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Inicio > F > F.- Método reconstructivo.
Aun cuando me lo había propuesto, mucho me temo que la exposición anterior no haya resultado tan breve ni tan clara como deseaba. So pena de prescindir de algo interesante, es posible que haya cargado en exceso la memoria de mis lectores. Y, sin embargo, les necesito en la mejor disposición para el esfuerzo final. Hablando de memoria, se me ocurre un expediente que puede resultar muy útil. Establezcamos un paralelismo entre nuestra memoria natural, alojada en el cerebro, y la memoria artificial, por ejemplo, la de nuestro pequeño ordenador. Llevo años redactando y guardando en ésta última una infinidad de documentos (además de imágenes, escaneos, etc.), suficientes para confeccionar 6 ó 7 volúmenes y, en consecuencia, mi PC da frecuentes señales de fatiga: reacciona a mis demandas con mayor lentitud, exige frecuentes comprobaciones de disco, me dice que su capacidad de memoria está próxima a agotarse, se reinicia defectuosamente… En esta situación, voy a adquirir una “memoria externa”, para volcar en ella la inmensa mayoría de los trabajos, datos y detalles que la agobian. Seguirán estando a mi disposición y alcance inmediato, para traerlos a la palestra en cuanto sea útil y necesario, pero mi pequeño ordenador aparecerá descargado, otra vez ágil y eficiente para nuevas singladuras. De igual modo, propongo a mis lectores que descarguen su memoria de casi todo lo que antecede, dejándolo fijado en las páginas precedentes para volver sobre un punto concreto cuando el nuevo impulso lo requiera, y manteniendo vivo en su memoria un “sentido general” que se concreta en las siguientes afirmaciones:
1ª.- La lengua ibérica tiene naturaleza aglutinante, si bien muestra frecuentes ejemplos de flexión.
2ª.- La aglutinación es la unión íntima de dos o más formas sometida a reglas.
3ª.- La regla fundamental de la aglutinación es la elipsis al final del primer término.
4ª.- Cuando la elipsis no es posible se da la yuxtaposición necesaria. Acomodaciones especiales.
5ª.- La lengua ibérica está regida por una enorme fuerza de compresión interna que busca siempre el acortamiento con disminución silábica, sin otro límite que la inteligibilidad del texto.
6ª.- Esta fuerza se manifiesta en:
a). La elipsis al final del primer término.
b). La elisión de formas completas.
c). Los fenómenos fonéticos de elisión.
Momento crucial: si un topónimo, por ejemplo Barbastro, o un párrafo de un texto epigráfico, por ejemplo BONANDITE (Vaso de Lliria “El caballo”), es lo que queda tras haber sufrido una o más de aquellas elisiones, se impone el método reconstructivo, el cual, anulando las elisiones, reinstaura todas las formas y las devuelve a su estado primitivo y libre, tarea necesaria para obtener una “lectura” completa que hace posible la “traducción” literal y propia. Y en esta tarea de reinstaurar y completar, cada paso habrá de estar avalado por una norma de las que hemos expuesto en Naturaleza y Régimen de la lengua ibérica. Esta idea es muy breve y clara, y no requiere, en este momento, mayor explicación.
Bien, ya tenemos el propósito de aplicar el método reconstructivo. Pero, de inmediato, surge la gran cuestión: ¿cómo?, ¿por dónde empezamos?. La respuesta, de momento, parecerá un tanto vaga: tenemos que iniciar un proceso mental, en ocasiones muy largo y complicado, sin otra guía, aparte de todos los conocimientos antes expuestos, que la más estricta racionalidad, que la aplicación del puro y riguroso sentido común, en el que no hay (nadie las ha dado hasta el momento) soluciones interpretativas preestablecidas. Es aquí donde se justifica plenamente nuestra afirmación sobre las condiciones del intérprete que no necesita ser filólogo, más aún, que tendrá dificultades insalvables si pretende aplicar la ciencia adquirida, propia de otros sistemas lingüísticos. Si, por ejemplo, a Barbastro, pretendemos aplicarle el método formal o comparativo, nos iremos a la raíz céltica bar o ber, que significa altura o monte, con lo que iniciamos un camino disparatado que nos conduce a estas dos trampas:
1ª. Suponemos la existencia de los celtas en el Somontano oscense, justamente en tierras de los cerretanos o montañeses por el norte, de los ilergetes por el este y sur y de los suessetanos en las proximidades, pueblos todos que, atendida su lengua, son de indudable origen ibérico.
