Toponimia
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Lugar despoblado (1.960-70) incluido hoy en el municipio de Sabiñánigo. Sin mención documental antigua, pertenecía en el siglo XV a la sobrecullida de Aínsa. Tuvo ayuntamiento propio (1.834) uniéndose en 1.845 a Secorún. Se emplaza en medio de dos sierras (puntal d´Aunosa y Punta de Santa Cruz) en la eminencia de un collado. Uno de los lugares más altos de La Guarguera (1.216 m), junto al barranco de Fablo que se une poco después al de Xillué en el llamado Puente de Fablo. Contaba, según Madoz, con unas 10 casas, incluida la del ayuntamiento. Iglesia parroquial de los siglos XVIII-XIX en ruinas, como el resto del conjunto urbano. Tiene no obstante tres elementos dignos de mención: algunas bordas de elevado valor arquitectónico y ambiental; el ya mencionado Puente de Fablo, ejemplar muy interesante que podría ser bastante antiguo, y finalmente la ermita de Fragén, con escasos restos pero suficientes para acreditar su origen románico. José Luis Acín lo califica de “hermoso lugar para un enclave realmente maravilloso”, y se hace eco del famoso “peine de Fablo” que, llegadas las fiestas patronales, era solicitado por todos los miembros de este arrinconado y encantador núcleo. Tenía dos vías de acceso: la que partiendo de Yebra de Basa pasaba por S. Julian de Basa, Orús y Espín (cuenca del Basa), y la que parte desde Gillué y que nos sitúa en Fablo tras unos 4 kms. de recorrido, solo apto para vehículos todoterreno, al igual que el último tramo Orús-Espín-Fablo de la anterior.
El topónimo Fablo es de máxima claridad desde un punto de vista lingüístico y tiene varios “marchamos de iberismo” que nos dan un alto grado de confianza en el resultado del análisis. Pero, para comprobar sobre el terreno la interpretación hallada, vamos a encontrar serias dificultades derivadas de la despoblación, del abandono consiguiente de cultivos y de la pérdida de memoria. Esto no obstante, recogemos informes suficientes (hay un vecino de Sabiñánigo que conserva vivienda habitable, vecinos de Gillué y Cerésola que dan datos complementarios, algún texto del Diccionario de Madoz, de Cristián Laglera, etc.). Nos dice Madoz que “el terreno es en su mayor parte de buena calidad, dedicado al cultivo, con algunos bosques que proporcionan leña y madera, para la composición de los aperos de labranza a la que se dedican los vecinos”, y que “produce cebada, centeno y avena”. Reparemos en la no mención del trigo, lo que bien podría dejar a la avena como cereal muy importante. Por otra parte, pese a la falta de población permanente, subsisten algunos árboles frutales, manzanos en especial, como en buena parte de esta comarca del Serrablo, especialmente propicia para su desarrollo (recordemos el topónimo Gésera). Ya tenemos confirmada la presencia, al menos, de los elementos mencionados en el topónimo.
Fablo es una composición de la lengua ibérica formada por dos sustantivos que se unen sin necesidad de conjunción copulativa, al más puro estilo ibérico. El primero de ellos es paba, manzanas (recordemos Fabana), con oclusiva bilabial sorda que, a través de la aspirada ph conduce a la fricativa labiodental sorda /f/. A faba se une la voz olo, avena, con elipsis al final del primer término: fab(a)olo. En esta forma compuesta vemos la oclusiva /b/ seguida de vocal, y ésta de consonante líquida y de igual vocal /o/, por lo que se produce la síncopa de la primera vocal, fab(o)lo. En definitiva, Fablo significa “manzanas y avena”.
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