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Fanlo (2) – 293

Altoaragonesa

Desde Escalona, junto al Cinca, hasta Sarbisé, en la ribera del Ara, se extiende uno de los recorridos más hermosos que se pueden hacer por carretera en el Altoaragón. Nos detendremos primeramente en Puyarruego, para contemplar desde la altura las aguas del Bellós, detenidas en charcas o con muy escasa corriente, con su extraño color. Después, ya en la vía de dirección única, cada vez que ésta presenta un mínimo ensanche a un lado u otro, para contemplar la obra impresionante del mismo río en el cañón de Añisclo. Más tarde, en el pequeño aparcamiento del que arranca el camino hacia S. Urbez. De nuevo en la carretera, tomaremos el desvío hacia Nerín, magnífico observatorio de Los Sestrales y Mondotó, todo un festival de la toponimia. Larga parada en Fanlo, mi objetivo de hoy, antes de tomar, por la vertiente opuesta del Chate o Jalle, el descenso que nos dejará en Sarbisé. Soy consciente de que, aquí y allá, otros lugares (Sercué, cerca de Nerín; Buisán, al lado de Fanlo; y, por la carretera que arranca cerca del Molino de Aso en regreso hacia Escalona, Bió, Buerba, el Bramapán, Gallisué y el río Yesa) requerirán una nueva visita…

 

Fanlo es la capital del municipio sobrarbense de La Valle de Bió que cuenta, además, con los lugares de Nerín, Sercué, Buisán, Bío, Buerba, Gallisué, Yeba, Ceresuela y la Pardina Ballarín. De la descripción de Fanlo que hace A. Castán en Lugares del Alto Aragón extractamos lo siguiente: “Lugar de 55 h.; a 1.342 m de altitud. Tenía 242 h. en 1.900… paisaje excepcionalmente bello y agreste. Conjunto agrupado de carácter pirenaico, tendido en declive de orientación meridional. Bordas, algunas transformadas en vivienda, y eras a nivel superior, en el collado que divide aguas hacia el Ara y el Cinca. Conserva algunos viales empedrados que no deberían perderse. Las construcciones son desiguales; las hay de gran volumen, datables en los siglos XVI-XVII, otras pequeñas de gran valor ambiental, algunas rehabilitadas y otras en ruina total. La casa del Señor de Fanlo es otra de las soberbias torres que nos ha dejado el siglo XVI… Casa Ruba es una enorme vivienda del siglo XVI con torre circular, matacán y aspilleras; en el siglo XVII se agregó un cuerpo a la izquierda y otro a la derecha de la fachada, donde se observan notables ventanas de 1.610 y 1.622; posee oratorio particular. Otros inmuebles notables son: La Abadía -1.587-; casa Fortuna…, casa Rafael,…casa Satué, …la bellísima galería cubierta de casa Bernad,… casa Tieso… Parroquial del siglo XVI, con restos románicos bajo la torre aspillerada, …importante contenido mueble depositado en el Museo Diocesano de Barbastro…, Fuente-lavadero, 22 kms. de esquí de fondo…, Molino harinero en el barranco de Jalle, edificio arruinado de dos pisos…”

 

Pero hay otro Fanlo en el Altoaragón –o al menos lo hubo- y bien importante desde un punto de vista religioso, económico, histórico y cultural: me refiero al monasterio de S. Andrés de Fanlo, ya en plena actividad al menos en el siglo X, y con un ámbito de influencia muy amplio que se extendía por la Val de Basa, La Galliguera y el Serrablo, además de otras áreas colindantes. De aquel importante cenobio han llegado hasta nosotros tres elementos: la pardina de Fanlo, con los vestigios de su emplazamiento y poco más; el barranco de Fanlo, de importancia capital para nuestro estudio; y, por último, el cartulario del monasterio que también se perdió materialmente (1.936), pero no antes de que Angel Canellas lo analizara y redactara su muy valiosa obra Colección diplomática de San Andrés de Fanlo.

 