2ª. No hay solución posible para el resto (-bastro) del topónimo, lo que da pie a que el saber popular lance su ingeniosa interpretación: “barbas de astro”, y que – ¡oh, maravillas de la ciencia y la tradición!- un personaje barbado aparezca en el escudo de la ciudad y en sus monumentos más notables.
Sigamos con nuestro método reconstructivo. Para dar los primeros pasos, siempre los más difíciles, procederemos a:
- Recopilar y traer a colación todos los conocimientos sobre lengua ibérica que puedan tener relación con el topónimo o texto epigráfico en estudio.
- Plantear todas las hipótesis posibles que, cumpliendo exigencias formales, muestren una declaración o mensaje coherente.
- Si se trata de un topónimo, la comprobación sobre el terreno de la interpretación hallada será el contraste final bien para aceptarla bien para rechazarla… y volver a empezar.
En el seguimiento de estas líneas, y volviendo al ejemplo del topónimo Barbastro, anotamos:
- La silaba final –tro procede necesariamente de toro: síncopa de vocal tras oclusiva seguida aquella de líquida y otra vocal igual (fenómenos fonéticos de elisión, letra c). También sabemos que toro es un sufijo diminutivo que significa pequeño-a-os-as.
- La silaba inicial bar bien podría procede de ibar, valle o río, si hubiese sufrido la aféresis de vocal inicial silábica (fenómeno de elisión, letra b). Pero también de bara, parada, si se manifestara en ella la regla fundamental de acomodación, la elipsis al final del primer término. O, finalmente (hay otras hipótesis que debo rechazar casi de inmediato), de la voz barbar, fragor, ruido del agua, si concurriera una acomodación especial por haplología.
- La voz onomatopéyica barbar es vieja conocida pues ya la encontré a finales del siglo pasado en topónimos como Barbaruens < barbar-onzi, “el fragor del agua en el vaso o receptáculo”; y en Barbarisa < barbar-iz-a, “el fragor o el barbollar del agua”. Si estuviese presente en Barbastro y sufrido haplología, el segundo término sería bas(a), ciénaga, barro, salvaje, silvestre; o bien bas(o), vaso, poza, en ambos casos con elipsis al final del primer término.
- Se me han formado dos líneas interpretativas: la primera con (i)bar (río)+bas(a) (salvaje)+ t(o)ro (pequeño), lo que me llevaría a “el río salvaje y pequeño”; la segunda con bar(bar) (barbollar o fragor del agua)+ bas(o) (poza)+ t(o)ro (pequeña), lo que me llevaría a “el fragor del agua de (en) la poza pequeña”.
- La comprobación sobre el terreno (ver Toponimia altoaragonesa nº 3) me permite, con seguridad absoluta restaurar todas las formas completas, establecer la lectura final y fijar la traducción literal (no es precisa en este caso la traducción propia).
Pasemos al segundo ejemplo, ahora un párrafo de un texto epigráfico. Seguiremos con las mismas líneas de actuación; recopilar y traer a colación todos nuestros conocimientos sobre iberismo que tengan relación con el texto epigráfico, y plantear todas las hipótesis posibles desde el punto de vista formal que, en lo semántico, muestren cierta coherencia. No existe obviamente comprobación sobre el terreno de la interpretación hallada, pero, en cambio, poseemos aquí una nueva línea interpretativa sumamente valiosa: el contexto o unidad expositiva.
