición será pin, debajo de. El segundo elemento es estarta o estarte que, en composición, pierde por haplología la segunda t, esto es, estar(t)a. Observemos ahora que en estara tenemos una oclusiva (t) seguida de vocal (a) más r e igual vocal, lo que conduce a la sincopa de la primera a: est(a)ra. Estarta o estarte significa vericueto, estrada. La composición fin-estra se acomoda mediante yuxtaposición necesaria pues la elipsis de n la haría incomprensible, y describe perfectamente el lugar: Finestra (en Finestras hay s paragógica) significa literalmente “debajo del vericueto”.