Extraemos la información precisa de la muy estimable obra Geografía medieval del Serrablo de José Miguel Navarro López, a la que volvemos y volveremos en repetidas ocasiones. Nos conduce hasta el lugar: “Llegados al Hostal de Ipiés, tómese el desvío señalizado a la izquierda que nos lleva al pueblo de Ipiés. Pasada la aldea, una pista recientemente acondicionada pasa por debajo de la iglesia y entre campos de cultivo al principio y pinos y caxicos después cruza el barranco de Fanlo”. Ya estamos en la pardina y nos describe los vestigios del antiguo monasterio: “La actual pardina de Fanlo se nos presenta como un gran edificio de expansión horizontal, rodeado de una serie de edificios auxiliares. La casa, a la que se conoce como “casa nueva”, tiene la primera planta abovedada y se adivinan multitud de sillares reaprovechados en sus paredes, así como múltiples reformas a lo largo de los siglos. Al oeste de la construcción persiste un gran muro construido con cal hidráulica y que con toda seguridad pertenece a un edificio anterior. En este muro aparece una puerta adintelada que en la actualidad se encuentra tapiada. Al sur, junto al barranco, vemos el arranque de lo que parece ser un puente o azud… Por último, al este de las edificaciones, en un pequeño espolón colgado sobre el barranco, aparecieron abundantes restos humanos sacados a la luz por las repoblaciones forestales”. Se refiere a la larga historia del cenobio: año 958 y el abad Sancho; el célebre abad Banzo y sus vicisitudes; Jimeno Vita y la unión con Loarre; dependencia de Montearagón y reducción a priorato; bula de 1.571 y propiedad de San Pedro el Viejo de Huesca. Y nos da una etimología errónea, inspirada, ¡cómo no!, en el latín: de fanum, templo, más diminutivo.

 

El barranco de Fanlo se forma al este y a escasa distancia de la pardina de Fanlo; drena un rincón al que afluye el mínimo barranco de Ascaso y las escorrentías de La Torraza (1.018 m) y La Sucarrada (1.100-1.200 m). Se encaja en el terreno y desciende rápidamente hasta la pardina emplazada a 860 m de altitud. Es un hecho, comprobable hoy en día, que cuando las lluvias provocan una crecida, el fragor del agua se oye en la “casa nueva” y espacios colindantes; el mismo fragor o ruido apagado que llegó a los oídos de los primitivos habitantes del lugar…

 

Volvamos al pueblo de Fanlo, capital del Valle de Bió. Dejo el coche (señal de acceso prohibido) a un lado de la carretera que surca la loma; sigo caminando, brusco giro a la izquierda y, en fuerte descenso, por delante de casa Ruba, llego hasta la plaza del lugar. Necesito hablar con personas que vivan aquí permanentemente, en especial cuando las lluvias son intensas, y hoy, en medio de una larga sequía, los cursos de agua (barranco de La Valle, de Aso, el propio Bellós y no digamos los barrancos tributarios) están parados y mudos. Y es que el elemento identificador recogido en el topónimo es inmaterial, no puede verse…, pero sí oírse. Tengo mucha suerte. De entre un grupo de personas, dos hombres de distinta generación, pero con educación y amabilidad compartida, me atienden:

- “Aquí, en Fanlo, cuando hay lluvias fuertes o tormentas, ¿llega el ruido lejano, como apagado, de alguna corriente de agua?”.

- “Sí, el barranco Calderuelo –contesta decidido el mayor-. Está cerca, cuando llueve baja muy fuerte; hay algún salto de 15 metros y tiene muchas gorgas, ¿sabe Vd. lo que son las gorgas?. Hay veces que, desde casa, oigo el ruido lejano, y ya sé que ha movido el barranco”.

Explico el porqué de mis preguntas. El joven es licenciado en Historia y muestra gran interés. Me aduce lo que ha leído, el latín fanum, y expongo mi tesis con detalle. Es la siguiente:

 

Fanlo es una composición de la lengua ibérica y, por ello, es un topónimo descriptivo, que recoge un hecho o elemento diferenciador, muy antiguo y vinculado al medio natural. Si partimos de la realidad incuestionable de que el primer poblamiento por gentes civilizadas de la montaña altoaragonesa alcanza al sexto milenio a. de C. (véanse, por ejemplo, los restos humanos y de ovejas en la cueva de Els Trocs, en S. Feliu de Beri, datados en año 5.100 a. de C.), hay que dudar de las interpretaciones que plasman hechos o manifestaciones relativamente modernas y que no tienen otro respaldo que la semejanza formal. La comprobación sobre el terreno de la interpretación hallada habrá de ser determinante, proporcionará seguridad, nos permitirá seguir avanzando…

 

El primer elemento de la composición Fanlo es la voz onomatopéyica pan-pan, que sugiere la idea de golpe, ruido, estrépito, caída, choque. En la segunda fase de la onomatopeya, se pierde la repetición y la cadencia, surgiendo la raíz, con el mismo significado, de la que, en una tercera fase, se seguirán los derivados. Pan presenta oclusiva bilabial sorda que, por aspiración, pasa a phan y fan. He aquí el origen de la enorme cantidad de topónimos ibéricos con f procedente de p. Finalmente, el segundo elemento de la composición es lo, dormido, apagado. El enlace se efectúa por yuxtaposición necesaria, pues la elipsis al final del primer término, fa(n)lo, haría incomprensible la composición. En conclusión, el hermoso topónimo que es Fanlo significa “el ruido apagado del agua”.

 


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