- El paso inicial, la trascripción, nos da el siguiente resultado: BO(PO)NANDI(TI)DE(TE).
- A partir de aquí, simultáneamente, debemos fijar la secuencia y realizar los análisis morfológico y fonético.
- Como el zorro que busca en el caparazón protector de la tortuga una hendidura o frente de ataque, con el sentido común agudizado, intentamos desaglutinar lo que, con toda evidencia, es una composición de dos o más formas.
- La sílaba inicial BON admite varias hipótesis: que estemos ante la voz bono (bueno) que ha sufrido elipsis al final del primer término; o que proceda de on (bien, bueno) con b- protética (desasimilación de nasalidad, fenómeno de simple alteración letra f); o que estemos ante el sustantivo bonet (boina, bonete, sombrero), con elipsis prolongada al final del primer término (nuevo ejemplo de acomodación especial). No hay hipótesis verosímiles con p inicial, luego nos centramos en una de las tres anteriores.
- Recabamos en este punto el auxilio del contexto, muy explícito y valioso. El párrafo pertenece a la inscripción contenida en el vaso de Lliria que se inicia con un título artístico y hermoso, pero bastante críptico, fuera del alcance de los estudiosos más encopetados. Dice ZALDI, “El caballo” y, en lugar apartado, aparece la cópula DA, “es”. El primer atributo del caballo, BASERTE, lo hemos traducido por “salvaje y atrevido”, y sujeto y verbo copulativo indican que siguen nuevos atributos, como BONANDI(TI)DE(TE).
- A la sílaba BON, resto de una forma hasta el momento indeterminada, sigue ANDI o ANTI que, en cualquier caso vale por “grande”. La variante ANTI muestra ensordecimiento de oclusiva sonora tras consonante continua (fenómenos de simple alteración letra h) y la hemos hallado en Antillón. La variante ANDI propia de la lengua común y al alcance de cualquier persona culta: en Navarra existe una sierra llamada de Andía, Pío Baroja nos dejó una obra titulada Las inquietudes de Shanti Andía, el apellido Andía es frecuente en Navarra y en el País Vasco…
- Si aceptamos la presencia en segundo término de ANDI, grande, nos queda un sufijo de nominalización –TE (o –DE) que, aquí, tras un adjetivo, resulta improcedente. La solución (parece segura) es la siguiente: de ANDI tan solo están presentes las tres primeras letras, puesto que la cuarta, I, es la inicial del tercer y último elemento de la composición, que sería, por consiguiente, ITE o IDE; ha habido, pues, elipsis al final del primer término con encuentro de vocales iguales: and(i)ite o and(i)ide, (norma primera de la aglutinación).
- La voz IDE existe en lengua ibérica pero con valores (igual, de la misma edad) que no parecen convenir al contexto. En cambio ITE significa “semejanza”, “parecido”, “aspecto”, y ésta sí que conviene y arroja toda la luz necesaria.
- Conservada, una vez más, en la hermosa lengua vasca, pero propia de la ibérica, como se demuestra por su uso en Lliria (Valencia), encontramos la frase hecha BONET-ANDI, literalmente “sombrero grande”, entendida en la lengua usual como “señorón”, “encopetado”, “altivo”.
- La secuencia queda fijada en BONANDITE, la composición está integrada por los morfos BONET, ANDI e ITE, y el análisis fonético nos muestra
a) Elipsis prolongada al final del primer término: bone(t)andi > bon(e)andi.
b) Nueva elipsis al final del primer término: bonand(i)ite.
- La lectura es la siguiente: BON(ET) AND(I) ITE.
- La traducción literal: “aspecto de sombrero grande”; la propia, “aspecto de señorón”.
Ver nuestro trabajo “El Caballo” en la sección 2ª, Epigrafía ibérica.
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